La oscuridad me engullía por completo. No veía nada. La negrura me abrazaba con firmeza. Tenía miedo. Quise correr. Buscar alguna luz, pero no avanzaba hacia algún lado. Mis cinco sentidos estaban como muertos. Solo me avasallaba un miedo atroz. "Ayuda" quise gritar, pero sabía muy bien que nadie lo haría. Desde hace muchos años que estoy sola. Lo único que me quedaba por hacer era dejar que la oscuridad me cubriera completamente. Mi mente, cuerpo, corazón y alma ya no tienen salvación. Solo dejar que mi corazón se termine de marchitar como una vieja flor, y que mi último aliento... exhale... sin... va...ci...la...ción...
Me desperté con la respiración agitada. Rodeé con las manos mi cuello y tranquilicé mi pulso. Alcé mis piernas a mi costado y sostuve mi cabeza en ella. Aun podía sentir el miedo correr por mis huesos. Era como si el sueño hubiese sido real. Pasé mis manos por el cabello y volví a acostarme. Me sentía mal. Había pasado mucho tiempo que no tenía sueños semejantes. "Aunque nada como este" pensé con los ojos cerrados. Estuve un rato acostada en la cama aunque sin dormir. Revisé la hora y me estiré. Había dormido demás. Ya eran las 10 de la mañana. Escuché el sonido de mi teléfono y atendí la llamada.
- Montenegro-- contesté levantándome de la cama
- Hola Carlota. Buenos días---dijo una voz risueña
- Sra. Julie---dije como saludo
- La llamaba para preguntarle a qué hora vendría, porque de los servicios sociales me llamaron y dijeron que estarían aquí dentro de una hora---dijo Julie con voz ansiosa---Carlota, los servicios sociales de aquí son un poco exigentes, así que... Hmm... Por favor, me gustaría que llegara... temprano---dijo nerviosa
- ¡Dios mío! Esa gente es peor que una espina en el trasero---dije molesta caminando hacia el baño--- Muy bien Sra. Julie estaré ahí dentro de cuarenta minutos.
- Entonces nos vemos ahora Carlota---dijo Julie con voz más tranquila---hasta luego---Colgué el teléfono y lo lancé a la cama. Aún estaba cansada, pero tenía el presentimiento que en la noche estaría peor. Abrí la regadera de la bañera y me desahogué en el agua.
***
Cuarenta y cinco minutos después ya estaba tocando la puerta de la casa de Cristian. Miré por última vez mi vestuario y verifiqué que todo estuviera en su sitio. La falda ajustada, larga y negra combinaba con la camisa de lino blanco. "Menos mal no se arrugaron en ese horrible taxi" pensé observando mi reflejo en la ventana. Vi que un pequeño mechón se soltó de coleta alta, así que me la volví a hacer rápidamente. Nada debe estar fuera de lugar. Ni un ápice de cabello. Minutos después abrieron la puerta. Esperé el mismo recibimiento efusivo de ayer por parte de la Sra. Julie, pero me encontré con la cara de póquer de Sebastián.
- Buenos días Sra. Carlota---exclamó él con voz queda. Se notaba a leguas que no me quería. No me decía tía---Nana está en la cocina preparando unos bollos de canela.
- Buenos días Sebastián, no soy señora--dije incómoda. Pasé al vestíbulo y él cerró la puerta tras de mí. No me dirigió la palabra y solo se sentó en el sofá a leer un libro. Yo no supe que hacer, hasta que escuché como la Sra. Julie me llamaba de la cocina, así que fui hasta ahí. Al entrar, vi que ella llevaba un delantal y unos guantes frente al horno. Ella al verme, sonrió cariñosamente y se acercó a mí para abrazarme, pero se contuvo al ver mi vestuario.
- Mejor no lo hago---dijo con una pequeña sonrisa---podría ensuciar esa ropa tan hermosa que lleva---solo asentí con la cabeza--- estoy preparando unos bollos de canela, espero que le gusten---quise decirle que no como nada de grasa y carbohidratos, pero al ver su inocente y cariñosa sonrisa me contuve. No sé por qué. De mi mente no se iba la imagen de ayer. Suprimí toda emoción y enfoqué mis ojos en la cocina. Pensé que me conseguiría a Diana aquí.
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La Oscuridad de mi Corazón
RomanceCarlota Montenegro es una arpía sin corazón, todo el mundo lo sabe, incluso ella está orgullosa de serlo. Su lema es "sin compasión, vivirás en la gloria", pero, ¿qué pasaría si la muerte de su hermano exiliado, cambia su estilo de vida contra su vo...