Prólogo. Sacramento, California. 1980

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Amy Lynn y Jeremiah Lightwood habían decidido dar una vuelta al parque que quedaba cerca de su casa porque, para ellos, no había nada más reconfortante que salir al aire libre. El hecho de que ambos estaban muy enamorados del otro no sorprendía a nadie; nadie que los conocía bien lo dudaba. De hecho, se habían casado hacía poco y se habían mudado a una casa muy bonita cerca de la de la madre de Amy.

Se subieron al auto e instintivamente Jeremiah percibió algo extraño. Lo estaban siguiendo, lo intuía. Guardó silencio, se quedó inmóvil y miró a ambos lados del coche. No parecía haber nada allí afuera, pero sus sentidos permanecieron alertas.

—¿Qué ocurre, cariño? —preguntó Amy.

—Nada —respondió él, quitándole importancia—. Me pareció haber visto algo.

—¿Algo como qué? —preguntó, y sus ojos azules se posaron en los suyos, con gesto preocupado.

Soltó un suspiro. No lo sabía. Últimamente estaba muy paranoico. De a ratos pensaba que lo seguían, veía sombras por todas partes, creía ver ojos que lo seguían y lo más raro es que cuando se volteaba, no había nadie. Al principio, antes de casarse, pensaba que era el estrés, pensaba que estaba muy nervioso. Pero, sin embargo, ya se había casado y la sensación de inseguridad lo paralizaba y seguía latente como si fuese el primer día.

—No importa —dijo, mirándola y sonriendo—. Es mejor que nos apresuremos si queremos tener los mejores lugares. Las vistas son preciosas si eliges los lugares adecuados. Amy no se iba a dar por vencida. Apoyó su mano en la suya y le dijo, muy preocupada:

—Hace días que te comportas de manera extraña. ¿Quieres decirme qué es exactamente lo que te ocurre?

—Nada, en serio —espetó. No le gustaba ocultarle cosas a la gente y menos a su propia esposa, pero tenía miedo que no lo tomara en serio—. ¿Podemos irnos ya? El estanque es precioso y está lleno de peces coloridos.

—No cambies de tema, Jeremiah. Dime qué pasa —insistió.

—Amy —dijo con calma, sosteniéndola suavemente de los brazos y observándola fijamente—. No te preocupes. Últimamente no estoy durmiendo bien, y me estoy volviendo un poco susceptible —y era cierto.

—Está bien —dijo, dándose por vencida y poniéndole el fin a la conversación. Ella, sin embargo, no pudo evitar seguir pensando en que algo andaba mal.

Se dirigieron con su Chevrolet hacia el parque. Camino al parque, no pudo evitar girar la cabeza hacia ambos lados un par de veces porque le pareció percibir movimientos en los arbustos, detrás de un árbol y detrás de los coches. Estaba tan ensimismado con observar lo que ocurría en su ventana izquierda que, cuando se volteó hacia delante para observar la carretera, por poco no choca a una masa negra que cruzó de repente la calle, lo que hizo que él tenga que frenar de golpe, provocando que Amy y él se propulsaran hacia delante violentamente.

"Un perro —pensó, asustado—. Fue sólo un estúpido perro".

Sus nervios se tensaron aún más cuando vio a un hombre alto y fornido que lo observaba a su derecha. Tenía una remera blanca, una chaqueta marrón y llevaba jeans. Tenía los ojos marrones, y su mirada no aparentaba ser muy amistosa. Apresuró la marcha, pasó un semáforo en rojo y, en pocos minutos, habían llegado.

El parque nunca había parecido estar tan lejos de su casa como en ese momento, lo cual era extraño pues se encontraba localizado a unos pocos metros de su residencia.

—¿Estás loco? —arremetió Amy Lynn, antes de que el motor se haya apagado—. ¡Pasaste un semáforo en rojo, y casi chocas contra un auto!

—Sí, lo sé, lo siento —dijo Jeremiah, cansado—. Tenía que hacerlo. Algo se cruzó por adelante del coche y había un tipo mirándome fijamente—. Amy sacudió su cabeza.

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora