4. Una Verdad Por Revelar.

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    ¿A quién se le ocurre poner la clase de gimnasia a primera hora? Al profesor Humberto le gusta sacarnos todo el aire, lo que es fatal para gente con sobrepeso o para gente con la contextura demasiado delgada como yo. Este tipo ha conseguido que en repetidas ocasiones termine mareado.
    Bien hecho Humberto. Bien jugado.
    Nuestra camisa de gimnasia estaba toda sudada y sucia. Todos están igual, menos las mujeres, ellas solo tienen que correr un poco alrededor de la cancha de basket y luego sentarse a contemplar a los hombres que realizan los verdaderos ejercicios que necesitan de una gran agilidad física, aunque, creo que la mayoría de las mujeres se quedan viendo a los hombres más sexys haciendo flexiones de pecho y todo aquello que haga ver mucho mejor a sus músculos desarrollados. Phil no entraba en esa clase, ni Randall, ni Jasper, ni Erick (pero entraba en los apuestos), y yo peor.
    Terminé por sentarme al borde de la cancha y veía como Humberto junto a otros alumnos colocaban los postes y la red que usan para jugar volleyball.
    —Bien, yo jugaré —Anunció Phil entre un par de jadeos.
    —¿de dónde sacas tanta energía? —Intenté ponerme de pie. Ya estaba mareado y con la garganta muy seca.
    —De los entrenamientos de fútbol después de clases. Bueno los veo en clases —Phil corrió al centro de la cancha. Yo me puse de pie y caminé con Randall.
    —Te vez como la mierda.
    —Sí, no me lo recuerdes por favor —Miré a Humberto. Por suerte estaba interpretando el papel de un arbitro de volleyball.
    Bien, Mr. Esteroides estaba ocupado interpretando su papel, lo que significaba que era una muy buena oportunidad para escaparse un momento a la cafetería y comprar una magnifica botella con agua helada. Realmente moría por una de esas botellas. Agarré mi mochila y echamos a correr hasta la cafetería.
    Detesto las clases de gimnasia de Humberto, siempre son iguales: corres y saltas; cabe destacar que siempre es lo mismo pero con uno que otro nivel de dificultad. Creo que si tuviera un buen cuerpo no estaría muriendome y estaría jugando volleyball, cosa que no hago porque no soy fan de los deportes. Por un demonio, ¿por qué no nos dan música? Estoy satisfecho con que nos den clases de arte, pero la música también es arte. ¿De qué les sirve tener toda una sala de música si no van a llevarnos?
    —Es muy penoso saber que a nosotros no nos dan clase de Música —Bebí mi agua helada.
    —A los cursos inferiores a nosotros sí les dan música. Bachillerato es una mierda, como tú.
    —Ja-ja-ja. Qué gracioso, imbécil.
    Estábamos sentados en una de las mesas de la cafetería esperando a ver que Humberto deje ir a los demás. En una ocasión se pasó un poco más del tiempo, pero eso para algunos era una bendición divina, porque era como un segundo receso. Tal fue el caso que Fausto nos encontró vagando por los pasillos y pensó que estabamos fugados (aunque de hecho ese era el plan principal porque no teníamos reloj)
    —¿Qué hacen fuera de clases ustedes dos? —gritó Fausto.
    Me llené de nervios y no se me ocurría algo coherente para contestar, por suerte Randall se me adelantó.
    —Estábamos en clase de gimnasia, pero la hora ya acabó, ¿o me equívoco? —Randall simuló buscar algo en su mochila y murmuraba— Dónde dejé mi reloj.
    Estaba claro que mentía, como siempre. Él no tiene un maldito reloj.
    —¿No lo encuentras? —Le pregunté a Randall.
    —No. Diablos, creo que se me cayó... —Miró a Fausto— Profesor, usted tiene reloj y puede comprobar la hora.
Para nuestra suerte la hora de Humberto había acabado hace diez minutos, pero sin embargo, no creía que aún estábamos en gimnasia, lo que lo obligó ir a inspeccionar y ahí estaba nuestro curso, sólo por eso fuimos perdonados y Humberto fue regañado. Desde aquel entonces Humberto saca del gimnasio a nuestro curso a la hora puntual, sin minutos ni segundos de más. Lo más divertido es que nadie sospecha que la culpa la tuvimos nosotros.
No se enojen, era por vuestro bien.
    Randall siempre anda con una mirada de idiota, pero luego esa mirada se apagó cuando vio algo detrás mío. Quedé helado, no quería saber qué o quién apago la mirada de Randall, especulé a dos posibles opciones que causaron ese fenómeno: número uno, Fausto. Número dos, Humberto. Sea quién fuese debía mirarlo también.
    —¿Alice? —volí a mirar a Randall— Demonios, Viejo, pensé que era alguien más macabro.
    Alice no entró a la cafetería. Tal vez iba a entrar, pero se retractó al vernos.
    —Esa chica me da miedo. Tiene algo...
    —Ya dije macabro. No sigas bucando más palabras —Me crucé de brazos.
    Alice Meyer: Chica alta de piel casi pálida y muy delgada. Tiene una mirada apagada y su cabello es super negro. Encaja perfectamente como la chica que es asocial y que no tiene amigas. Posiblemente todo el mundo la ve como la rarita. En efecto, Cabo de describir a una chica emo, pero si me lo preguntan tiene unos rasgos faciales muy parecidos a los de Kristen Stewart.
    —Al menos es muy guapa —Bebí la última gota de mi agua.
    —¿Guapa? Oye, pero si parece qué estuviera muerta.
    Nos pusimos de pie.
    —Vamos Randall, no te hagas el idiota. Tú mismo aceptaste que te gustaba.
    Luego de que Penny me terminara Phil y Randall me buscaron una nueva chica, y una de ellas era Alice Miller, pero ella se interesó más en Randall que en mi, sin embargo, ella y yo somos amigos, o simplemente conocidos. Aunque, ella es muy reservada, por eso no es buena en conversaciones con gente extraña que acaba de conocer, es como si tuviera miedo. Para mí una persona así es adorable., Randall es un tonto que no sabe apreciar lo que la vida le ofrece, y no quiero mentir, pero me encantaría ser él en estos momentos.
    ¡Carajo!, ¿Pero de qué mierda hablo? Yo estoy andando con Rebecca.
    —Sí, lo acepté. Pero no sé por qué lo dije —se rascó la cabeza— Tal vez es la costumbre. Tú sabes que tengo alrededor de tres novias.
    —Eres un perro maldito —empujé a Randall por los pasillos- Esas cosas no se hacen, maldito infeliz.
Mi voz hacia eco por los pasillos.
    —Baja la voz —Randall se llevó un dedo a los labios y frunció el ceño— Alguien puede oirte.
    —Es verdad... ¿Qué me dices de tu familia? —Sonreí sádicamente— ¿Tú mamá sigue muerta?

Singular Delirio 2: Las Mentiras Más Bellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora