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–Conque aquí estabas– Dije acercándome a su lado en la azotea del edificio.

Él me observó unos segundos con sus inquisitivos ojos dorados puestos en mis movimientos y, después, volvió la vista nuevamente hacía el paisaje. Tenía sus blancas alas replegadas como quién no quiere alzar vuelo y su mirada daba a entender que, aunque tuviera un impresionante paisaje nocturno en frente suyo, tenía la mente en otra parte.

–¿Cómo está?– Preguntó con un leve tono de voz que, tras tanto tiempo conociéndolo, sabía que era sinónimo de preocupación.

–Ahora ya estaba mejor, Bokuto se quedó junto a él– Le respondí mientras me tiraba en el suelo para ver mejor el paisaje nocturno.

Él frunció el ceño sin despegar la vista de la gente en la calle.

–¿Ahora lo llamas por el nombre? Para empezar fue culpa suya que haya terminado así– Dijo sin disimular su enojo.

–Él no sabía las consecuencias que podría traer el separarse de Akaashi aunque sea unos momentos...

Kei me miró con espanto por unos segundos.

–Tetsurou, no me digas que tú...

–¿Ah?– Me costó un poco entender a lo que iba hasta que me di cuenta–. No, no– Dije moviendo la mano– No te preocupes, no le dije nada acerca de la condena, sólo le dije que no podía dejarlo solo o terminaría pasando algo similar.

–Ya veo...– Dijo volviendo a su semblante de antes.

Pasamos unos momentos así hasta que las palabras que estaba guardando comenzaron a brotar por inercia de mis labios.

–Kei, tú...aún te sientes culpable ¿no es cierto?– Él se quedó callado ante mi pregunta, por lo que asumí que estaba en lo correcto.

–Yo...no quería que esto pasara...solo deseaba que Akaashi-san abriera los ojos y se diera cuenta de que estaba equivocado– Dijo apretando los puños.

"Si volviera al pasado, terminaría eligiéndolo a él una y otra vez".

Acerqué mi mano hasta la de él e hice que la relajara poco a poco.

–Yo no creo que esté equivocado– Dije con una media sonrisa–. Porque si él lo está, entonces nosotros también.

Eso lo hizo sonreír levemente.

–Lo sé...

–Akaashi fue uno de los pocos que nos apoyó cuando más lo necesitábamos, ahora es nuestro turno ¿no crees?

–Odio cuando usas esa clase de argumentos– Dijo entrecerrando los ojos y luego suspirando–. Porque tienes razón.

–Siempre la tengo– Dije dándole una sonrisa inocente.

–¿Como cuando pensabas que a Akaashi-san en vez de gustarle el humano le gustaba el gato?– Dijo sarcástico.

–Oye, ese gato tenía su encanto– Dije con rostro serio a lo que él solo rodó los ojos.

–Solo hay una cosa que me mantiene inquieto– Añadió de repente– Y es que los ojos que Akaashi-san tiene ahora ya no son los de un ser sobrenatural...

–Son los de un humano– Completé su oración con un tinte de tristeza.

El tiempo se está acabando...

~•~

Vi como iba abriendo los ojos lentamente y, luego, cómo una expresión de sorpresa se formaba en su rostro tratando de ser disimulada.

Había logrado traerlo hasta el departamento con la ayuda del demonio que se hacía llamar Kuroo (al parecer él no tuvo problema en decirme su nombre) aunque yo lo hubiera llevado directamente al hospital. Sin embargo, el demonio de modos gatunos me dijo que no hubiera servido de nada, que aunque parezcan síntomas humanos nuestra medicina no podría curarlo.

Me sentí frustrado.
Inútil.
Culpable.

No estaba seguro de las razones pero Kuroo me advirtió que lo mismo podía pasar si me volvía a alejar de él.
De seguro era relacionado a todo eso que habían hablado acerca de una "condena" y que al parecer nadie quiere decirme de qué trata.

No lo entendía.
No lo entendía, pero...

–Bokuto-san, usted me había dicho que solo las personas que se quieren mucho pueden dormir juntos en una cama– Me dijo con una leve mirada de reproche pero que ocultaba un pequeño sonrojo en sus mejillas.

Lo miré unos momentos más recostado a mi lado, dándome el tiempo de posar mi mirada en el efecto que generaban sus delicadas pestañas al caer junto a sus párpados y la suave línea que se formaba cuando juntaba sus labios.

Querida madre, ¿están mal estos sentimientos que tengo?
¿Qué consejo me habrías dado si aún estuvieras aquí?

No me di cuenta de lo que estaba empezando a sentir hasta que el miedo a perderlo fue más grande.
¿En qué momento pasó?

No lo sé, no sé nada acerca de él ni de mí mismo, pero...

–Si, eso fue lo que dije– Y me quedé recostado a su lado hasta que mis ojos perdieron con el sueño acumulado.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora