CAPÍTULO 32: "La primera patadita que siente papá"

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Narra Mar:

De nuevo, estábamos caminando por la calle. Otra vez. Iríamos a un motel barato. Thiago tenía plata, pero aún faltaban muchas cosas por comprarle a Bruno, y además, teníamos que ahorrar plata para poder estar bajo un techo hasta poder alquilar una casa.

— Voy a encontrar trabajo Mar, te lo prometo.

Eso me tranquilizaba un poco, pero seguía estando nerviosa por los problemas que íbamos a tener. Como íbamos a criar a un hijo, casi sin plata, y sin la suficiente madurez para ser padres. Yo sabia que Thiago iba a estar siempre ahí, nos amaba a Bruno y a mí, pero, ¿y si encontraba un trabajo alejado de donde vivíamos y solo podía verle una vez a la semana? ¿O si ni siquiera encontraba trabajo y nos moríamos de hambre? ¿Y si nos quitaban a Bruno por falta de recursos económicos? Definitivamente, el embarazo adolescente siempre traía problemas, aunque el papá te estuviera apoyando y te siguiera amando a pesar de que ahora ibas a tener que estar pegada todo el día a un bebé, y que el papá de ese bebé iba a tener que trabajar para poder darle de comer y comprarle todo lo que necesitara. Además de eso, en un futuro iría al jardín, tendríamos que pagar libros, uniforme, tal vez le gustaría hacer rugby como a su papá, por no hablar del colegio, las clases particulares, el inglés y la universidad... Absolutamente todo iba a costar plata, por no hablar de las consultas médicas, la ropa, las medicinas, y las fiestas de cumpleaños. Thiago le quería dar todo eso a su hijo, porque a él nunca le había faltado nada, y tampoco quería que a Bruno le faltase de nada. Lo mío había sido diferente, yo nunca había tenido nada: no había ido al colegio (en ese entonces ni siquiera sabía leer), nunca me habían hecho ningún regalo hasta que cumplí 15, aunque hubiera querido muchas cosas, nunca habría podido tenerlas. Y yo no quería que a Bruno le pasara lo mismo que a mí.

Thiago y yo seguimos caminando con las cosas en bolsas muy pesadas, hasta llegar a un motel a las afueras de la ciudad.

— Solo pido que estemos acá por poco tiempo — dijo Thiago agarrando las bolsas que yo llevaba y metiéndolas para dentro del motel junto con las suyas.

Después de eso, pasé yo. El lugar era sucio, como alguno de los orfanatos en los que había habitado. Olía a cerrado y a ambientados barato. El suelo era de madera antigua, sin encerar ni barnizar, además también, no había alfombras como las del primer hotel en el que habíamos estado.

Thiago se dirigió a hablar con la recepcionista mientras yo cuidaba de las bolsas sentada en uno de los sillones, que la verdad también estaba bastante viejo. Como dijo Thiago, "ojalá estemos acá por poco tiempo". Esto era insano tanto para nosotros como para nuestro bebé.

Después de un rato, Thiago volvió a donde me encontraba, un poco cabizbajo:

— Piden demasiado dinero Mar. Quieren que por 1 mes les dé casi la mitad del dinero que tenemos. Además, este lugar es una mierda, están por caerse las paredes y los pisos. Seguramente haya bichos en los cuartos, no puedo darte esto...

Me mordí el labio, y solamente le agarré de las manos. Sabía que esto era más difícil para él que para mí. Acá no íbamos a poder aguantar dos meses, además, con el dinero restante teníamos que pagar las consultas del ginecólogo y las ecografías.

— Solo se me ocurre buscar un trabajo. Pero no sé cómo empezar mi amor... Con un trabajo mío, podemos empezar una nueva vida en una casa... Darle a Bruno un verdadero hogar.

— Si hace falta yo también trabajo Thiago...

— ¡No Mar! Eso nunca, vos tenés que cuidar de Bruno. Imaginá qué haces más esfuerzo del necesario y le pasa algo a él, además, ya bastantes problemas tenemos con la plata y con la casa para vivir. De momento, alquile un cuarto por 1 semana, subamos. Te juro que en una semana voy a encontrar empleo y esto se va a terminar, vamos a vivir en un lugar mejor.

De repente, sentí como un pequeño pie rozaba por dentro mi pancita, como aquella noche en el parque.  Tan solo sonreí y puse una de las manos de Thiago en mi panza.

— ¿Qué pasa? — me preguntó Thiago preocupado —. ¿Te duele la panza o algo?

— No, Brunito te está saludando — sonreí.

— ¿Qué? — Thiago acomodó su mano sobre la panza —. Hijito...

Otra patadita, y esta vez Thiago si que la sintió. Dos lagrimas cayeron por sus mejillas... No pude contener la emoción y yo también me puse a llorar. Era tan lindo ver cómo estábamos juntos, pendientes solamente de la panza, mirando como Bruno también nos escucha, nos siente... Como el también quiere apoyarnos y ayudarnos en lo que nos está pasando.

Y... la verdad es que Thiago y yo, hemos formado la familia que siempre habíamos añorado.

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