VIII

2.8K 575 124
                                        

Soy de lo peor, soy de lo peor, soy de lo peor...

"Tiene que prometerme que no se va a alejar de mí"

–D-disculpe, ¿no habrá visto a un joven un poco más bajo que yo con el cabello alborotado y ojos muy muy lindos?– Le pregunté a todas las personas que pasaban por mi camino pero nadie sabía nada.

"Confío en ti"

Cuando ya estaba empezando a entrar en desesperación, me pareció escuchar una voz conocida.
Me acerqué corriendo a la niña con su madre que habían pasado cerca de nosotros hace algunos momentos mientras ambas me veían confundidas.

–E-el joven que estaba conmigo...– Dije casi sin aliento– ¿L-lo habrán visto?

Por favor, aunque sea una pequeña pista.
Si algo le llegara a pasar, yo...

–¡Ah! ¡Ya lo recuerdo!– Dijo la niña de repente–. El chico de ojos lindos ¿cierto?

–¡Si! ¡Ese!– Exclamé con alegría de por fin haber encontrado algo.

–Yo vi como se lo llevaba un chico de pelo negro y alas– Dijo la pequeña a lo que su madre la regañó por andar mintiendo– ¡Pero mamá, es cierto! ¡Estoy segura de que le vi unas alas negras!

–¿U-un chico con alas?– Dije tratando de asimilar la información– ¿Dónde? ¿Hacía donde se lo llevó?

Ella apuntó con su pequeño dedo hacía la cima de la montaña rusa a la que hace poco me había subido.
Tragué pesado y luego me dispuse a ir al lugar indicado, pero por supuesto no sin antes despedirme de mi pequeña informante.

Cuando ya llevaba un buen trecho corriendo, tuve una extraña sensación.
Una sensación que estaba seguro había sentido antes.

La noche en que Akaashi llegó a mi departamento brotó en mi mente justo en el momento en que una daga pasó rozando mi mejilla.

Pude sentir la sangre sin necesidad de tocarme la herida y, al ver alrededor, pude comprobar el presentimiento que tenía.
Era idéntico a aquella noche.
Como si el tiempo de todo y todos se hubiera detenido a excepción del mío.

–Bokuto Kotarou.

Tuve un escalofrío al escuchar mi nombre con ese tinte de autoridad.
Volteé mi cabeza al dueño de aquella voz y, probablemente, de la daga también.

Alas.
Pero éstas eran completamente distintas a las de mi huésped.
Eran de un blanco intenso que irradiaba pureza y parsimonia, sin embargo, también tenían un aire de superioridad y poder que me hacía temerles.

~•~

–Déjame ir– Le dije con seriedad mirándolo a los ojos.

–Lo siento, pero no puedo hacer eso– Me dijo con su característica sonrisa gatuna– Le prometí que te mantendría aquí hasta que termine.

Apreté entre mis manos las ataduras que me mantenían preso en la cumbre de la montaña rusa de hace poco.
Antes, la cercanía con el cielo me había parecido cálida y reconfortante, pero ahora, solo me producía una sensación asfixiante.

–No te atrevas, Kuroo– Lo desafié– Si se atreven a hacerle daño, yo...

Él me quedó mirando unos instantes y se largó a reír.

–A decir verdad, cuando Kei me lo dijo me costó mucho creerle, hablamos de ti después de todo, el señor amo y respiro responsabilidad– Dijo con burla– Pero ahora que te veo puedo comprobarlo.

Yo traté de ocultar las alas negras que tuve que hacer aparecer hace poco y apreté los labios.

–Y pensar que todo fue por culpa de un humano– Dijo negando con la cabeza.

–No es de tu incumbencia, Kuroo–Dije con enojo mal disimulado.

–Lo sé– Dijo mientras se acercaba a mí hasta terminar frente a frente, sus alas me cubrían parte del paisaje de alrededor–. Pero me da curiosidad, ¿por qué un humano?. Son impredecibles, arrogantes, entre muchas cosas más. Toma el ejemplo del tuyo, ¿que acaso no te había prometido que no se apartaría de ti? Gracias a eso estuviste apunto de...

–Ya te lo dije, no es de tu incumbencia– Repetí esta vez con un tono más suave, como tratando de hacerlo comprender–. Es curioso que seas tú quien lo cuestione...Fueron mis acciones las que me terminaron trayendo a donde estoy, pero no me arrepiento de ellas– Dije con una leve sonrisa y levantando la mirada a sus ojos– Si volviera al pasado, terminaría eligiéndolo a él una y otra vez.

El azabache me quedó mirando estupefacto por unos segundos y después me liberó de mis ataduras con un fugaz movimiento.

–Nunca fui bueno para ganarte en argumentos– Dijo sonriendo– Si él te pregunta, fui vilmente amenazado por tus superpoderes.

-Kuroo, ambos somos demonios, ninguno de los dos tiene superpoderes– Le dije con reproche, pero en el fondo le agradecía enormemente su ayuda.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora