Singular Delirio 2: Las Mentiras Más Bellas.

31. Las Verdades Más Horrendas.

Dejamos de un lado nuestros rencores y por un momento olvidamos todo, olvidamos que nos metimos en problemas, olvidamos el colegio, olvidé que Rebecca existía, pero como dice Elizabeth, todo lo bueno acaba y lo malo también. Por un momento lo malo acabó, pero luego lo bueno también lo hizo y volvimos a la triste realidad.
    Habíamos ido a comer al McDonald's porque Randall ama la comida de ahí, y tuve que comprarle una hamburguesa porque olvidó su billetera.
    —Mas te vale pagarme mañana a primera hora —entregué el dinero a la cajera.
    Dije esas palabras sin imaginar que Randall Hawk esta vez fue derrotado, es decir, fue expulsado del Hylening y nunca más volverá a pisar el Instituto como un estudiante al menos. Debí saberlo, él estuvo todo el día con la mirada perdida y cuando se despidió fue como si fuese a emprender un largo viaje; Tenía una sonrisa super fingida.
    ¿Y si es mi culpa? Tal vez debí haber dicho una mentira para salvarnos a todos y nadie saliese perjudicado, pero ¿qué clase de mentira si tenían suficientes pruebas como para desenmascararnos? Ahora se ha ido uno de los amigos que me quedaba, mientras que Phil recordó su resentimiento y ya no se sentaba conmigo en el autobús.
    Rebecca está con Donald.
    Catherine me odia.
    Penny hace mucho que no siquiera me dedica una mirada.
    Maryse, Darla y Jane hacen como si ya no existiera.
    Mi familia luego de enterarse de lo de Rodrigo me consideran una desgracia. No lo dijeron así, pero Mr. James Thomas discutió con Elizabeth por mi culpa.
    —¿Ves como has criado a ese niño? —Mr. James Thomas gritaba.
    —¿Yo tengo la culpa? Pero si tu no has estado en la mayor parte de su vida, y yo he tenido que hacer de padre y madre —Elizabeth estaba furiosa— No es fácil criar a tres niños al mismo tiempo.
    —¿Por qué no pudiste criarlo como James?
    —¡Ya basta James!, el único culpable eres tú.
    Eso se escuchaba por toda la casa y me sentía un idiota. Unas lágrimas cayeron por mis mejillas mientras estaba acostado en mi cama deseando que el mundo se apiade de mi y que muera esa misma noche lluviosa.
    Ya no tengo nada.
    —¡Oye! —Alice golpeó la mesa de la cafetería en la que estaba sentado.
    —¿Qué sucede? —me quito los auriculares.
    —Te eshtaba preguntando por Randall —se sentó en la mesa— Desde ayer no me responde losh menshajes.
    Cerré mi libro porque se estaba avecinando una charla muy paulatina.
    —Fue expulsado —Contesté.
    —¿Qué? ¿por qué?
    —¿De casualidad viste u oiste sobre un tipo masturbandose?
    —Creo que todo el mundo sabe de eso —de cruzó de brazos.
    Creo que era la primera vez que Alice me habla fluidamente. De hecho también es la primera vez que está sola, o eso creo.
    —Bueno, fue Randall quién consiguió esas fotos por medio de un facebook falso... —me detuve. Por un momento empecé a sospechar de Alice. Primero estaba sola y luego quiere información de por qué Randall fue expulsado. Bueno, preguntar por Randall no es novedad, pero que esté sola sí es muy extraño— En fin, fue por eso.
    —Oh... —Alice miró al suelo.
    La mirada de Alice se llenó de decepción, como cuando Catherine me vio metido en el problema del hospital, cuando nos escapamos. Ella realmente quiere a Randall, pero ni siquiera sabe que Randall es un maldito que no ama a nadie y que juega con las mujeres.
    —¡Oye! —Otra vez ese oye exaltado.
    —Dime —La miré ya con disgusto por no dejarme continuar con mi lectura.
    —¿Estás escuchando a Laila? —Parecía que iba a sonreír, pero luego la comisura de sus labios de contrajo.
    —Sí, es una muy buena banda —Sonreí.
    —A mi me encanta esha banda —esta vez sonrió ligeramente— Las letras de sush canciones son muy profundas.
    Y entonces así empezó una larga charla sobre las canciones de Laila. Alice era una gran fan tanto como yo —quizás más que yo—, y conversamos sobre el concierto que realizarán el próximo mes, al cual no iría porque estaba en el ojo del huracán. Elizabeth no me permitiría salir y menos Mr. James Thomas.
    —Es complicado...
    —Entiendo —Alice apoyó sus manos en la mesa— Si voy te traeré un recuerdito.
    Alice era una chica muy linda y, probablemente, con unos bellos sentimientos. No merece ser víctima de Randall, y el único que ahora puede destruir esa ilusión soy yo... Caso contrario, si dejo que el tiempo pase va a sufrir tanto como yo, al menos cuando se entere que le es infiel y que tiene sexo casual todas las semanas. ¿Por qué todo esto es tan complejo?
    Alice está ahí mirándome... esperando algo, quizás un gracias de mi parte por querer traerme un recuerdito.
    Espero que esté haciendo lo correcto...
    —Alice, tengo que confesarte algo.
    Los rasgos faciales de Alice cambiaron a uno que demostraba ambigüedad.
    —Eres una persona muy simpática, y hasta me agaradas... —Es más difícil de lo que pensé, pero ya no hay vuelta atrás— Es por eso que debes saber que Randall no es para ti.
    —Aún no comprendo. ¿Por qué dices eso?
    —hace poco terminé con Rebecca, y me destrozó el corazón porque me fue infiel —cerré por un segundo mis ojos y suspiré— Y Randall te ha sido infiel. Te digo esto antes de que acabes destrozada como yo.
    Hubo un silencio entre los dos.
    —Alice, tú mereces algo mejor que Randall Hawk.
    —Está bien... gracias por decírmelo.
    Alice es como yo, es por eso que necesitaba ayudarla, porque verla me hace pensar en mí y en lo tonto que solía ser. La realidad duele, pero ¿entonces por qué decimos que la realidad supera a la ficción? Bueno, es la verdad, sin embargo en el fondo sabemos que preferimos a la ficción. ¿por qué? La pregunta es compleja pero la respuesta es simple, preferimos ver y oír lo que queremos y no ver y oír la realidad, porque la realidad duele y la Fantasía es sólo eso, algo que realmente no existe Y entonces las mentiras son las más bellas mientras que las verdades son las más horrendas.
    Somos tan complejos como los ejercicios de matemática, lo que también significa que tenemos solución sólo que hay que saber hallarla.
    —¿Puedo quedarme contigo? —su voz temblaba.
    Dudé.
    —Claro —abrí mi libro de nuevo.
    —¿Qué lees?