20
La Puerta Secreta
Lo miré a Sam, y le grité por encima del estruendo:
- ¿Qué está pasando?
- ¡Es una emergencia! ¡Sígueme!
Confundida, lo seguí. Bajamos las escaleras, y allí estaba la entrada. Ese espacio era rectangular, y se extendía hacia la derecha. Al lado de la puerta había un perchero, y afuera había un simple felpudo. Luego, caminamos rápidamente hacia la derecha, hasta una puerta. Él tomó una llave que estaba oculta adentro de una plantera, la sacudió un poco y la metió por la cerradura. Cuando la abrió nos pusimos a toser: había muchísimo polvo. Con la luz roja que titilaba, unas cuantas ratas salieron de su escondite, y se refugiaron en las partes oscuras. Miré para abajo. Había unas escaleras, y abajo, en una mesa, había una linterna. Bajamos, y nuestras zapatillas hacían un ruido como de succión. Contraje la nariz. Había olor a viejo, a sucio, y había un olor que no sabía bien qué era, pero me daba muchísimo asco. Justo cuando toqué el último escalón con mi pie, grité del susto. Un murciélago había pasado revoloteando justo por encima de mi cabeza. Sam tomó la linterna, y lo vimos todo por primera vez.
Estaba todo sucio, había un charco de algo líquido en el centro, y al lado había un hilo de la misma sustancia que llegaba directamente desde los escalones. No me atreví a saber qué era. Había cosas rotas e inservibles: un ventilador de pie lleno de polvo, tirado a un lado, un espejo cuyo vidrio se había roto, y cuya imagen reflejada se veía distorsionada, un collar con cuentas tiradas más allá, una cuna, vieja y rota, con una muñeca de plástico toda rayada, (“Eso era mío”, recordé), basura tirada aquí y allá… nada importante. Lo único bueno que tenía ese lugar es que el ruido se había amortiguado un poco.
- Pensé que sería algo más… emocionante. – Comentó Sam.
Y yo también lo creía. Ese lugar estaba cerrado, y ninguno de los dos nos atrevíamos a abrirlo bajo ninguna circunstancia. Papá nos había dicho que no valía la pena entrar allí, ya que no tenía nada de especial. En este momento supe por qué.
Sabía perfectamente dónde estaba la llave, porque cuando era niña lo vi a papá escondiéndolo ahí. Me había hecho una seña con el dedo índice, llevándosela a los labios, y me sonrió. Luego, se fue, dejándome a mí confundida.
- Debe estar por aquí… - dijo Sam, llevándome de vuelta a la realidad.
- ¿Qué buscas? – le dije.
- Algo… una puerta… lo que sea…
Y lo vimos.
Sam alumbró hacia la derecha, y allí se hallaba ubicada una puerta de algo sólido, parecido al metal. Era toda negra, y relucía un poco con la luz de su linterna. Él tomó una linterna para mí también, y nos acercamos.
La puerta carecía de picaporte. Tratamos de abrirla golpeando nuestro hombro contra el metal, empujarla fuertemente con las manos, metiendo una tarjeta de crédito por el resquicio, pero nada funcionó. Sam y yo nos tocamos nuestros hombros, ya que nos dolían, hasta que yo decidí apoyarme a una pared que había junto a la puerta, lado izquierdo, para descansar.
De pronto, se oyó un sonido metálico. Miramos la pared, en el lado derecho de la puerta. Una parte de la pared ya no estaba. Era un espacio chico, cuadrado. Nos acercamos un poco más.
Había unas teclas con unos números. Era todo negro, excepto por los números, que eran blancos.
- Es para abrir la puerta. Estoy seguro. – Comentó Sam.
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I. Moonlight Shadow (editando 2023)
FantasíaHarley Lightwood no es una chica normal. Ella es una mujer lobo, junto a su familia. Lo que ella no sabe, es que corre un grave peligro. Un objeto poderoso. Una banda de lobos. Un libro. Ella tiene demasiadas cosas en la cabeza. Quiere saberlo todo...