- ¿Falta mucho?---pregunté cansada
- No---me respondió Damien sin verme. Su mirada estaba clavada en la autopista. Los niños dormían en el asiento de atrás. Suspiré y clavé los ojos en el paisaje que se veía a través de mi ventana. Llevábamos conduciendo desde hace cinco horas y aun no llegábamos. La Sra. Julie no vino y eso me tenía preocupada. ¿Quién manejará a los niños? A buena hora se tenía que enfermar su nieto. Volví a suspirar--- ¿puedes dejar de hacer eso?---exclamó Damien irritado---es un incordio escucharte a cada rato suspirar por la ventana. Hazte la idea cariño. Ya estamos muy cerca del campo y te la tienes que aguantar al igual que tus zapatos Jimmy Choo.
- ¿Cómo sabes que son Jimmy Choo?---pregunté curiosa
- Porque... a mi hermana le encantan y hace que se los compre como regalo de cumpleaños todos los años---respondió Damien con un tono indeciso.
- Supongo que imitaciones---dije sin emoción--porque con tu sueldo, dudo mucho que puedas pagarlos
- Si eso crees---contestó él seco y con la boca tensa
- ¡Oye! No te molestes---exclamé a la defensiva--- solo dije tu realidad
- Mejor haz silencio Carlota---comentó Damien muy tenso. Cerré la boca y miré otra vez por la ventana. Seguimos en la vía por lo menos unos cuarenta y cinco minutos más, hasta que nos desviamos por una entrada llena de flores. Había un letrero que decía "Familia Montenegro Goncalves". Damien se bajó para abrir la verja de hierro.
- Niños despierten---me volteé a verlos---Diana, Sebastián, despierten. Ya llegamos--vi como los dos niños se pasaban las manos por los ojos.
- ¿Ya llegamos?---preguntó Diana adormilada
- Sí---respondí acomodándome en mi asiento
Vi como Damien abría la verja, caminaba nuevamente al auto y conducía a través de los terrenos de Cristian. Todo era tan... grande y tan parecido a la de mis sueños de niñez. Tenía un jardín enorme y muy bien cuidado. Habían arbustos floreados y árboles grandísimos, que seguro eran muy viejos. Recorrimos por lo menos dos kilómetros de camino, hasta que llegamos a una mansión. A lo lejos se podía ver que era una maravilla. Tenía dos pisos y era bastante amplia. Todo el frente estaba cubierto por balcones y de las barandas sobresalían enredaderas floreadas. Simplemente era magnífica. Y se parecía tanto a la que le describía a Cristian cuando éramos pequeños, que no pude evitar que se formara un nudo en mi garganta.
Cuándo estábamos más cerca de la fuente de agua, Damien se estacionó cerca de ella. Me quedé muda de la impresión. "Ya sabía yo que tendrían algo ostentoso" pensé cínica mientras me bajaba de auto. Seguí observando el frente de la casa. No me lo podía creer.
Diana y Sebastián se bajaron corriendo y subieron las escaleras para entrar a la casa. En ese mismo instante se abrieron las puertas y salió una mujer de unos 40 años, quizás. Llevaba una ropa muy sencilla y el cabello sujeto en una cola de caballo. Abrazó a los niños como si fueran suyos y ellos le respondieron de tal forma. Damien ya había bajado todas las maletas.
- Carlota ya que pareces una marmota ahí parada viendo la casa, como si nunca habías visto una---comentó Damien burlonamente---agradecería que me ayudaras a llevar las maletas---salí de mi estupor momentáneo. Aparté la mirada de los niños y observé a Damien, quien estaba recostado al auto con los brazos cruzados y una sonrisa burlona.
- ¿Yo?---respondí sorprendida. Luego sonreí de forma altanera--- ni que fuese un botones. Sé que puedes solito Damien---lo dejé ahí parado con sonrisa aún más grande. Rechiné los dientes y caminé hacia la puerta. Damien venía tras de mi con las maletas. La mujer nos esperaba con una sonrisa en la cara. Los niños ya habían entrado a la casa.
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La Oscuridad de mi Corazón
Roman d'amourCarlota Montenegro es una arpía sin corazón, todo el mundo lo sabe, incluso ella está orgullosa de serlo. Su lema es "sin compasión, vivirás en la gloria", pero, ¿qué pasaría si la muerte de su hermano exiliado, cambia su estilo de vida contra su vo...