CAPÍTULO 9: "Robar"

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Narra Mar:

— Tina — dijo Thiago con tono de decepción —. Me confundí de cuarto.

— Claro — dijo Tina —. Mejor que tu padre no se entere de que te confundiste de cuarto.

— Bueno, chau — después, Thiago caminó hacia la puerta y se largó.

A Tina se la esfumó la sonrisa en cuanto Thiago se fue del cuarto. Se acercó a mí y empezó a empujarme para detrás:

— ¿Qué dije yo? ¡En el cuarto no entran varones y Thiago menos! ¡Mirá que hay flores que no te conviene desear! Podrían ser las de tu funeral... Mar — mi nombre lo dijo con tono despectivo, cómo si me estuviera diciendo que la próxima vez que me acercase a Thiago podría hasta morir. Después, tina me agarró del cuello de la remera y me llevo de nuevo hasta el despacho de Bartolomé. Era el cheto el que me había dado bola, ¿qué culpa tenía yo? Bueno, lo había llamado, pero pobrecito, estaba mal... me daba pena. Pero solo por acercarme un poco a él, me estaban matando a retarme.

— Mar pimpollo, en esta casa hay pocas reglas — dijo don Bartolomé de manera clara y tranquila, pero a la vez amenazante —. Pero las reglas que hay, son sagradas che. Uno, en el cuarto de las chicas, no entran los chicos...

— Y Thiago no es un chico, es el hijo de don Bartolomé — aclaró Tina. Yo ya lo sabía, no hacía falta que me lo dijeran —. Y Thiago es intocable, ¿o qué te crees? ¿Qué se puede fijar en una huérfana como vos?

— Tina — dijo Barto soltando una carcajada —. Sos loca che. Estoy seguro de que ella no se va a fijar en Thiago, ¿no?

— No, claro que no — dije —. No me voy a poner de novia — demasiado inocente era.

— ¿Ves? Mar es una chica seria. Anda pimpollo... — sí, me estaba echando. Así que me dí vuelta y salí por dónde había entrado. No, Thiago no era el chico con el que yo debía estar. Y tenía que enterarme bien de que no estaba ni mucho menos a mi alcance.

Pasaron unas dos horas y yo seguía sola en el cuarto, sin hacer nada, mirando a algún lugar del universo. Me aburría mucho en esta casa tan grande, siempre sola porque Rama, Tacho, Lleca y Alelí casi nunca estaban.

5 minutos después, Alelí entró en el cuarto. La chiquita me sonrió, y justo atrás entraron los chicos.

— Mar — dijo Lleca.

— Nosotros no queremos estar mal con vos, pero no te intentes escapar de nuevo — dijo Tacho —. Te pido perdón por lo que hice pero no te podés escapar, por favor.

Miré a Tacho seria:

— Yo no me quiero quedar en ningún lado. Aparte si me quedo me van a hacer laburar.

— Sí, te hacen laburar — comentó Lleca —. Pero también hay que vivir. Para nosotros nada es gratis, nunca.

— Además, ellos están apostando por nuestro futuro — dijo Rama —. Justina y Bartolomé nos abrieron una cuenta en el banco a cada uno. Y por cada trabajo que hacemos pone un porcentaje.

— ¿Y quién te dijo a vos eso? — le pregunté a Rama.

— Es verdad, yo vi los papeles con las cuentas. Yo tengo como 232 pesos — dijo Lleca.

— Y además, si nosotros no estudiamos, ¿qué hacemos? ¡Cadalso!

— No es una mala vida, la lleca es muy dura — dijo Lleca.

— Pero, podés hacer una diferencia, va, si querés — dijo Ramiro.

— ¿Cómo sería eso? — pregunté.

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