CAPÍTULO 24: "Terremoto"

1.8K 96 6
                                    

Narra Mar:

Pasaron 2 meses. Apenas había engordado dos kilos y la panza no se notaba para nada. Aunque los síntomas eran horribles. Vómitos todo el día, dolor de panza, sueño, cansancio, estuve a punto de hacerme pis encima varias veces... Jaz me decía, que ella había escuchado que en los embarazos difíciles siempre venían nenes, y cuando tenías un embarazo más tranquilo, venían nenas. También, según la sabiduría gitana de Jaz, me había enterado de que: cuánto más jóvenes fueran las futuras mamás, más probabilidad había de que el bebé fuera a ser un nene, y cuánto más mayores fueran las mamás, el bebé iba a ser una nena. ¿Iba a ser un nene mi bebé? El doctor me había dicho que aún no sé sabía si era nene o nena, y como hasta el 5º mes aún quedaba tiempo, tendría que esperar para saberlo, y para confirmar que Jaz tenía razón.

El tema de los análisis quedó olvidado. Los análisis de Jaz fueron perfectos y Barto y Tina se la creyeron por suerte. Lo que pasa que me tenía que andar con cuidado, cada vez que alguno estaba cerca, me ponía a hacer algo rápidamente, y procuraba no vomitar para que no volvieran a sospechar de mi posible (pero verdadero) embarazo.

Dolo por suerte no se había vuelto a entrometer en mi vida, y en la de Thiago tampoco. Nacho se comportaba de una manera educada conmigo, aunque de vez en cuando me jodía un poco, sobre todo cuando me decía Blacky. Pero gracias a él, mi bebé ya tenía parte de debajo del colchón (debía meter ahí la ropa para que Tina no se diera cuenta), repleta de ropa, en especial ropa de color azul, porque parecía que Nacho también estaba seguro de que iba a ser un nene. Hasta Lleca le había comprado ya un balón de fútbol, Tacho había recogido algún autito de cuando él era chiquito y Rama le había comprado unas sábanas para la cuna, las cuáles Jaz había bordado después poniendo B. A. Me dijo que cuando supiéramos seguro el sexo, bordaría la inicial del nombre delante del B. A. (Bedoya Agüero). La única que no estaba segura de que iba a ser un nene, y decía que de mi panza iba a salir una princesa, era Alelí. Estaba encantada, porque decía que iba a tener una hermanita. Aunque luego llegaba Lleca y la decía: "No, va a ser un nene, no te hagas ilusiones".

Un día, Thiago llegó diciendo del colegio que tenía una sorpresa preparada para mí. Después de comer, me puso una vendita en los ojos y salimos de la Mansión. Caminamos, por un buen rato. Yo iba de la mano de Thiago porque iba completamente ciega. Finalmente, debimos llegar al destino, me ayudo a subir un escalón y entramos en un establecimiento.

— Quitate la venda mi vida — me saqué la venda y sonreí al ver lo que había a mi alrededor. Un gimnasio, con una pista de boxeo.

— ¿Voy a boxear? — le pregunté sonriendo.

— ¡No mi amor! Estás embarazada, podés perder al bebé si haces esfuerzos innecesarios. Acá trabaja alguien que a vos te gusta mucho.

Pensé: "No puede ser...". Cuando de repente vi al ídolo de mi infancia: Terremoto Aguirre. Ahí estaba, enfrente mía, con unos guantes de boxeo.

— Han llegado — dijo Terremoto de forma seca.

— Sí, ella es Mar, mi novia — dijo Thiago sonriente.

— Hola Mar.

La sonrisa no desaparecía de mi cara. Me hubiera gustado abrazarle, pero tenía una cara de perro y de amargo total, por lo que decidí quedarme al margen. Ojalá él me pudiera enseñar boxeo después de dar a luz...

— Hola Terremoto. Desde chiquitita me gustas.

— Ya me dijo tu novio.

— La pagaría unas clases... pero está de tres meses y no queremos que le pase nada malo a nuestro hijo — dijo Thiago acariciándome la pancita.

— ¿Está embarazada? — preguntó él.

— Sí, estoy embarazada.

— Tan chiquita y embarazada ya. ¿Lo saben tus padres?

Cuando me preguntó eso sentí ganas de llorar. A mis padres no les había importado su bebé recién nacido, y mucho menos les iba a importar el bebé recién nacido de su hija, a la que abandonaron en la puerta de una iglesia a los pocos días de nacer.

— Es huérfana — respondió Thiago por mí.

— Ah, perdón — dijo Terremoto rascándose la nuca.

— No pasa nada, está todo bien — dije.

— Bueno, tomaras unas clases conmigo cuando nazca el niño. ¿Sabes boxear ya?

— Sí. No es que sea tan buena cómo vos, pero ya conozco algunas técnicas, incluso tengo un saquito de boxeo.

— Muy bien. Aunque ahora, lo mejor será que no practiques — dijo mirando al piso —. Por el bebé lo digo.

— Sí, ahora no practico. Tranquilo.

— Bueno, si quieren pueden venir otro día a visitarme. Ya soy viejo, no compito y solo me queda preparar a otros alumnos para que sigan luchando para ganar. El gimnasio lo abro de 10 a 2, lo cierro por 3 horas, y lo vuelvo a abrir de 5 a 9 de la tarde. Vuelvan cuando quieran en el tiempo que yo esté libre.

— Sí — dije sonriendo.

— Chau y gracias — dijo Thiago agarrándome la mano de nuevo.

— Felicidades chicos — nos despidió y se dio la vuelta caminando al otro lado. Entonces fue cuando me fije en una mancha que tenía atrás del muslo en forma de óvalo. Me resultó raro, porque yo tenía la misma manchita y en el mismo lado. 


(Ya avise en otra la cuenta. Ahora voy actualizar muy despacio hasta el 30 de junio porque tengo algunos exámenes. Disculpen las molestias.)

Padres AdolescentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora