CAPÍTULO 3

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Termine de entregarle el dinero a la dulce señora de grandes cachetes, una vez compre cuatro ranas de chocolate y dos pasteles de calabaza para lo que restaba del viaje, no es que fuera gorda, bueno tal vez si, pero el otro pastel quería que lo comiera Ginny, es su primer año y nunca los a probado. Comencé a caminar de regreso a mi vagón,
<<Ojalá que ya no estén esos hermanos ahí, por favor>>
Sería muy incomodo.

Guarde las ranas de chocolate en mi bolsillo y el pastel que me tocaba a mi lo llevé a mi boca dándole mordidas, cuando de pronto sentí una persona detrás mío. Normalmente cuando hay gente alrededor tuyo no interesa, comienza a importar cuando sientes que esa persona quiere que la notes.

—Se dicen que nosotros, los sangre pura, somos gentes especial pues preservamos las tradiciones de nuestra familia con honra y respeto.

Cerré mis ojos con irritación, se de quien se trataba con solo oír esa voz, ese orgullo, no era necesario ni voltear para imaginarlo, inflando el pecho creyendo que por ser sangre pura éramos mejores.
—Pero gente como tú, traidores de nuestro orgullo, traidores de sangre....son peores hasta que los mismos sangre sucia—escupió.

—Malfoy...—susurre entre dientes, casi sonó a un saludo, uno bien irritado.

—Yaxley, sangre pura como su madre aunque al igual que ella traicionera, cual palo tal astilla—voltee agresivamente topándomelo cara a cara, le dirigí una mirada de ironía con una sonrisa falsa, agradeciendo su hermosa compañía.

—Prefiero ser así—lo barrí descaradamente— que un maldito arrogante y cobarde...cual palo tal astilla—escupí molesta.

—Eres una maldita—Draco se acercó furioso, quedando muy peligrosamente cerca, con su mirada penetrandome sin apartarla—. Algún día estate segura de que lo pagaras, estás del lado equivocado Yaxley, te convendría aliarte con los tuyos de una vez por todas.

—A mi no me importa ningún lado niño mimado, me viene valiendo la gente que sea como tú.

Con mi mano puse distancia entre el y yo, alejando sus facciones de mi espacio personal.

—No quiero nada que ver con ustedes—sentencie.
Gire sobre mis pies y me aleje rápidamente de ahí. Cuando llegue al vagón, entre y me senté exhausta, ese niño de cabellos platinos siempre encontraba una manera de hacerme refunfuñar, desde que lo conozco no hace otra cosa más que pedirme que me junte con el, no, yo no quiero, no quiero formar parte de su bola de idiotas que se encarga de molestar a los demás.

—¿Porqué tan callada?—respingué sobre el cojín cuando me encontré con cuatro pares de ojos castaños mirándome fijamente. Abrí mis ojos sorprendida de ver sentada junto a la pelirroja a la Gryffindor sabelotodo.
—Vaya estem....Hola—salude removiéndome en mi asiento—. ¿Interrumpo algo?

—No—río un poco Hermione pasando de alto mi incomodidad—. Solo hablaba con Ginny, lo qué pasa es que no encuentro a Ron, ni a Harry en ninguna parte, de casualidad ¿tú los viste?—pregunto preocupada.

—No, en absoluto—respondí indiferente.

Hermione me miró extrañada, no entendiendo mi actitud tan repentina.

—____ no es de muchos amigos—comentó Ginny, levante mi ceja expectante—. Fue mamá—asentí comprendiendo que ella le había dicho.

La Black que se enamoró de Potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora