Capítulo 5 "Fiebre y nuevos planes"

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Solo veía su espalda dejándome atrás. Corrí con todas mis fuerzas tras de él----¡NO ME DEJES CON ELLOS! --- grité a todo pulmón, pero él nunca se volteó a verme. La oscuridad consumió su espalda y dejé de correr. Ya no podía hacer nada. Simplemente me dejó. Me abandonó. Lloré sin parar hasta que de mis ojos no salieron más lágrimas. Me observé las manos y los brazos y me asusté. Estaban llenas de sangre. Vi mis pies y había un río de sangre. Temblaba de miedo. Odiaba la sangre. La sangre siguió subiendo hasta que me llegó a la barbilla. No tenía a donde ir. Algo en el fondo haló mi pierna y di mi último respiro hasta ahogarme con la sangre.

Me desperté tosiendo y yendo hasta el baño para vomitar. Las arcadas no paraban. Al terminar fui al lavamanos y me enjuagué la boca. Me lavé la cara y me miré al espejo. Tenía la cara pálida y la cabeza me daba vueltas. Como pude, me devolví a mi cama y me acosté. Tenía escalofríos y me dolían los huesos. Me arropé con la cobija como una oruga y cerré los ojos, pero los abrí de golpe. Tenía miedo de dormir. Aunque, si me tomara dos o tres pastillas más, no tenga pesadillas. Mientras meditaba mi decisión, temblaba de frío. Al final decidí no moverme. Me dolía todo y el frío me carcomía. Y por no dormir, no hay problema, porque si he durado tres días en no hacerlo, no moriré por un día. Así que para ocupar mi mente, me imaginé un amplio claro lleno de muchas flores silvestres. Imaginé que el viento corría a través de mis dedos y que alborotaba mis cabellos. Cerré los ojos y dejé que la naturaleza me llenara. Sin embargo, hay algo que no estoy imaginando. Una mano acariciando mis cabellos. Abro los ojos y veo a la pequeña Diana sentada en mi cama, mientras me acariciaba con su pequeña mano. Me sorprendí enormemente. Los párpados me pesaban, pero los mantuve abiertos.

- ¿Qué haces aquí Diana? Debes estar durmiendo----dije susurrando. Me dolía hasta el alma.

- Estas enfermita---exclamó ella triste---escuché tu llanto. Así que vine---Diana se acostó a mi lado---mami siempre hacía esto cuando yo estaba enfermita--- siguió acariciando mis cabellos. Me relajé un poco---Así que duérmete tía Charllota. Yo cuidaré de ti---sonreí por sus palabras. Era algo inocente, pero solo una persona me lo había prometido y no lo cumplió. Y que ahora una niña de 5 años dijera que me cuidaría, yo, una mujer de 26 años, me da un poco de diversión. "¿Quién cuida a quién?" pensé somnolienta. Miré su serio rostro y me sentí un poco... bien.

- Gracias Diana---susurré---pero cuando me duerma, te vas a tu habitación a dormir. Yo soy una mujer muy fuerte. Ya mañana estaré bien ¿me lo prometes pequeña?

- Si tía Charllota--respondió ella sonriendo

- Muy bien---cerré los ojos. Sé que bajé la guardia, pero no pasaba nada si lo hacía por unos minutos.

****

El ruido de la cocina fue lo que me despertó. Miré la hora y vi que apenas eran las tres de la mañana. Busqué algo para defenderme, pero no había nada, salvo una lámpara. Lo tomé y silenciosamente salí hacia la cocina. La luz estaba encendida. Caminé despacio creyendo que habían entrado a la casa, pero me alivié cuando escuché las voces de los pequeños.

- ¡Apúrate Sebas!---exclamó Diana molesta

- Diana no alcanzo el hielo---replicó Sebastián molesto también

- Pero es que tía Charllota lo necesita---cuando escuché eso me alarmé

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué le sucede a su tía Carlota?---pregunté acercándome a ellos. Ambos niños me mirón sorprendidos, pero se relajaron visiblemente

- Está enfermita, tío dada---comentó Diana triste

- Diana me despertó hace un rato para buscar un balde agua, porque... tía Carlota tiene fiebre. Así que ella quiere que le busque lo que mamá nos daba---exclamó Sebastián alzando los hombros

La Oscuridad de mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora