CAPÍTULO 6: "Solos"

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Narra Mar:

Me miraba profundamente, con los ojitos brillantes, cómo si quisiera saber lo que estaba pensando en ese mismo momento. Su piel era tan suave como la seda, y desprendía aroma a perfume caro, de esos que yo nunca iba a poder tener.

— Correte — le dije saliendo de la fuente con la ayuda de su mano aún. Nada más pisar el asfalto, la solté.

— Me corro — dijo, con una sonrisita en la boca. Después me puso una mano en la espalda y señaló de nuevo a la Fundación BB —. Vamos dale, te doy una toalla, te secas, te cambias... mi casa está por allá, vení... — añadió educadamente.

El cheto me quería meter de nuevo en la BB:

— ¡No! — grité.

— Pero si estas empapada.

— Y a vos que... — intenté decir.

— ¿Qué? ¿Qué? — me interrumpió, sonriendo todavía.

— Que te importa concheto.

— Perdón Marianella — dijo Tina, mientras salía de la Fundación. Por culpa del nenito bien me habían atrapado. Otra vez a tener que aguantar a la tarada de Malvina, a la vieja de Justina y al falso de Barto —. ¡Niño Thiago! — exclamó al ver a aquel chico.

— ¿Thiago? — pregunté. Además de ser lindo, tenía un nombre lindo.

— Un gusto — volvió a agarrarme la mano —. ¿Marianella?

— ¿Y vos quién sos?

— Es el hijo de Don Bartolomé — dijo Justina en tono de enojo. Pero rápidamente lo cambió a una voz dulce y tierna —, Thiago. Pero que alegría verte.

— Sí... lo mismo digo Tina — dijo Thiago, en un tono de voz decepcionado.

— Yo me alegro mucho mucho de verte. Pero, ¿qué hacés acá?

— Nada nada... ¿Papá? — preguntó él, con voz tierna.

— En la mansión, dando una gran fiesta.

— Yo no quiero fiesta. Voy a darme una ducha y después los veo.

— Lo que digas Thiago — respondió Justina haciéndole una reverencia.

Entonces Thiago comenzó a caminar hacia la mansión. Tina y yo nos quedamos solas:

— ¿Y vos dónde ibas? — me preguntó.

Yo puse cara de enojada y no respondí. 

— Ah muy bien no vas a hablar... — dijo acercándose a mí y agarrándome del pelo de nuevo —. Ya vas a hablar. ¡Camine! ¡March!

-...-

Narra Thiago:

Cómo todo el mundo estaba en la fiesta entré por la puerta trasera de la mansión y subí a mi cuarto. Dejé todas mis cosas más o menos ordenadas sobre la cama, y luego ya sería Tina la encargada de lavarlas y plancharlas. Acá había pasado los 7 primeros años de mi vida, y desde hacía 8 años no había pisado mi habitación. Aún estaban mis cosas de cuando era chico, mis autitos, mis peluches, mis juguetes... En el armario estaba ordenada mi ropa de cuando era chiquito también... Le diría a Tina que se lo diera a los nenes de la Fundación, pues la mayoría estaba nueva, y ellos podrían utilizarla todavía. 

Después fui al baño, me dí una ducha y me cambié de ropa. Era lo que más necesitaba después de haber tenido un viaje tan largo. Mientras me duchaba pensaba en que chicos nuevos habría en la Fundación. Cuando yo era chiquito, apenas me dejaban acercarme a ellos, bueno, cuando mi mamá vivía acá sí me dejaba. Pero después mi mamá nos abandonó a mi papá y a mí, y ya nunca más me dejaron acercarme. Pasados dos o tres meses mi papá me metió en ese auto que iba directo al aeropuerto y nunca más volví a ver a ninguno de los chicos de la Fundación. Sabía que alguno de ellos había llegado nuevo antes de que yo me fuera a Londres, pero nunca había hablado con ninguno, y solo les había visto de lejos antes de irme al colegio, cuando ellos bajaban a desayunar o salían a dar un paseo.

Pero bueno, espero que ya, con 15 años, papá me dejara acercarme. Ya era grande, ¿no?

Así que bajé por las escaleras, ansioso por el reencuentro. Abajo se escuchaban los gritos de mi papá y de mi tía Malvina.

— ¡Señor! — interrumpió Tina al verme descender por las escaleras.

— Thiaguito... — fue el frío saludo de mi padre al tenerme delante. Después me dio un abrazo, un simple abrazo, cómo si solo lleváramos sin vernos un par de semanas. Eran 2 años los que llevábamos sin vernos, desde que había venido a verme por Navidad a Londres. Enfrente mía, tres pares de ojos me miraban. Dos chicos de mi edad y un chico algo más pequeño, de unos 12 o 13 años —. ¿Qué hacés acá che?

— De eso quería avisarle señor, llegó Thiaguito — dijo Justina sonriente.

-...-

Narra Mar:

Justina me había retado, me había retado un montón por lo de escaparme... y cuando se enterara de lo que le había hecho a Malvina la cosa iba a ser mucho peor.

— ¡¿Dónde está?! — grité interrumpiendo en el cuarto de los varones.

— ¡Eh loco! ¿Dónde está quién? — dijo Lleca —. Para nena, ya nos metiste en un montón de bolongui, para...

— Peor es ser buchón, ¡¿sabés?!

En ese mismo momento Tacho entró en el cuarto. Llegué a la conclusión de que sino había sido Rama, ni Lleca, ni Alelí... había sido Tacho. Por eso nada más entrar lo agarre del cuello de la camisa y lo tiré al piso.

— ¡Te voy a matar! — grité.

Todos se alteraron en el cuarto y empezaron a gritar que nos separáramos. Además intentaban sacarme de encima de Tacho mientras lo agarraba del cuello y lo golpeaba.

— ¡¿QUÉ HACEN ACÁ?! — gritó Justina entrando en la habitación —. ¡YA! ¡¡ARRIBA!!

Me daba igual lo que gritaba Tina, yo seguía golpeando a Tacho por lo que me había hecho. 

— ¡¡ARRIBA!! — repitió Tina. Esta vez si solté a Tacho y ambos nos levantamos —. ¿Qué te crees que hacés? — me preguntó mirándome —. ¡Fila india! Bartolomé los quiere ver. ¡March!

Yo también me puse en la fila, pero Tina me frenó solamente con la mirada:

— Quédate ahí — me dijo después —. Quietita como lápida. Ya vamos a arreglar este asunto — después salió del cuarto y me quedé sola. Otra vez sola.

-...-

Narra Thiago:

— Volver acá... ¿Para qué hijo? ¡¿Para qué?! — me decía mi papá mientras charlábamos en su despacho —. Sí es porque querés estudiar música, te pago la mejor escuela de música de Londres. 

— Volver acá... ¿Para qué hijo? ¡¿Para qué?! — me decía mi papá mientras charlábamos en su despacho —. Sí es porque querés estudiar música, te pago la mejor escuela de música de Londres.

— ¡No quiero ir a Londres! — dije —. ¿Es que te molesto acá?

— Por favor hijo... — se disculpaba mi papá. Aunque sus disculpas me valían poco, porque cada vez me creía más lo de que no me quería en Buenos Aires, viviendo en la mansión. No me quería a su lado y cada vez estaba más convencido de ello —. Yo quiero lo mejor para vos. Pero... ¿Cómo hiciste para escaparte del London College?

— Me escapé papá — dije simplemente —. No es tan difícil, no es una cárcel — después me levanté y puse las manos sobre el escritorio, mirando fijamente a mi padre —. Mirá pa, quiero estudiar música pero acá. Quiero entrenar pero acá, ahora me voy a correr — dije.

Después me dí media vuelta y salí del despacho de Barto, cada vez estaba más seguro de que él ya no me quería. Sí, tenía un papá, tenía una mamá, pero estaba tan huérfano y tan solo como los chicos de la Fundación.

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