XI

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–Akaashi, estoy en casa– Dije cerrando la puerta detrás de mí.

–Bienvenido– Fue la respuesta desde la cocina.

Ya había pasado un mes desde que nos conocimos. Tras el incidente en el parque de diversiones, sentí cómo algo había cambiado y no me refería solo al aumento de plumas en mi departamento.

–¡Aj! ¡Por lo menos replieguen sus alas cuando están en la cocina!– Exclamé escupiendo una pluma e intentando llegar hasta Akaashi entre el revoltijo de alas.

–Vamos, no exageres, no es nuestra culpa que tu departamento sea tan pequeño– Dijo la burlona voz de Kuroo mientras Tsukishima seguía tomando su té como si nada.

–¡Es porque está hecho para dos personas! ¡Ushcale, gato aprovechador!– Dije haciendo gestos como quién echa a una mascota.

–Bokuto-san tiene razón. Kuroo, Tsukishima, realmente les agradezco su preocupación estas últimas semanas pero no es necesario que vengan todos los días– Yo le saqué la lengua al demonio gatuno con burla.

–Está bien– Dijo de repente el callado rubio, llamando la atención de Kuroo y mía mientras nos estirábamos las mejillas.

–¿Eh? Pero angelito tú dijiste...– Empezó a decirle Kuroo confundido.

–Pensé que sería bueno vigilarlo por unos días, pero supongo que ya fue suficiente– Dijo mirándome de reojo con sus orbes doradas.

–¿Estás seguro que con esto basta? Estoy seguro que si le despegamos la vista unos momentos se le va a tirar encima a Akaashi sin compasión– Dijo Kuroo señalándome con un dedo acusador.

–¿Q-q-quién se le va a tirar encima a quién? ¡Gato mentiroso!– Tartamudeé nervioso y no pudiendo evitar que se me subieran los colores a la cara.

–¿Lo ves? Irradia perversión– Añadió mirando a Tsukishima quien solo rodó los ojos.

–Bien, si no te quieres ir, me iré yo solo– Dijo despidiéndose y abriendo la ventana para salir.

–¡Ah, angelito! Espera, espera ¡si iré!– Dijo Kuroo acelerando el paso hacía la ventana.

Antes de salir, el rubio miró unos momentos a los ojos a Akaashi. Pareciera como si se hubieran dicho algo muy importante solo con eso, sin embargo no logré descifrarlo por completo.
Luego, me miró a mí.
Sus ojos, a diferencia del primer encuentro, ya no mostraban odio sino...

–Cuida a Akaashi, Bokuto Kotarou– Dijo mirándome fijamente y luego volteando hacía el cielo–. Eres el único que puede hacer algo, después de todo.

–¿Eh?

Antes de poder preguntarle al respecto, tanto el ángel como el demonio que habían estado acechando mi hogar las últimas semanas, desaparecieron entre las nubes.

Al voltear la vista noté que Akaashi también se había quedado mirando en dirección a ellos.
Tenía un brillo de añoranza en sus pupilas que me causó una sensación de tristeza.

Apoyé mi mano levemente en el ventanal, recordando lo que había querido decirle al llegar.

–Akaashi...¿quieres acompañarme a un lugar?– Le dije sonriendo con melancolía.

Él me quedó mirando unos momentos tratando de indagar en mis pensamientos y luego asintió. Probablemente, sabía perfectamente el lugar al que quería ir.
A ese sitio que no me atrevía ni siquiera a acercarme desde esa fatídica noche.
Pero si era con él...

Antes de cruzar por el umbral de la puerta le tendí una mano que él miró confundido.

–E-esta vez cumpliré mi promesa sin falta– Dije desviando la vista avergonzado de mis propias acciones.

Tras unos segundos que se me hicieron eternos, sentí sus elegantes manos sujetar las las mías con fuerza.
Y así fue hasta que llegamos a nuestro destino.

La tumba seguía luciendo tan fría como cuando la vi por última vez hace 4 meses.

–Bokuto Kirika– Fue solo un susurro, sin embargo, escuché claramente el nombre de mi madre salir de sus delicados labios.

Al principio me desconcerté, pero luego me calmé al pensar mejor las cosas.
Por supuesto que sabría el nombre si está escrito en la tumba.

–Bien...¿cómo empezar?– Empecé a decir temeroso– Bueno madre, él es Akaashi, es...pues...¿un demonio? Ah, pero no te preocupes, demonio o no, es alguien muy gentil, sabe cocinar muy bien, siempre vigila que duerma las horas correctas, tiene una sonrisa muy li...ejem...bueno, tú me entiendes.

–Bokuto-san, tienes que hablarle sobre ti– Dijo Akaashi intentando mirarme serio pero una sonrisa divertida lo delataba.

–Bueno...supongo que lo estoy haciendo bien, mi trabajo es algo duro pero realmente me gusta, últimamente he conocido gente muy rara como demonios gatunos y ángeles con complejos homicidas, sin embargo, buenas personas al fin y al cabo, así que...no tienes que preocuparte...de verdad...no tienes...

Las lágrimas frenaron mis palabras.
Fui un ingenuo al pensar que podría mantenerme fuerte, después de todo, mi madre se daba cuenta a kilómetros de distancia cada vez que quería llorar.
Pero ahora ella ya no estaba...

Sentí unos brazos rodear mi cuerpo con ternura y unas amables palabras ser susurradas junto a mi oído.

–No es necesario hacerse el fuerte, Bokuto-san. Además, estoy seguro de que ella estará feliz con solo escuchar que su hijo está con vida y está bien.

Yo lo escuchaba atentamente mientras dejaba que las lágrimas que ya me había cansado de contener salieran por fin.

Abracé con fuerza su cuerpo aferrándome a la idea que ya llevaba un tiempo rondando en mi mente.
La idea de que, desde que llegó, me he empezado a acostumbrar a escuchar un "bienvenido" cada vez que abro la puerta, de sentir su compañía durante las comidas y verlo dormitar mientras estudio...esa idea que no podía asumir, porque estaba mal, porque no era correcta.
Porque el solo hecho de aceptarla ya genera un miedo irracional en mí.
Que debía olvidarla, porque si seguía abrazando aquel delicado cuerpo entre mis brazos, entonces estaría aceptando que me estaba enamorando de un demonio.

Bendita condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora