CAPÍTULO 18: "El regreso a la mansión"

2.4K 114 8
                                    

Narra Mar:

— Dale Thiago... — lo animé.

Él dejó el test al lado del lavabo y me abrazó emocionado. Yo le seguí el abrazo, bastante confusa, y al rato me separé:

— ¿Qué dio? — pregunté confundida.

Él simplemente me acarició la pancita, y ahí lo entendí todo: estaba embarazada. Sí, acababa de cumplir los 15 años y estaba embarazada. Él tenía apenas 16 años y también iba a ser padre. No podía estar feliz, ahora iba a tener una vida a mi cargo.

— Felicidades mi amor... — me dijo Thiago acariciándome la cara.

— Yo no estoy feliz Thiago. Esto es horrible.

— Pero si ser mamá dicen que es lo más lindo que te puede pasar — me miró dulcemente.

— Pero no con 15 años Thiago — me di la vuelta y me volví a acostar en la cama.

— Mar... — dijo sentándose a mi lado —. Tenés que estar bien de ánimo, no solo por el bebé, también por vos. No te puedo ver así.

Lo miré. Todo había sido por su culpa. Sí yo estaba embarazada ahora era por su culpa. Por culpa de ese estúpido cheto que tuvo una noche conmigo.

— Yo sé, que todo esto es muy difícil. Pero yo solo quiero, que no pierdas a ese bebé por nada del mundo. Yo, te voy a ayudar a cuidarlo, siempre voy a estar a tu lado, ayudándote a cuidarlo, cuidándolos a ambos. Mi mamá me abandono cuando era un nene, y no podría superar lo de que a mi hijo también lo separan de su mamá.

— Quiero estar sola — dije solamente, mientras agarraba la almohadita y jugueteaba con ella.

— Yo estaré en el café del hotel, si querés algo, baja a buscarme — me dio un beso en el cachete y salió de la habitación, dejándome completamente sola.

Y si, yo nunca abandonaría a un hijo. Yo también había pasado mi vida extrañando a una madre que me cuidara y que me quisiese, y a un padre que me hubiera protegido. Pero ahora no era el momento, no era el momento paz que naciese mi hijo, nuestro hijo.

-...-

Narra Thiago:

Mientras estaba en el café del hotel, decidí llamar a Rama para contarle lo del embarazo de Mar. Y aunque aún no fuera la hora justa a la que había quedado en llamarle, necesitaba hacerlo cuanto antes. Entonces, saque'mi celular y marqué el número de la mansión:

— ¿Sí? — reconocí la voz de una niña pequeña, Alelí, al otro lado de teléfono.

— Alelí, ¿está Rama? Soy Thiago.

— Ahora no está, Justina le mandó a hacer unos recados.

— Bien, quiero que le digas algo, ¿de acuerdo?

— Sí, ¿qué cosita?

De repente, escuché como al otro lado de la línea alguien le arrebataba el teléfono a la niña:

— ¿Alelí? — volví a preguntar.

— ¿Niño Thiago? — distinguí que era la voz de Tina la que preguntaba eso —. ¿Dónde estás? ¡Llevamos días buscándote! A vos y a Mar. Por favor, tenés que responderme.

Decidí cortar. No fue un acto muy valiente, pero era lo mejor. A los pocos minutos, el número de la mansión apareció de nuevo como llamada entrante en mi celular. ¡Mierda! Y sí, tomé fuerza y atendí la llamada:

— Hijo, hijito, ¿dónde estás? La policía lleva buscándote desde hace 1 mes. ¡Qué lástima lo de no haberte comprado un celular con chip de búsqueda che!

Era mi padre. Ni siquiera sabía reaccionar. Decirle que Mar estaba embarazada sería meternos en un gran problema. Pero, ¿entonces por qué habíamos desaparecido? ¿Sería cierto que si yo volvía a la mansión, aún sin decir que Mar estaba embarazada, me mandarían de inmediato a Londres? Yo, realmente, después del día en el que mi mamá nos había abandonado, era el día de mi vida en el que más miedo estaba pasando.

— Papá...

— ¿Solamente decís eso hijo? ¿Solamente papá? ¿Dónde estás?

— Te lo digo si me prometes algo.

— ¿Qué cosa? Mmm, saliste a tu padre che, buen negociante.

— Papá, no estoy para bromas. Mar y yo volveremos en el caso en el que no me mandes a Londres.

— Hijito — dijo mi padre, en tono paciente —, ya te dije que el colegio de Londres es el mejor lugar para vos.

— ¡No! — grité —. No es el mejor lugar para mí. Yo quiero estar acá, con Mar, y con los chicos. Y sí es así, si me dejás quedarme en Buenos Aires volveremos, vos decides.

— ¿Así que te llevaste a Marita de rehén?

— No, me la lleve porque ella me gusta papá. Es una buena chica. Dolores es una nena consentida, se la pasa gritando durante todo el día. Es insoportable estar con ella más de 10 minutos seguidos.

— Bueno che. Anulo la matrícula del colegio de Londres, y volvés, ¿dale?

— No. Volvemos ahora y anulas la matrícula delante mía, es más, yo mismo la voy a anular. Estoy harto de que me trates cómo un bebé papá, soy grande y bastante responsable.

Se escuchó un suspiro al otro lado de la línea:

— Y ahora quiero que me pases con Rama — añadí.

— Ramiro no está, ¿qué querías decirle? — preguntó mi padre.

— ¿Está alguno de los otros chicos? — dije, ignorando su pregunta.

— El chiquito, Lleca.

— Pasame a Lleca entonces.

Tardaron unos minutos, hasta que escuché la voz de Lleca del otro lado:

— ¿Thiago?

— Sí, Lleca. Mirá, hoy Mar y yo volvemos a la mansión. Quiero que se encarguen de una cosa, quiero que le agarren dinero a mi viejo, el cuál luego yo les voy a devolver, y compren una cuna. Luego, la van a tener que esconder en un lugar seguro, ¿de acuerdo?

— ¿Cuna? — preguntó Lleca sorprendido.

— Cuna, sí. Mar y yo vamos a ser padres. 

Padres AdolescentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora