Me separé de él, observándolo con atención. Una pequeña O se formó en mi boca al instante.
-¿Qué? –Me pregunta, con una sonrisa en sus labios.
-No es nada –Me encojo de hombros y sonrío levemente-. ¿Puedo comer lo que quiera?
-Sí, excepto mis pingüinos.
-Que lastima, los quiero.
Hizo un puchero-. ¿De verdad los quieres? –Los tomó, extendiéndolos hacia mí.
-Oh… no, solo bromeaba –Reí.
-No, ahora los comerás.
-No, dije que era una broma.
Continuaba extendiendo aquellos pingüinos-. Annet, no hagas que te los comas a la fuerza.
-James, dije que era una broma.
-Hmm –Frotó su barbilla con sus dedos, achicando finamente sus ojos lo cual provocó que mis nervios se activaran-. Al menos come uno.
-Solo uno.
-Dos.
-Uno, James.
-¿Tres quizás?
-James... solo vienen dos.
-¿Todos?
-¡Uno!
-Ay, no me grites.
-Solo uno, ya te dije.
-…
-¿Qué?
-¿Dos?
Rodé los ojos-. Uno.
Sonrió ampliamente de oreja a oreja como un niño pequeño y me entregó aquel pingüino. Sonreí ante tal acción. Yo dije que sería dura con él, pero vamos… ¿Quién lo sería después de que recorrió el mundo y trabajó para poder verme? Quizás Logan tenía razón, él cambió… y mucho.
-Annie –Susurra y lo observo con atención-. Me preguntaba sí… Podemos hablar con tu madre después.
-¿Se puede saber por qué?
-Hmm… Estaba pensando sí… ¿Por qué es tan complicado decir esto?
-Creo que es difícil depende de lo que dirás –Doy un mordisco a mi pingüino y espero a que él hable, aunque de verdad… Espero que no cambie de opinión a sea lo que sea que esté pensando y le resulta complicado decir.
-¿Podemos ir a cenar?
Me congelo al instante.
-No –Digo secamente y su rostro se tensa-. No pienso ir si me darás betabel –Rio y me encogí de hombros.
-Sin betabel –Me guiña un ojo y quiero desmayarme.
-¿De verdad?
-¿Acaso eres sorda? Sí, ya lo sabes. Sí te lo digo… -Lo interrumpo.
-Es por algo, ya sé –Reí bajito.