9. Carta del primer amor de Annie, un problema.

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Capítulo 9: Carta del primer amor de Annie, un problema.

-James… silencio, harás que sienta bonito y mañana me quitarás esas pocas ilusiones que tengo ahora.

-¿Podrías abrazarme?

-Yo…

-Por favor.

Rodeé mis brazos alrededor de su cuello y suspiré, comenzaba a sentir esas engañosas mariposas las cuales odiaba porque sabía perfectamente que significaban… pero no debería de importarme, él esta ebrio.

-¿Por qué actúas así conmigo en este momento? Solo lo haces porque estas ebrio.

-Probablemente, pero no me arrepiento. Aunque quizás mañana no recuerde nada de esto y vuelva a molestarte.

-Sí, es lo más seguro –sonreí.

-Sí lo hago… no me hagas caso.

-Bien.

-Annie…

-¿Sí?

-Duerme conmigo esta noche.

-Pero…

-Por favor, ¿Qué te cuesta?

-Si mañana amanezco aquí enloquecerás.

-¿Y qué? Sabes de antemano que tengo un mal carácter –rio-. Pero es algo que tengo dentro de mí, creo que así soy.

-Supongo que sí –acaricié su cabello-. ¿Puedo preguntarte algo?

-Aprovecha ahora que no tengo idea de lo que contestaré.

-¿En realidad estás celoso por que hablo con Logan?

-Es raro para mi… -suspiró- es extraño que me quites la atención que me tenías antes de que ese llegara por el simple hecho de que… me acostumbre a tu compañía.

-A ti te conocí primero y creo que me importas como para dejarte de hablar ¿Sabes?

-No importa, por más que me lo hagas saber nunca entenderé, soy un hombre demasiado celoso.

-Lo he notado –sonreí-. Ya ve a dormir, un día duro te espera mañana. Bueno… hoy, ya pasa de la media noche.

-Está bien y te pido que no dejes de hablarme.

-No lo haré, no podría –sonrió.

James tomó una de mis manos y mis mejillas comenzaron a tornarse rojas. No color durazno, no color melón… exactamente rojas. Me acomodé en mi almohada como pude y el comenzó a roncar a los pocos minutos.

-Cierra la boca James, no me dejarás dormir –susurré-. Pero está bien… te lo perdono esta vez.

-

Salí a preparar un vaso de leche con algunos dulces, sería para que James se le pasara la resaca que tendría. No tenía pensado preguntarle lo que paso anoche, quizás solo fue un malentendido. Fui de nuevo a mi habitación y él aún no se levantaba, ya pasaban de las once y según el mensaje le entregaría el auto a su madre en la mañana, pero aun así en su teléfono no tenía ninguna llamada perdida y/o mensaje sin leer. Decidí sentarme a su lado a esperar que el chico abriera los ojos, no tardó mucho en hacerlo. Cerré mis ventanas para que no entrara la luz del sol y lo encandilara.

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