2. De camino a Phoenix, Arizona. 1982

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        Mientras Amy dormía en el asiento de al lado, Jeremiah conducía. Después de lo que había sucedido, necesitaba un momento de calma. Observó sus manos ensangrentadas y su ropa. Se limpió con un trapo blanco que pronto se convirtió en rosado. Abrió la guantera del coche. Su arma permanecía allí, pero había olvidado colocar ropa limpia. Suspiró, resignado, y prendió la radio y, mientras se sumía en sus propios pensamientos, escuchó:

—¡Menos mal que salimos de ahí! Si me hubieras escuchado antes, no te tendrías que haber convertido y peleado junto a mí.

Jeremiah, contrariado, estuvo a punto de contestar hasta que, por el espejo, vio que Sam ya no era un perro siberiano: era un chico rubio de ojos verdes. No era muy mayor: aparentaba unos 16 años. Por mirarlo, casi se desvía de la ruta. Parpadeó. Seguía ahí, sentado tranquilamente, con ambas manos entrelazadas en su regazo, observándolo.

—¿Quién eres tú? —dijo, sorprendido, con una mano en el volante y otra en la guantera.

—Soy "Sam", como me dicen ustedes. Soy su "precioso" perro siberiano —dijo, agregándole comillas a las palabras, comiendo papas fritas—. En realidad, soy un lobo. No te preocupes —se apresuró a agregar antes que él dijera algo— soy un lobo guardián. Su lobo guardián. De los dos, me refiero.

—¿Todas las casas tienen lobos encubiertos?

—Así es. Estamos allí para cuidarlos a ustedes. ¿Hice un buen trabajo?

—Bueno, en realidad no. Si descubren que estamos escapando y que no solo estuvimos en esa casa, sino que vivíamos ahí, pueden llegar a denunciarnos. Incluso pueden interrogar a nuestros vecinos. Mataste a cinco policías, Sam. Eso es malo.

—No los maté —respondió con una risa— En realidad, no. Los "sedé", por así decirlo. Mordedura leve, ya sabes.

—Eso es peor. Cuando se despierten, recordarán lo que sucedió.

—No por un par de horas. Incluso puede tomarles meses comprender lo que sucedió por completo. Sobre todo, si la mordida es lo suficientemente profunda como para lograrlo—. Jeremiah suspiró, algo aliviado.

—Eres más inteligente de lo que pensaba.

—Lo sé. Oye, ¿a dónde nos llevas? —dijo, observando el mapa que se hallaba en el asiento trasero del Ford F-100.

—A Phoenix, Arizona.

—Cool. Siempre quise ir.

—Pensé que los lobos tienen derecho a ir a donde quieran.

—No exactamente. Cuando me fueron a buscar a la perrera, ya me habían atrapado hacía rato. No permiten perros en las calles en Nevada. Ya sabes, seguridad y eso.

—Pero si tú no eres un perro, eres mitad humano —dijo Jeremiah, extrañado.

—Bueno, sí —dijo, sin mirarlo a los ojos— no me venía mal un poco de comida y lugar de alojamiento gratis.

Amy se incorporó un poco, y observó a Sam, frunciendo el ceño.

—¿Cariño? —dijo, adormilada—. ¿Has recogido a alguien en la carretera?

—No, cielo. Es Sam.

—¿Nuestro Sam? —dijo, incorporándose—. ¿Cómo es posible?

Luego de que Sam les explicara todo, Amy dijo:

—No puedo creer que todo este tiempo hayas sido un hombre lobo. No es necesario que te escondas, ¿sabes? Todos aquí somos lobos, puedes ser tú mismo.

—Muchas gracias, de verdad.

—¿Y qué haremos con él? —preguntó Jeremiah—. ¿Lo trataremos como perro, o..? —Amy le lanzó una mirada.

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora