XXI

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Kuroo, necesito pedirte un favorDije con voz decidida frente al azabache que me observaba con un tinte de sorpresa en sus ojos.

De acuerdoSoltó tan de repente que lo quedé mirando estupefacto.

–¿No me preguntarás nada?

Él solo levantó los hombros como aligerando el tema mientras sonreía divertido.

No estoy en posición de exigirte nada, tú no nos pediste explicaciones cuando te pedimos guardar el secreto de nuestra relación y los demonios podemos ser rastreros y crueles pero siempre pagamos lo que debemos.

Un demonio ¿eh?Susurré para mismo bajando la mirada– ¿Te arrepientes de haberte convertido en uno?

Kuroo rió irónico ante mi comentario pero, aún en la oscuridad con la que lo cubrían sus alas, podía ver un leve destello de tristeza brillar en sus ojos.

La línea que separa a los ángeles de los demonios es muy delgada como para ser cruzada solo por haber dejado que un humano viva más tiempo que el que tenía escritoTerminó por decir juntando los párpados perdido momentáneamente en sus recuerdos–. ¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres que haga?– Preguntó volviendo a su personalidad de siempre mientras se estiraba con pereza.

Apreté los puños mientras dejaba pasar por mi cabeza diversas imágenes de la persona que me había terminado por cautivar con su sonrisa, dejando que mis decisiones acabaran por llevarme hasta donde estaba en esos momentos.

Mañana encárgate de distraer a Tsukishima todo lo que puedasDije ya determinado a no volver atrás.

Kuroo se me quedó mirando unos momentos y después suspiró.

No sé porqué presiento de que estás apunto de cometer alguna locura...

Le respondí con un silencio que estoy seguro que entendió a la perfección, siendo él también un ángel que cayó enamorado de un humano y que terminó condenado a ver cómo el alma de quién había intentado salvar ardía en las llamas del infierno sin poder hacer nada para remediarlo.

–¿Alguna vez lo olvidaste...a Kenma-san?Le pregunté con un leve tono de voz como tratando de no quebrar el aura del ambiente.

Él se quedó en silencio unos momentos viendo a la lejanía.

No, por algo mis alas continúan negras y sin poder volver a cruzar el umbral del cielo– Respondió posando la vista con cierto remordimiento hacía el manto azul que nos cubría, después aligero su gesto y levantó la comisura de los labios–, pero gracias a Kei me di cuenta que amar nunca fue un pecado y que ya sea una lenta eternidad o una fortuita alegría mientras tengas a quién te haga sentir vivo a tu lado nada más importará.

Sonreí ante sus palabras dejando que la nada coherente idea que había creado siguiera su curso indiferente a todo lo demás.

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Recuerdo que aquel día el cielo parecía más oscuro de lo habitual, como si intentara advertirme que el precio que tendría que pagar por lo que estaba a punto de hacer sobrepasaría lo que podía retribuir.

Kuroo había cumplido con lo que le había pedido, así que no tuve que preocuparme de que Tsukishima interviniera con los planes que tenía.

Antes de que me diera cuenta, los minutos ya estaban avanzando hasta la hora que estaba predicha y entonces fue que rompí la primera regla, hice desaparecer mis alas y me presenté frente a él por primera vez.

Recuerdo los escalofríos que me hizo sentir el escuchar su voz en primer plano junto a sus ojos tan cerca de mí mientras simulaba estar herido en el camino que daba hasta su casa.

Todo estaría bien si él se quedaba a mi lado atendiéndome, ya que así evitaría que llegara temprano a casa y le propusiera a Bokuto Kirika salir dar un paseo que terminaría con ambos muertos cuando aquel camión se saliera de control en el camino.

Todo estaría bien...

Me convertiría en un demonio por haber intervenido en el tiempo de los humanos, pero eso no importaba, porque haría todo lo que estuviera a mi alcance para protegerlo.

Su risa, su alegría, su amabilidad, su todo...

Una voz que yo conocía muy bien me sacó de mis pensamientos haciendo que volteara la mirada hasta la mujer de ojos ámbar que corría hasta nuestro encuentro con rostro preocupado.

Sentí la desesperación empezar a crecer dentro de mí al notar que había cambiado lo que verdaderamente sucedía y que supuestamente Bokuto Kirika nunca debió haber salido de su casa hasta que llegara su hijo a proponérselo.

"El cielo así lo decidió y no hay nada que nosotros podamos hacer al respecto, Bokuto Kirika y Bokuto Kotarou perderán la vida en un accidente de tráfico dentro de un mes"

Todo pasó con demasiada rapidez.

Solo recuerdo las ruedas acercarse desbocadamente hasta nosotros y los ojos de Bokuto Kirika puestos en mí.
Una serie de todos los momentos en que la vi crecer, enamorarse y disfrutar con su hijo pasaron por mi mente mientras me parecía escucharle susurrar algo.

Crueles.

Tomé del brazo al joven que aún no reaccionaba de la situación que estaba frente a él y lo llevé conmigo hasta el otro lado.

Egoístas.

Ambos caímos con fuerza sobre el pavimento mientras un ensordecedor ruido resonaba por toda la silenciosa y melancólica noche que nos cubría.

Efímeros...

Bokuto Kotarou se levantó con todo su cuerpo temblando y la vista puesta en la dolorosa escena que tenía frente a sus ojos.

Tuve miedo de mirar, Bokuto Kirika.
Porque no fui capaz de salvarte y te dejé morir en frente mío.
Porque aún quería responderte todas las preguntas que alguna vez me hiciste.
Quería decirte que yo era tu ángel guardián, que no debiste dejar ir a quién amabas, que Kotarou me parece un nombre perfecto...que si creo en el hilo rojo del destino.

Dejé aparecer mis alas de nuevo y alcé vuelo directo hacía el oscuro manto que me absorbía a cada punto que subía.

"Muchas gracias"

Y dejé que sus palabras se quedaran conmigo a diferencia de las lágrimas que empezaban a escapar por primera vez de mis ojos.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora