CAPÍTULO 22: "Los primeros síntomas"

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Narra Mar:

Y a medida de que pasaban los días, me sentían aún más cansada y con menos ganas de comer.  También de vez en cuando, espasmos en la panza, que me provocaban unos dolores infernales, aunque gracias a Dios, eso no era tan común como el cansancio y la falta de hambre. Aunque se me siguieran notando las costillas, mi panza comenzaba a crecer mínimamente. Seguramente, que si hubiera estado en la calle, mi panza no hubiera crecido nada, pero en la Fundación BB, por suerte, desayunaba, comía y cenaba todos los días, aunque ahora fuera poco, porque me sentía tan mareada que no me entraba casi el almuerzo. Y a eso, le teníamos que añadir las vitaminas que me había mandado el médico, y también, cómo no, los dulces que me compraba Thiago.

Mi panza había pasado a ser la más mimada de toda la mansión, recibía más cariño que las muñecas de Alelí. Cada vez que Tina y Barto estaban lejos, todas las atenciones las teníamos mi panza y yo. Que si mimos, besos, abrazos, cosquillitas... ¡Y el reposo! "Mar tiene que estar descansando con las piernas en alto siempre" les avisaba Thiago a los chicos, y estos se lo tomaban al pie de la letra. Si Tina me mandaba limpiar el baño o la cocina, Rama lo hacía por mí; si me mandaban cocinar, ahí estaba Jaz para hacerlo. Y como no olvidar... a no ser que estuviera en el colegio, Thiago se pasaba todo el día conmigo. Hasta se había buscado un truco por las noches, para poder dormir conmigo, abrazado, acariciándome la panza, a su hijo... a mini Bedoya Agüero. Incluso le cantaba canciones, mientras que intentábamos dormir: "Los bebitos deben empezar a escuchar música desde que están en la panza de su mamá" me decía él. Yo al principio pensaba que con tanta música, el chico iba a salir medio loco. Pero después, pensé en que Thiago sabía más que yo sobre embarazos, por lo que le di la razón, y le dejé que le cantara todo lo que quisiera.

Y sí, también habíamos ido ya a la clínica. Thiago había gastado buena parte de sus ahorros en que me hicieran una ecografía por la medicina privada, ya que en la pública era difícil anotarme sin el consentimiento de Bartolomé o de Tina. Pero Thiago siempre decía: "No pasa nada, si hace falta que le robe a mi papá para que vos te hagas las ecografías y así podamos ver como esta nuestro pequeño, voy a hacerlo." Por ahora, nuestro porotito no era más que una manchita de color gris y blanco, pero crecería, sería grande y fuerte como su padre. Estaba muy segura de ello. El doctor me había dicho que sino tenía ganas de comer (lo cuál era de lo más normal en las embarazadas de poco tiempo), debía alimentarme con vitaminas, para que así no tuviera anemia y no hubiera complicaciones con el embarazo.

A la quinta semana de embarazo, cuando estaba con Jazmín pelando patatas para la comida, mientras ella cocinaba el resto de las verduras de pie, sentí un malestar y picor en la garganta. Me vinieron ganas de vomitar, pero lástima... no me dio tiempo a llegar al baño:

— ¡Mar! — exclamó Jaz sujetándome el pelo y poniéndome una mano en la frente —. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Negué con la cabeza:

— No, ¿no ves qué vomité?

— Sí. Son los síntomas típicos de todas las embarazadas... Voy a recogerlo, mejor será que no lo vea Tina. Entre que apenas comes, los dolores de panza, y el cansancio, además con el vómito de ahora, va a empezar a sospechar.

Desgraciadamente, en ese mismo instante que Jaz fue a por la fregona para limpiar el vomito, y yo me quedé sola, Tina apareció por la puerta:

— ¡Otra vez sentada sin hacer nada, Marianegra!

— Es que no me siento muy bien Tina — dije con voz débil, ya que justo acababa de vomitar.

— Nunca está bien usted — me agarró del hombro y me levantó de la silla —. La voy a decir algo, que usted sea la novia de Thiaguito no la quita de ser una interna más de acá, y menos de tener que trabajar. Siempre la veo sentada sin hacer nada.

— Es que no me encuentro bien Justina, en serio le digo — gracias a Dios, el trato de Justina y Barto con respecto a mí, había cambiado desde que Thiago les había dicho que estábamos de novios. Seguían siendo una amarga y un falso, pero con menos intensidad.

— Mañana entonces vamos a hacer un análisis de sangre. Y por cierto, me tiene que decir cuando la viene el periodo, se lo tengo que controlar, a vos y a la rata gitana — entonces fue cuando vio el vomito —. ¡¿Qué es eso?! — gritó.

— Ya la dije que no me siento bien.

— Mañana mismo al médico, y ahora a trabajar. No la quiero ver sentada más, porque sino, va a empezar a cavar su tumba.

Asentí y me puse a remover las verduras en la olla. Ojalá Thiago me salvara de esta cuando viniera del colegio...

-...-

Narrador:

Tina tocó en el despacho de Bartolomé:

— Pase — dijo el señor Bedoya Agüero.

— Es Marianegra — dijo Tina entrando en el despacho —. Algo en esa rata no va bien. Siempre está cansada, la duele la panza, la cabeza, y hoy, ¡hoy vomitó mi am... — corrigió Tina antes de meter la pata — digo mi señor!

Barto miró a Tina:

— ¿Qué me querés decir con eso Justine?

— Que nunca había visto a nadie así desde que Kendra estaba embarazada de Thiaguito.

Barto se levantó:

— ¡¿CÓMO?!

— Yo estoy empezando a sospechar de todo esto. Kendra tenía los mismos síntomas que tiene Mar ahora...

— ¡¿MI HIJA LE LLENÓ LA COCINA DE HUMO A LA HUERFANUCHA SUCIA?!

— Eso creo yo mi señor, pero no se frustre, mañana le voy a hacer los análisis y vemos que puede pasar.

— Yo ya sé que va a pasar... — dijo Barto —. Sí esos análisis dan positivo, va a pasar con ella, lo mismo que pasó con Alba.

— Pero el niño sería su nieto.

— ¡Qué me importa Tina! El niño muere cuando matemos a la madre y asunto arreglado. Yo acá no quiero más chicos, y menos bebés. Y mucho menos, quiero que mi hijo se pase la adolescencia cambiándole los pañales al hijo de una bastarda. ¿Está claro?

— Clarísimo señor.

— Vaya anotarla a Marita en las listas de análisis, ¡ya!

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