Capítulo cuarenta

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Alissa. Ése es el nombre de la mujer que no puedo dejar de abrazar. Ella me devuelve el abrazo con la misma fuerza e intensidad. La amo.

Con ella es con la única con la que siempre tuve las reacciones normales de una chica de mi edad. Por más que pasan los años seguimos siendo como unas nenas cuando nos vemos.

Hace tiempo no la veía; ella viajó a Estados Unidos a un Seminario de Danza que, según ella, daba uno de los mejores bailarines del mundo. No puedo quejarme de que ella me haya dejado, yo la dejé en Argentina por mucho tiempo. Gracias papá por eso.

Cuando nos separamos veo que en su cara hay una sonrisa tan grande como la mía.

- ¡No puedo creer que estés acá! ¿Cuándo volviste?

- Volví hace dos días. Papá me contó que ibas a volver a pelear para el tío y quise apoyarte.

- Gracias. Gracias por estar acá conmigo.

Ella agarró mi mano y le dió un fuerte apretón.

- Para eso estamos. La familia siempre está para apoyar a quien más lo necesite. Y, claramente, en este momento sos vos.

Quería llorar, en serio. Pero no podía mostrar debilidad. Cuando, en este ámbito, uno demuestra sus puntos débiles es más probable que uno reciba golpes en donde más duele.

Nunca hay que abrir el corazón, menos cuando estás rodeada de extraños que solo quieren derribarte.

Es como la ley de la selva. Salvo que ésta selva es mucho más peligrosa y retorcida que cualquier otra.

- ¿Vamos a bailar? Dale... Yo sé que querés- dice mi prima mientras me tira de la mano para arrastrarme hacia el gentío.

No puedo resistirme y dejó que me lleve hacia lo que se supone es la pista de baile. Ella quiere que nos adentremos pero me rehuso por lo que nos quedamos bailando en el costado. Desde ahí puedo ver perfectamente a los chicos y a mi tío que, al parecer, han vuelto a charlar inclinados hacia adelante.

Decido dejarme llevar y volver a disfrutar de lo que es bailar junto a Ali.

Siento una mirada en mi espalda y cuando miro sobre mi hombro descubro que el que me observa es Daniel. Vuelvo a girar la cabeza y decido ignorar todo lo que se me cruza por la mente. No quiero pensar en las ideas raras que ésa mirada provoca.

Cuando termina la canción que estamos bailando y comienza una nueva siento que alguien me pega en el brazo. Giro para ver quién es y, vaya sorpresa, ese imbécil que me golpea no es nada más ni nada menos que mi primo Noah.

Se inclina y me susurra al oído:

- ¡Pero que bella que está mi prima favorita!

Entre risas le contesto.

- ¡Mirá quién habla! Además, tonto, sabes perfectamente que soy tu ÚNICA prima. Así que el "favorita" está de más.

- ¡No seas aguafiestas!

Sólo atino a sacudir mi cabeza.

- ¿Sabés dónde está papá? Necesito hablar con él.

Sin decir nada le señalo hacia los sillones y veo como él se dirige hacia ellos.

Vuelvo a bailar con mi prima y, luego de que varias canciones pasan, empiezo a sentir calor por lo que levanto mi pelo y me hago una colita alta para que no me moleste tanto.

Entonces siento como alguien me agarra de la cintura y se pega a mi cuerpo.

Me suelto rápidamente del agarre del extraño y me giro para enfrentar al maldito que se atrevió a tocarme.

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