La culpa es mía

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La culpa es mía

Corrí hacia donde se encontraba ella. Qué estúpida había sido como para dejarla ir con ese tipo. Si le pasa algo, sería culpa mía. Ese tipo Ezra no me transmitía confianza, y yo no medí las consecuencias.

Me abrí paso entre la multitud, y la vi despatarrada en el piso, y el vaso que había sostenido yacía roto más allá, con todo el líquido verde lima desparramado. Éste emanaba un olor horrible, no sabía bien qué sustancia era.

Me arrodillé, y traté de hacer que diga algo. Me respondió con un gemido ronco. La tomé en brazos, y me di vuelta.

-          Suéltala si no quieres que te suceda nada malo.

Era Ezra.

-          ¡No la soltaré! ¿Qué le hiciste? ¿Por qué lo hiciste? ¡Quiero respuestas ahora mismo!

-          Una pregunta por vez – dijo, con una sonrisa maliciosa - ¿Qué le hice? Traté de envenenarla.  ¿Por qué lo hice? Porque quería captar tu atención. Quería que vengas aquí, pero te rehusaste. Yo quería envenenarte a ti, no a ella.

-          Espera un momento… ¿trataste?

-          No la envenené. No del todo. Es el médium, un veneno no tan potente capaz de dejar inconsciente un par de horas a quien tan sólo moje los labios.

-          ¿Qué pasa si la toma?

-          Pues… te deja inconsciente una semana. Incluso quizás dos – respondió, con un brillo siniestro en los ojos.

Me dolían los brazos de tanto mantener a Ashley. La miré, y vi que yacía allí, boquiabierta y con los ojos cerrados.

-          ¿Por qué querías hacerme esto a mí?

-          Oh, ya lo sabrás… suéltala si no quieres que te suceda algo.

-          No la soltaré, Ezra. No lo haré.

-          Si así tú lo prefieres…

De repente se escucharon unos alaridos, y la gente salía de a montones por la puerta principal. Personas armadas llegaron rompiendo los altos ventanales, haciendo sonar la alarma del local. La gente corría, y corría. Yo traté de correr, de esconderme, pero me sentaron a una silla y me amarraron con Ashley a mi lado.

-          ¿Quieres jugar a un juego? – me dijo Ezra.

-          ¡SUÉLTAME! – le grité. Ezra se acercó a mí.

-          ¿Tienes sed?

-          ¿Después de lo que le hiciste a Ashley quieres hacerlo conmigo? ¡Eres un enfermo!

-          Quizá lo esté… - luego, lo llamaron e hicieron que se vaya.

Me retorcí por unos minutos, la miré desconsolada a Ashley. No sabía cuándo volvería en sí. Parecía una vieja muñeca de trapo amarrada a una silla. Luego, vi que Noah venía hacia donde yo estaba. Se bajó hasta quedar a mi altura.

-          Quédate quieta. – sacó un cuchillo, que brilló amenazadoramente bajo las luces.

-          ¡¿Qué vas a hacerme?! – grité.

-          ¡No voy a hacerte daño! – me miró, con los ojos muy abiertos.

-          Últimamente no se puede confiar en nadie.

-          Voy a desamarrarte. ¿Viene Ezra? – me dijo, con un ligero temor en la voz.

-          No, no viene – Ezra empezó a tratar de desamarrarme.  - ¡Oh, mierda! ¡No se puede?

-          ¿Cómo que no se puede? ¡Es una simple soga!

-          No, no lo es – dijo, desesperado – Es la Funem Aureum, soga dorada. No puede ser cortada con los métodos tradicionales. Se necesita el gladio, que es una especie de espada con poderes sobrenaturales forjado por duendes y hechizado por sirenas. El problema es que el gladio se encuentra escondido debajo de una roca en el fondo del mar, muy lejos de donde estamos nosotros. Se necesita eso, o una fuerza asombrosamente increíble.

Si me convertía, podría poseer esa fuerza. Pero eso implicaría revelarle mi identidad.

-          Espera un momento… ¿sirenas? ¿duendes?

-          No hay tiempo para explicaciones. Ahora estoy pensando un método para sacarlas de aquí.

-          ¿Por qué quieres ayudarnos?

-          ¿Qué hacen, ustedes dos? – dijo Ezra.

-          Nada… yo sólo… - empezó Noah.

-          ¡Vete! – gritó. Noah se corrió y se puso a un costado. – Así que no tienes escapatoria, ¿eh?

Lo siento, pero tenía que hacerlo. Para sorpresa de Noah y de Ezra me convertí y con toda la fuerza de la que fui capaz de tener, rompí las sogas. Ante ellos se erguía mi peluda figura, cuya sombra de luna se proyectaba en el suelo. Aunque soy una siberiana, en ese entonces estaba parada y mostraba los dientes. Con un gruñido, desaté las sogas de Ashley con un zarpazo, y me la llevé a cuestas.

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora