1. Carson City, Nevada. 1982

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Dos años después de lo sucedido, Amy y Jeremiah intentaban vivir una vida tranquila y normal, o por lo menos, lo más normal que podían. El primer día en el que fueron mordidos, ambos intuían lo que podría pasar ya que en el pasado trabajaron como cazadores de hombres lobo. Lo que no sabían en el momento en el que los mordieron era que existen tres tipos de mordedura: la mordedura leve, en la que no te ocurre nada, solo te lastima, la mordedura media, que es la que te convierte y la mordedura crítica, que es la que te mata. Ambos tuvieron la suerte de que solamente los hayan convertido.

Jeremiah se pasaba día y noche intentando entender por qué no los mataron en un principio, ya que no tenía ningún tipo de sentido haberlos dejado ir sanos y salvos. Amy se preocupaba por él, e intentaba hacerlo entrar en razón, intentaba argumentar que quizás ellos sabían demasiado acerca del collar, y que, si su destino los hubiese conducido a la fatalidad, generaría muchas sospechas en el mundo de la mafia lobuna, pero aun así Amy no estaba segura de haberle dicho la verdad.

Cuando los mordieron, ambos se sumieron en un sueño profundo. Se despertaron horas después en la acera, con rasguños y mordeduras. Lo primero que vio Jeremiah fue un policía a su lado. Habían cubierto la zona con una cinta de policía color amarilla. Se levantó para ver los daños del coche, y casi le da un paro. No tenía más el vidrio delantero, el coche presentaba rasguños profundos por su totalidad y tenía las cubiertas pinchadas. "Genial —pensó—lo compré hace unos días y ya está hecho pedazos". Cuando Amy despertó, le hicieron preguntas. Todavía estaba algo atontada por lo que había sucedido, por lo que Jeremiah se hizo cargo de explicarlo. Más tarde, una señora que pasaba por allí se ofreció a llevarlos hacia su casa. Unos días después, se mudaron a Nevada.

Amy tenía muchas preguntas y Jeremiah intentó responderlas de la manera más concisa posible. El collar se hallaba en ese momento escondido en un cofre en su armario, y aún no estaban seguros de lo que podría significar tenerlo aún. Todavía no entendían del todo la historia del collar, por qué era tan peligroso y por qué los lobos lo querían, por lo que decidió llamar a un antiguo colega para que lo examine, por las dudas. En lo que concernía a ambos, ninguno de los dos quería tenerlo, pero su colega les advirtió que era mejor que lo ocultasen.

Lo resguardaban celosamente y no permitían que nadie lo toque si no era con un par de guantes y manteniendo distancia. Amy ya no parecía querer perros, lo cual era todo un alivio para Jeremiah.

Hubo algunos cambios en su vida cotidiana: necesitaban comer carne cruda casi todo el tiempo ya que calmaba sus instintos, especialmente cuando había luna llena. Ya no podían salir de noche, se volvían agresivos. Temían a la luna, ya que podrían hacer cosas horribles y no se daban cuenta de lo que hacían hasta que ya era demasiado tarde. Jeremiah recuerda esa vez en la que mordió a un hombre hasta matarlo, totalmente inconsciente de lo que hacía.

Ellos permanecían en sus casas y cerraban puertas, persianas y ventanas. La única ventaja era que podían convertirse en lobos cuando querían, siempre y cuando no hubiese una luna llena, y tenían el control absoluto de sus instintos. Amy era un siberiano de ojos azules, y Jeremiah era un lobo negro de ojos verdes con un gran mechón blanco en la frente. Amy no se cansaba de gastarle bromas y decirle que incluso en su forma lobuna la vejez lo perseguía.

Algo particularmente raro era que ellos entendían a los perros de la calle o los perros de sus amigos aun no estando convertidos. Amy les hablaba en voz baja e intentaba que nadie la viera ni la oyera, mientras que Jeremiah pensaba que era una locura y prefería no hacerlo.

Jeremiah era médico. Amy era ama de casa. Pudieron adaptarse bien, aunque su casa estuviera unos kilómetros apartada de la ciudad.

Los lobos no se les acercaron nunca más. Aun así, se sobresaltaban al escuchar ruidos, especialmente aullidos por la noche.

Al cabo de unos meses, Amy se adaptó al nuevo hogar y decidió adoptar a un perro. Un siberiano. Jeremiah lo odiaba ya que le hacía recordar lo que había pasado. Lo recordaba a Reese y le daba náuseas. A veces lo escuchaba hablar y sonreía apenas, ladeaba la cabeza o asentía, pero no lo acariciaba, no hablaba ni pasaba demasiado tiempo con él.

Meses después...

Amy se levantó un lunes, a las 2:25 am. Se despertó con dolores de estómago, y tuvo que tomar remedios. Se acostó, y a los minutos tuvo que volver corriendo al baño. Jeremiah se despertó cuando la escuchó. Se dirigió a ver cómo estaba, y, al verla mareada y pálida, rápidamente la llevó a su consultorio.

Después de un chequeo, no pudieron saber qué era lo que tanto le afectaba. Tomó unas pastillas, pero no pudo recuperarse. Se acostó en la camilla y se quedó profundamente dormida. Mientras dormía, le hicieron otros análisis, y al ver que arrojaban resultados normales, Jeremiah se dio cuenta que necesitaba carne cruda. Urgente. No entendía lo que estaba pasando, ya que jamás le había pasado algo por el estilo a Amy. Lo que sí entendía era que, si no comía carne cruda, podría salir a las calles.

Corrió hacia la carnicería más cercana y, como estaba cerrada ya que eran casi las cuatro de la mañana, tuvo que entrar a la fuerza. Forzó la puerta, la alarma sonó, lo cual lo hizo taparse los oídos por su hipersensibilidad, entró, tomó un pedazo de carne, dejó dinero sobre el mostrador, salió, regresó al consultorio, cerró la puerta y las persianas para que no los vean y le dio el trozo de carne a escondidas. Ella lo comió con avidez, y pronto el color amarillento desapareció de su cara. Los médicos regresaron al consultorio para ver cómo estaba la paciente, así que Jeremiah rápidamente escondió la carne y ellos, al ver las ventanas cerradas, decidieron abrirlas.

Cuando su esposo decidió levantar la mirada al ver el cielo por la ventana, su corazón dio un vuelco.

Trató de cerrar las ventanas, pero era demasiado tarde. Sabía que su esposa no podía controlarlo. Se encontraba muy enferma. Amy se convirtió en lobo delante de los médicos, mordió a un médico hasta dejarlo inconsciente y mató a una enfermera. Jeremiah estuvo a punto de convertirse, pero resistió el impulso y cerró de golpe las ventanas. Miró a Amy. Todavía seguía sedienta de sangre. Trató de calmarla inyectándole tranquilizantes, pero eso la trastornó aún más. Jeremiah se abalanzó a ella, la sujetó por sus peludos brazos y le introdujo un pedazo de carne cruda en el hocico. Eso hizo que se tranquilice un momento hasta que volvió a su estado humano. Amy, al darse cuenta de lo que había hecho, comenzó a llorar, y Jeremiah la abrazó. Minutos después, llegó la policía. Ambos no tenían energías para defenderse, por lo que ambos dejaron que los escolten a las patrullas. Ya en la comisaría, culparon de homicidio a Amy, quien lloraba silenciosamente. En un arrebato de honestidad, dijo que no sabía lo que había hecho, que no lo recordaba. En el informe escribieron que era una posible alcohólica y que posiblemente se drogaba. Finalmente, Jeremiah se encargó de la situación. Nadie iba a creer que Amy era una mujer lobo, así que la cargó en brazos, corrió hacia la camioneta nueva, arrancó el coche e intento perder a los policías que lo seguían de vista. Cuando llegaron a su casa, y cuando pensaron que ya no los estaban persiguiendo, una patrulla estacionó su coche en las inmediaciones de su hogar. Ambos tomaron el collar por instinto y, cuando se voltearon, vieron que Sam, su perro siberiano, se abalanzó sobre los policías y, entre aullidos, les dijo que se escondieran. Amy tomó del brazo a Jeremiah, pero él se zafó e intentó defenderse. Amy, quien estaba escondida en el desván, observó por las rendijas cómo Sam se abalanzó contra un policía y le dejó una marca profunda. Los policías quisieron apresarlo, pero él era más rápido. Jeremiah tomó una escopeta de detrás de un librero, pero Sam intentó advertirle que no lo haga. De los nervios, Jeremiah falló y Sam mordió a dos más. Sam intentó decirle que era en vano, y que lo deje solo, cuando dos policías lo tomaron por detrás y él, por instinto, se convirtió y mordió a ambos.

Una vez mordidos los cinco policías, Amy y Jeremiah aprovecharon para dirigirse rápido a la camioneta. Juntaron las cosas de gran valor, y se marcharon con Sam en los asientos de atrás. En ese momento, Jeremiah pensó que quizás tenerlo a Sam de mascota no era tan malo.

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¡Hola! Como avisé, estoy editando todos los capítulos, así que si son nuevos, les recomiendo que lean a medida que actualice así no se pierden de ningún capítulo. ¡Muchas gracias por leer!

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora