8. Distracción

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        Amy Lynn le había dicho a Harley que vaya a hacer las compras, así que tomó las llaves del carro y condujo hasta una intersección. Cada esquina tenía una lámpara antigua con una plantera e iluminaba de noche a las tiendas que se encontraban allí.

Harley estacionó y entró en un supermercado. Era amplio y estaba lleno de frutas, verduras, alimentos producidos en el país e importados, carne, en fin, lo de siempre. Mientras compraba, no sentía nada raro. Sus instintos estaban alerta, pero lo único que oía era a la gente charlar, a las bolsas de plástico siendo llenadas, a los carros yendo y viniendo y a los niños parlotear y llorar a los gritos.

—Lo siento mucho —dijo una señora morena con rostro cansado, sonriendo apenas—. Le están saliendo los dientes.

Harley observó a la niña, la cual lloraba sentada en el carro de las compras. Sonrió a la par.

—No se preocupe, de verdad. Debe estar muy cansada.

—Lo estoy —rio— pero bueno, los hijos son así; son demandantes, se enferman, se lastiman, se ensucian...

Harley estaba acostumbrada a charlar con personas como ella. Por alguna razón que ella no sabía, la gente se le acercaba y le contaba toda su vida. A veces, se enteraba de cosas muy interesantes. En ocasiones, la gente decía cosas perversas, cosas que le daban un poco de miedo. Ella había trabajado en venta al por menor en el pasado, así que sabía lo que era lidiar con gente como ella, y creía que toda persona que alguna vez trabajó en atención al público, sabía lo que era. Hay gente muy solitaria en el mundo, gente que no tiene a nadie con quien hablar, entonces, cuando ingresan a estas tiendas, sienten la necesidad de hablar con alguien. Somos seres sociales, después de todo.

Cuando llegó a la caja, depositó una bolsa de pan, unas cervezas, unos huevos en caja y unas botanas. Pagó con la tarjeta y, cuando estaba saliendo con la bolsa, observó a dos muchachos en la plaza de en frente.

Uno tenía pelo negro corto y tez pálida, su cabeza se encontraba gacha y los ojos en su móvil, mientras que el otro la miraba fijamente; tenía ojos marrones y el cabello castaño claro largo despeinado hasta los hombros. Había algo en ellos que hacía que desconfíe, así que prefirió no darle tantas vueltas al asunto, se metió en el carro y condujo hacia su casa, observando de vez en cuando el retrovisor.

Al llegar a la casa, corrió al encuentro de Sam y, recordando lo que habían hablado el otro día, dijo:

—Oye, ¿podemos hablar?

Dejó las cosas del supermercado arriba de la mesa y se alejaron hacia el patio. Jeremiah los siguió con la mirada.

—¿Qué sucede?

—¿Te acuerdas que te dije que había visto una sombra y que sentía que me seguían? —Sam asintió—, pues salí del supermercado y vi a dos tipos observándome desde la plaza.

—¿Los conoces? Quiero decir, ¿los reconociste cuando los viste? Quizá los hayas visto en otro lado.

—No —dijo, cortante—. No los conozco, y nunca los había visto, pero creo que uno de ellos era el que vi la otra vez. De todos modos, solo había visto una sombra, así que no estoy segura.

—¿Me permites contárselo a tu padre? Puede que nos estén siguiendo, y puede que sepan dónde vivimos, pero no te preocupes, —se apresuró a decirle—, el GELA cuenta...

—Con un equipo preparado para protegernos —completó la frase, sonriendo—, ya lo sé. Y sí, puedes contarle. Me siento más segura contando lo que me ocurre.

—Me alegro mucho que sea así —dijo, colocándole suavemente una mano en su brazo izquierdo, que lo mantenía cruzado sobre su pecho con el otro. Una pequeña ola de calor la inundó por unos segundos. Algo incómoda, dijo:

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora