Capítulo cincuenta y seis

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Supongo que la vida cambió a partir de ahora. Es oficial y no hay como cambiarlo. Tampoco quisiera que esto cambie.

El ambiente está repleto de felicidad, eso se respira por todos lados y es increíble.

La ceremonia concluyó y pasamos a la fiesta. Cuando los novios dejaron el altar, todos se acercaron a saludarlos y a darles sus buenos deseos.

Jamás dejé de tener una sonrisa de alegría; verlos a los dos ser felices después de tanto tiempo es algo que no puedo describir.

Ver a mi hermano tan radiante es algo que me hace creer que hay una posibilidad. Que yo también puedo salir de este mundo turbio que me consume y que puedo encontrar mi final feliz. Luego de todo lo que pasamos sé que es algo que merecemos. Tanto mis hermanos como mamá y yo lo merecemos.

Solo pensar en ellos hayando esa olla de oro al final de su arcoiris me alegra la vida. Nuestros caminos por el arcoiris fueron diferentes y bastante duros pero todavía tengo fe en que encontraremos el final feliz.

¿Quién diría que mis hermanos llegarían a este momento de sus vidas? Solo de pensar que Logan encontró a su mujer ideal y de que James pronto será papá... ¡Dios! Me hace creer que estoy soñando. Nunca pensé que llegaría a vivir este momento con ellos.

Cuando era una niña y los veía pelear al igual que yo, me aterraba que algo les pasara y no pudiera verlos crecer. Siempre temí por ellos y deseaba que tuvieran la vida que sabía que yo no podría experimentar. Es una vida que, mientras mi padre respire, no tendré permitido tener.

“Solo podrás estar conmigo. No dejaré que te desvies de mis planes; incluso si eso implica mantenerte atada a mí”.

Cada vez que él veía que yo trataba de hacer algo por mí y para mí lo decía. Me lo dejó en claro más de una vez. Y debí prometerlo; prometí que estaría con él a cambio de la libertad.

Cuando tenía 13 años debí sacrificar mi vida por la de ellos.

Mi padre sabía que mis hermanos ya eran mayores y no obedecían a cada orden que él daba; eso lo hacía enfadar y se desquitaba conmigo. Y, claro, eso a los chicos no les gustaba ni un poco, lo que ocasionaba discusiones entre todos.

Entonces fue que lo negocié.

Si yo me quedaba y seguía sus órdenes él debía dejar a mis hermanos y a mi madre vivir en paz; debía dejar que ellos fueran felices.

Obviamente él no dudó en aceptarlo. Fue cuando comencé a alejar de a poco a mis hermanos de las peleas hasta que logré que salieran del todo. Ya no tendrían llamados que atender ni batallas que luchar. Los liberé de nuestro oscuro mundo y de nuestro padre.

Cuando ya no quedó nadie en casa más que yo fue cuando comencé lentamente a consumirme.

Muchas veces quise ser egoísta y hacer que ellos regresaran para no estar sola pero sabía que no era lo correcto.

Alejé todo y a todos; a mi familia y a mis amigos. Fui limpiando la vida de todos; saqué todo lo podrido que había, incluyéndome.

Me consumí y me enfoqué en los entrenamientos. Por un lado quería vivir y luchar por un día más pero, más veces de las que quiero pensar, quise rendirme. Quise dejar que mi oponente acabará conmigo de una vez por todas. Quise que me mataran más veces que el número que representa la cantidad de inhalaciones que una persona puede tomar en un solo día. Más de las que se toman en una semana o en un mes.

El dolor me consumió durante tanto tiempo que no sabía que hacer.

Me sentía como metida dentro de un gran lago, en lo profundo, y lo único que trajo de vuelta las ganas de continuar luchando contra el agua aún cuando sentía que me ahogaba, fueron ellos.

Mis ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora