XXII

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Me veía en la incapacidad de pronunciar palabra alguna, simplemente lo observaba mientras un leve temblor en mis labios delataba el descontrol de mis emociones.

Él no me mantenía la mirada pero sus ojos me hicieron volver a aquella noche, donde efectivamente recordaba haber ayudado a una persona con cualidades parecidas que luego se esfumó del lugar y de mi memoria como si jamás hubiera estado frente a mí.

Incapaz de realizar alguna acción coherente, opté por levantarme con lentitud hasta la puerta mientras le daba la espalda.

–Lo siento...– Le escuché susurrar antes de que cerrara la puerta detrás de mí.

Sin meditarlo siquiera mis pies fueron dirigiéndose hasta el lugar que había estado evitando y el que había obtenido un nuevo significado desde que había tomado su delicada mano y lo había llevado conmigo.

Lo único que pude hacer fue sentarme en el césped de alrededor de su tumba, en tanto mis párpados se cerraban y mi mente empezaba a repetir cada una de las palabras que acababa de escuchar.

Unas amargas lágrimas empezaron a correr por mis mejillas sin que tuviera verdadera consciencia del por qué, hasta que mis recuerdos se comenzaron a desfigurar hasta llegar a la sonrisa de aquel huésped inesperado que llegó a mi vida y su cálida forma de mirarme como si lo supiera todo sobre mí.

Así que era por eso...

–No tengo remedio, mamá– Dije con una sonrisa forzada mientras me cubría los ojos con los brazos– Se supone que debería culparlo por no haberte salvado pero no puedo...porque sé que él realmente dio su mejor esfuerzo y porque al ver el dolor en sus ojos sé cuánto ha sufrido por lo mismo...y también...

Aparté los brazos de mi vista y me dejé cautivar por el egoísta cielo que aún con la tristeza que inundaba los corazones de tantas personas éste seguía mostrando un azul pacífico y puro.

–Porque lo amo– Dije por fin soltando las palabras que tanto urgían por salir cada vez que lo tenía cerca de mí– Y no me importa que sea un ángel, un demonio o incluso el mismísimo Satanás, me enamoré de él...

Y lo salvaré de su condena no importa lo que cueste.

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De camino a casa pasé a comprar unos cuántos onigiris rellenos de esos que tanto le gustaban aunque según él no los necesitaba realmente. Después de todo aún faltaba parte de la historia, acerca del cómo terminó en el mundo de los humanos y llegó hasta mí.

Una vez en el pasillo que daba al departamento, respiré profundamente tratando de obtener valor y abrí la puerta con timidez, indeciso de las palabras que saldrían de mi boca cuando lo tuviera frente a mí.

Aquello no fue necesario, después de todo, cuando entré el departamento estaba vacío.

Con un leve mal presentimiento abrí la puerta que daba a la habitación encontrándola con la cama ordenada como si nunca hubiera sido usada.

–¿Akaashi?– Lo llamé aún sin asumir lo que estaba pasando– ¡Akaashi!

Pero no había respuesta.

Sin querer darme por vencido recorrí todos los rincones del departamento y luego salí a buscar en el parque e incluso a los juegos de atracciones a los que fuimos poco tiempo después de conocernos.

Sin embargo, no había rastro de él.

Era como si de la noche a la mañana cualquier rastro de los momentos que habíamos vivido juntos se hubiera esfumado, dejándome solo de nuevo junto a los sentimientos que como un cobarde no fui capaz de transmitirle.

~•~

–Akaashi Keiji, serás juzgado no solo por intentar alterar el tiempo de vida de los humanos sino también por dejar con vida a quien no debías ni mucho menos te correspondía ¿tienes algo que decir?

Sentía la punta de mis alas empezar a pudrirse empezando a obtener la tonalidad negra característica de quienes viven en el submundo, aún así hice una media sonrisa que hizo que los arcángeles a cargo de juzgarme me vieran confundidos.

–Te daremos una oportunidad– Dijo de repente uno de los jueces mirándome con aire compasivo, lo reconocí puesto que lo vi charlando con Tsukishima, Hinata y Kageyama quienes parecían rogarle por algo antes de entrar al juicio– Dinos la razón y consideraremos rebajarte la condena.

Lo medité por unos segundos mientras observaba el imponente lugar en el que se mantenía construida la ciudad de los ángeles y luego cerré los ojos para dejarme sentir la calidez de una risa que todavía escuchaba en consonancia con dos brillantes estrellas ámbar.

–Amor– Dije ganándome la mirada estupefacta de todos los seres sobrenaturales que ahí se hallaban– Lo hice porque me enamoré de un humano...porque me enamoré de Bokuto Kotarou.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora