VII

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–Bokuto-san, no creo que sea apropiado– Me dijo con un evidente aire de nerviosismo.

Él se sujetaba del marco de la puerta mientras yo intentaba hacerlo salir.

–Vamos, Akaashi, no tienes que preocuparte. Tú mismo me dijiste que podías hacer desaparecer tus alas si querías y, fuera de eso, luces igual a un humano.

Un humano demasiado hermoso, me dije para mí.
Pero él aún me miraba con duda, no...más que duda parecía miedo.

–E-está bien pero...– Dijo aún no muy convencido– Tiene que prometerme que no se va a alejar de mí.

Lo dijo con tanta seriedad y miedo en sus ojos que tuve un impulso de tomarlo entre mis brazos y decirle que todo estaría bien.
Impulso que controlé a duras penas, mientras asentía a su petición.

–Lo prometo– Dije, a lo que él pareció relajarse y soltar el marco de la puerta–. No te preocupes, ya verás cómo nos divertimos– Y le di una gran sonrisa.

Él me quedó mirando unos momentos y terminó por sonreír también.

–Confío en ti.

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–Akaashi, no creo que sea apropiado– Le dije mientras me sujetaba de la entrada del juego que había elegido.

–Bokuto-san, usted fue el de la idea de la casa embrujada, además que ya pagó los tickets– Dijo mirándome imperturbable.

¿Qué pasó con el Akaashi que me miraba temeroso y me pedía que no me aleje de él?
En mis segundos de duda, terminó por meterme dentro del juego ante mis gritos de lamento.

Y, sólo dios sabe que ese juego por poco me mata (bueno, dios y todo el parque de atracciones que escuchó mis gritos).

–Akaashi, exijo que nuestro próximo juego tenga nubecitas y angelitos– Dije aún reponiéndome del susto que pasé.

–¿Algo como eso?

Y seguí la dirección de su dedo que apuntaba a un juego que, ciertamente tenía nubecitas y angelitos, pero...

–No– Fue todo lo que dije al ver la montaña rusa que ocupaba, prácticamente, todo el parque y que, definitivamente, me llevaría al cielo.

–Ya veo...– Y suspiró.

O no, si creía que me iba a convencer con esos ojos decepcionados estaba muy equivocado.
No me va a convencer.
No, no, no y no.
¡No!

–Ay, está bien, subámonos a la montaña rusa– Dije resignado, a lo que él, a pesar de tener el mismo rostro de siempre, me pareció ver una chispa de diversión en sus ojos.

Sentí que veía pasar todos los momentos de mi vida a medida que ese carro ascendía.
En el momento que ya estábamos llegando a la cima, desvié mi mirada a la persona a mi lado.

Latidos.
Eso era todo lo que escuchaba.
Tenía un rostro que nunca le había visto, parecía sentir una gran paz al estar tan cercano al cielo.
¿Qué no debería ser lo contrario?

Pero antes de seguir analizándolo, el carro ya nos estaba llevando a unas vueltas que me hicieron olvidar hasta quién era.

–S-siento q-que me muero, t-todo me da vueltas– Fue todo lo que dije mientras estábamos los dos sentados en una de las bancas del parque.

–¿Es así? Entonces...– Y de repente sentí sus manos sujetar mi cabeza y apoyarla con delicadeza en su regazo.

Yo estaba en una especie de ataque nervioso entre que me decidía por hablar o seguir respirando.
Él pareció divertirse con eso, puesto que me dio una pequeña risa.

Es un demonio, intentaba recordarme, pero ya no servía de nada.
Todo lo que tenía en mi mente era su rostro.

–¡Mira, mamá! ¿Son novios?– Preguntó una pequeña niña que estaba pasando por los alrededores junto a su madre.

–¡Reiko! Te he dicho que no seas maleducada!– Dijo la madre dándonos una sonrisa de disculpa, mientras yo estaba completamente rojo y me levantaba del regazo de Akaashi.

–V-vaya, pero mira que tarde se ha hecho– Dije sonriendo nervioso– T-tal vez sea mejor que ya nos vayamos de vuelta– Y comencé a caminar a pasos rígidos, en tanto Akaashi me seguía.

De repente, mis ojos se enfocaron en uno de los artículos de la tienda de recuerdos.
No supe muy bien el motivo pero mis piernas ya se estaban moviendo hacía el.
Para cuando ya lo tenía en mis manos, fue que me percaté que Akaashi ya no estaba junto a mí.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora