XVII

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Akaashi-sanDetuve mi andar y volteé la mirada ante quién me llamaba.

Hola, TsukishimaDije haciendo una leve reverencia con mi cabeza a modo de saludo.

Él llegó hasta mi lado y se quedó callado unos momentos como buscando las palabras adecuadas.

Escuché de Hinata y los demás que lo delegaron a cumplir misiones en el mundo terrenal...Dijo no atreviéndose a verme a los ojos y yo sabía perfectamente el motivo.

Tsukishima, ya te dije que no es tu culpa– Le dije con una media sonrisa tratando de calmar los remordimientos del rubio.

Pero es que si lo fue Akaashi-san, si hubiera confesado la relación que tengo con Tetsurou entonces...Dijo apretando los labios.

Podía ver por sus expresiones que estaba en un gran dilema, lo cual era sumamente extraño considerando que Tsukishima nunca ha sido muy propenso a mostrar sus sentimientos tan abiertamente.
Sentimientos...
Era contradictorio utilizar esa palabra en una realidad donde ninguno los tenía, donde nos han creado con el objetivo de cumplir con la perfección y con ella la autoridad para juzgar a los únicos seres que no lo son: los humanos.

Imperfectos, contradictorios, mentirosos y crueles, eran sólo algunas de las palabras con las que se referían a aquellos seres con los que nadie quería subsistir. Pero lo cierto era que ninguno podía decir que los conocía realmente y aquellos que se aventuraban a verlos más de cerca siempre terminaban cambiando y tornándose "defectuosos", no pudiendo seguir conviviendo con los demás seres celestiales como antes. Ni siquiera los mismos demonios, ángeles condenados a vivir en el ardor del infierno, podían compartir los ideales humanos.

Es probable que fuera por eso que al escuchar la palabra "amor" salir de los labios de Tsukishima y Kuroo hizo que una especie de curiosidad empezara a brotar dentro de mí, haciendo que llegue a los extremos de negar su relación ante las altas autoridades con tal de que no los separaran.

Tsukishima...¿qué piensas de los humanos?– Pregunté mirándolo a los ojos con seriedad.

–¿Eh?Él pareció desconcertado por la pregunta, pero después me devolvió la mirada mientras analizaba la respuestaPienso que son seres efímeros y egoístas.

Yo hice una sonrisa torcida.
La verdad no sabía que era lo que realmente esperaba oír, sin embargo, toda una inmortalidad de la misma fría respuesta estaba empezando a sofocarme.

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El primer pensamiento que tuve al descender por primera vez al mundo humano es que eran seres extraño y con un misterioso afán autodestructivo. Lamentablemente ese pensamiento no hizo más que cimentarse a medida que los observaba mentirse y lastimarse entre sí durante décadas.

Al principio, me dolía de cierta manera el ser espectador de aquella realidad cruel y contradictoria pero con el tiempo esas sensaciones de decepción fueron desapareciendo mientras me centraba únicamente en mi labor.

Veía como nacían, cómo se iban corrompiendo con cada año que vivían y, al final, como intentaban redimirse cuando ya estaban ahogados en el remordimiento y la muerte se los devoraba sin compasión.

Algunos se arrastraban a rogarme por clemencia cuando ya era tarde, cuando estaban tan sucios en pecado que no tenían salvación.

Shinigami, ángel de la muerte, demonio, fue como muchos humanos terminaron por llamarme aún cuando solo podían verme en su transición a la nada.

Lo has hecho bien, AkaashiFue lo que dijo uno de los arcángeles cuando le entregué la última alma de la que me había encargado–. Si entregas una vida más, se te concederá el privilegio de volver a quedarte en el cielo.

Una extraña sensación agridulce nació dentro de mí al escuchar sus palabras, porque eso significaba empezar a asumir que los humanos realmente eran seres imperfectos y sin remedio condenados a perderse en la fugacidad de su vida.

–¿Quién es?Pregunté sin ánimo de volver a ser testigo de otra secuencia monótona de la estupidez humana.

Su nombre es Bokuto Kirika.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora