Capítulo 2 "Sobrinos. Contra la espada y la pared"

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- Pasajeros a bordo del vuelo 402, con destino Melbourne, Australia, favor abrocharse el cinturón de seguridad. En pocos momentos estaremos aterrizando---dijo el piloto de la aeronave. Resoplé un poco e hice lo que él dijo. Reposé mi cabeza en el espaldar del asiento. Me sentía un poco inquieta. Estos dos días que pasé en Portugal no me permití pensar en los asuntos relacionados con Cristian. Ni siquiera en las pequeñas emociones que se produjeron en mí. No debía tener esa gran debilidad.

Sin embargo, ahora me arrepiento de no haberlo hecho. No tenía ni la menor idea de lo que me conseguiría. Jamás he tenido niños cerca. Son como pequeños monstruos extraterrestres que solo saben llorar, comer y fastidiar la paciencia. Y con todo el trabajo que tengo, además de mis reuniones sociales, no sería capaz de lidiar con eso. Aunque... podría enviarlos a los dos a un internado. Los dejaría allí para que los cuiden y enseñen. Buscaría al mejor claro está. Ellos son Montenegro. Y los Montenegro deben tener lo mejor.

Una hora después, ya estaba iba en un taxi con la dirección que me envió por correo el abogado Yang. Según el conductor, solo estaba a cuarenta minutos de distancia. Al parecer, Cristian vivía en las afueras de la ciudad. Mientras iba en camino, me puse a revisar mi correo electrónico y los mensajes de actualización que me enviaba cada dos horas Benzon. Me acordé del internado y lo llamé, al tercer repique descolgó.

- Srta. Montenegro ¿Cómo estuvo su viaje?---preguntó Benzon en tono neutro. Eso era lo que me gustaba de él. Era el mejor secretario y asistente que pudiera haber. Antes de él, tuve siete secretarios, cuatro mujeres y tres hombres, pero ninguno pudo con mis exigencias. Solo Benzon ha podido hacerlo, y es el que más ha durado, casi dos años. Además, que mantiene todo oculto y nunca transmite sus emociones y si algún día cambia eso, simplemente lo despido. No puedo tener un personal lleno de sentimentalismo.

- Muy bien, gracias---dije neutra---Benzon necesito que busques el mejor internado de Europa. No repares en costo. Son para dos niños, uno de 7 años y otra de 5 años.

- ¿Niños?---se le escapó en la pregunta con sorpresa

- Si Benzon, niños---dije irritada. No quería que supiera, pero muy pronto sabría igual---me haré cargo de los hijos de... mi hermano. Así que ahora necesito que me busques el mejor internado de Europa.

- Muy bien señorita. Al final del día le estaré enviando a su correo toda la información---respondió Benzon nuevamente con voz neutra.

- Lo espero--dije colgando la llamada telefónica. Terminé de revisar mi correo y recosté mi cabeza en el asiento. Estaba cansada. La presión del trabajo, los cambios de horarios y el asunto de Cristian, me tenía agotada. Sin embargo, con una buena bebida energizante se acababa todo, como siempre sucedía. Cerré los ojos para descansar unos minutos.

- ¡Señorita despierte!---exclamó una voz a lo lejos. Recordé donde estaba y abrí mis ojos de golpe. El taxista me miraba tranquilo mientras me hacía señas por la ventana. Ya habíamos llegado.

- Gracias señor---dije abriendo mi monedero para pagar el viaje. Luego agarré mi pequeño bolso y salí del taxi. Al observar el hogar de Cristian, quedé impactada. No me lo podía creer. Al frente de mí, había una casa relativamente mediana, con una fachada simple de dos plantas y un jardín lleno de flores. "¿Qué es esto?" pensé mortificada. ¿Cómo es posible que una pareja tenga un patrimonio de 100 millones de dólares y ella sea la principal inversionista de dos grandes empresas, vivieran en una casa tan común y corriente? Apreté los labios y me encaminé hacia la puerta principal y toqué el timbre. Solo tardaron varios segundos cuando una señora mayor, quizás de unos 70 años, me abrió la puerta, con una media sonrisa.

- ¡Oh no puede ser, pero si es idéntica!---exclamó la señora mayor abrazándome---Carlota Montenegro---dijo acariciando mi mejilla---ya preparé todo. Lee ya me había comentado que vendría hoy. Así que pase al vestíbulo. Los niños están en la cocina---terminó diciendo la señora. Yo estaba muy sorprendida. Jamás, nadie se había atrevido a abrazarme. Menos un desconocido.

La Oscuridad de mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora