|[12]|

402 79 9
                                    

Milk

Me quedo a medias, mis dedos se detienen cuando nada surgen en mí para terminar el informe de mas de doscientas palabras, el palito, como le digo yo, parpadea, y me imagino que me exige que de una buena vez escriba.

Pero no me surge nada.

Bajo las manos soltando una exhalación alejándome un poco de mi escritorio y mirar un portarretrato apoyado al lado de mi computadora.

Él y yo en su cama, sus labios en mi frente, mis manos en su pecho mientras mi rostro estaba oculto en si cuello, esa foto nos la tomamos cuando me pidio oficialmente que fuera su novia, por supuesto, hace años, y sin embargo, aun esta calado en lo más profundo de mi ser.

—Que idiota soy. —Susurro, guardo el archivo y apago la computadora levantándome de la silla.

La nostalgia me invade de un segundo a otro, mi memoria me falla, mi imaginación se pone en mi contra cuando visualizo a mi pequeño gateando por todo mi departamento, siento unas garras afiladas apretando mi pecho que suelto un jadeo y sujeto mi pelo con una mano.

Tranquila, todo está bien. Me lo repito muchas veces que es un hecho que no me calma.

Uno...dos...tres...jadeo, comienzo a sudar, intento normalizar mi caótica respiración, no sé como hacerlo, odio estos momentos, odio sentirme de esta manera, odio no haber sido fuerte y haber peleado por él...por ellos.

Me arrodillo, muerdo mi mano, no puedo vocalizar palabra alguna, mi garganta esta envuelta en una cadena que aprieta fuerte, arde, quema y asfixia.

Me doblego sin evitarlo llorando como una tonta al recordar a lo que tanto temí y terminé dando todo sin obtener siquiera el derecho de dirigirle la voz, lo extraño, extraño mucho a mi pequeño.

Mi móvil, debo encontrarlo, necesito escucharlo, corro con torpeza a mi habitación, lo encuentro, marco con mis dedos temblorosos el número de mi prometido, me ahogo y jadeo fuerte cuando tarda mucho es responder, lo hace y solo digo.

—Esta bien, te acepto, pero...—trago con dificultad saliva— devuélvemelo, por favor, devuélvemelo. —sorbo mi nariz, aprieto mis dientes contra mi labio, esta agitación ardiente destructiva solo terminara con algún día dejarme totalmente devastada.

Respira, mis vellos se erizan al imaginar su respiración en mi nuca. —¿Te casarás conmigo?

—Sí.

—Vaya, tu autocontrol duró mucho. —elevo la mirada arriba tratando de evitar que más lágrimas se deslicen por mis mejillas.— Sin embargo tu hijo no quiere verte. —pausa— Pero por ti, verás que te venerará en cuento te vea.

—No lo lastimes, no quiero que lo lastimes. —Advierto abriendo la ventana siendo el aire frio lo primero que choca con mi rostro

—Tranquila, te espero a la hora de siempre en nuestra casa para terminar de pactar y concluir nuestra boda. —Asiento como si estuviera presente.

Mis ojos miran a la persona indecisa que entra y sale del edificio, aquello amortigua el dolor y termino por aceptar lo que mi prometido dice antes de colgar.

Al final, como si se hartara, ingresa con los ojos cerrados al edificio, aquello me causa un poco de gracia, me dirijo al baño y mojo mi rostro en el lavado, mi camisón oculta los lugares privados, peino con mis dedos mi cabello y una tocadas en mi puerta hacen que haga contacto visual con mi reflejo en el espejo del baño.

Es tu dosis de tranquilidad.

Es aquello que te da calma con su cercanía.

Es él, el que siempre te hace ver que la vida no es tan jodida como parece.

Abro la puerta, y no lo veo a él, sino al pequeño niño que estira sus manos con un ramo de rosas diciendo. —¡Queremos tener una cita contigo!. —y sonríe enormemente que convierte mi tristeza en un trozo oculto en arena para sentir una pizca de alegría.

Tiene sus ojos.

—Hola nena, ya conoces a mi hijo, insistió en que tengamos una cita. —baja a su hijo quien viene hacía mi, sujeta mi mano y besa el dorso ofreciéndome las flores.

Esto es nuevo, mis mejillas se calientan, las manos de Goku sujetan las mías y anhelo tanto ver sus verdaderos ojos, pero los de ahora me miran con mucha expectativa y calma.

—¿Quieres? —insiste, su hijo ladea sus rosas que me avergüenza el hecho de haberlo ignorado, lo acepto y al hacerlo se prende en mis piernas.

Es tan adorable.

—Quiero...quiero salir con ustedes. —contesto, el niño da brincos y él, el me da una sonrisa que hace cosquillas en mi estómago.

....

No Soy Juguete De Nadie II✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora