CAPÍTULO 25: "Costumbres gitanas"

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Narra Mar:

Jazmín, había pasado a ser mi mejor amiga en aquel lugar. Era como una hermana, iba a ser la tía perfecta para mi hijo o hija (más probablemente, iba a ser un nene).

Jazmín era gitana. Sus padres habían sido asesinados por su tío. Para que entendáis mejor, el padre de Jazmín tenía dos hermanos: el que había asesinado a sus padres, y el que se había encargado de ella (bueno, "encargado" porque en realidad la había estado maltratando los 7 años que había estado viviendo con él). Ella me había dicho, los gitanos no matan por matar, la mitad son malas personas, y la mitad otra buenas. Sus padres eran buenos, pero tenían deudas con el tío, de ahí, que el tío les mató.

Había mandamientos gitanos: el primero era no cagarse en sus muertos. ¿Qué significaba esto? Los familiares muertos para un gitano eran de lo más sagrado, eran sus antepasados, sus orígenes, su vida. Por eso, toda la familia se reunía en los entierros, fuera como fuese. Si toda la familia no estaba reunida en ese momento, no se podía celebrar el entierro. El segundo mandamiento era respetar al patriarca. Dentro de los barrios de chabolas (que era dónde vivían los gitanos), la persona más mayor, que siempre debía tener un bastón y un sombrero, se denominaba patriarca. Él decía lo que era correcto y lo que no, y había que obedecerle por encima de todo. En el caso de que no hubiera patriarca, habría matriarca, aunque esto, según me había dicho Jaz, era más habitual en otros tipos de gitanos, por ejemplo, los de origen portugués. El tercer mandamiento, una gitana siempre debía casarse con un gitano. Eso era obligatorio e indiscutible. Además siempre debían casarse vírgenes, hacían la prueba del pañuelo para ver si lo eran, unos días antes de la boda. El cuarto mandamiento, debías casarte con el hombre que te mandarán tus padres, y eso también debía ser respetable.

Además de todo eso, los gitanos siempre debían permanecer en el lugar en el que habían nacido, en el barrio en el que se habían criado. Jaz me había dicho que sus padres eran gitanos un poco más "liberales", respetaban las tradiciones, pero querían lo mejor para su pequeña. Por lo que no se quedaron viviendo con el resto de los gitanos, sino que se mudaron a una pequeña casita en un barrio modesto, para que su hija, aún criándose con una gitana, pudiera tener también una vida de niña normal.

La familia de Jaz provenía de Cádiz, una provincia española que tenía una gran playa, y la cuál estaba rozando con África.

Pero Jaz tenía un problema. La estaba empezando a gustar Tacho. Sí, al ser yo su mejor amiga me lo había confesado. Entre ellos había química, desde la primera vez que se habían conocido, hacía ya 7 años. Pero Jaz decía que ella, no podía enamorarse de un payo (un payo era para un gitano, un "no gitano"). Que eso sería una deshonra para su familia, y que ella, como buena gitana, quería seguir con la tradición de enamorarse de un gitano, y seguir con sus costumbres habituales.

-...-

Narra Thiago:

Y por fin llegó, el día en el que nos decían el sexo de nuestro bebé. Tuve que poner una excusa en el colegio, puesto que a esa hora tenía clase de matemáticas. Gracias a Dios, el profesor se lo creyó y me dejó salir. Mar y Jaz ya estaban esperando en la clínica cuando yo llegué, y poco después salió el médico para decir que ya podíamos pasar a la ecografía. 

Mientras que Jaz se quedó esperando afuera, Mar y yo pasamos de la mano a la consulta. La mandaron acostar, como siempre, con la remera subida y el pantalón un poco bajado, en la camilla con las piernas abiertas en los estribos. El ginecólogo la puso gel en la zona baja de la panza y encendió el aparatito.

Al ver ya toda la pantalla, pude ver a mi pequeña cosita allí. 5 meses en la panza de Mar, y apenas se notaba.

— La panza tiene que crecer más, está demasiado pequeña. ¿Comes bien? — le preguntó el doctor a Mar.

— Sí — contestó.

— Ella come bien, alimentos muy nutritivos, no la falta ningún cuidado — comenté.

— ¿Cuánto has engordado?

— 5 kilos...

— Bueno, tampoco debe ponerse como una vaca, pero tiene que aumentar más de peso aún. También puede venir en los genes, tengo pacientes que están a punto de dar a luz y no parece siquiera que estén embarazadas — dijo el doctor —. La haremos unos análisis de sangre para comprobar que todo está bien — el doctor comenzó a mover el aparatito despacio por la panza y vi como pudo apretarla contra ella —. Este pequeño se esconde mucho. Pero estoy seguro de que es un niño — volvió a apretar de nuevo contra la panza de Mar —. Sí, justo, es un nene.

Me sentí lleno de satisfacción, iba a tener un hijo. ¡Un hijo! Con el que jugar a los autitos, para enseñarle a jugar al rugby, para conquistar a las chicas... Era fantástico. La agarré a Mar de la mano, la sonrisa no podía borrarse de mi cara. Ella también parecía muy feliz por el brillo de sus ojos y la forma de su sonrisa.

— ¿Ya pensaron en el nombre? — nos preguntó el doctor.

— Bruno, Bruno Bedoya Agüero — dijo Mar sonriendo.

— Muy bien — el doctor la dio papel a Mar para que se limpiara el gel y yo la ayudé a levantarse de la camilla —. Vuelvan en dos semanas.

— Perfecto, gracias doctor.

Al salir de la consulta, Jaz estaba esperándonos ansiosa. Quería saber el sexo ya:

— ¡¿Qué es?! — gritó al vernos.

— Un niño.

— Lo sabía — sonrió —. Según la costumbre gitana, si el primer hijo de una familia es varón, la familia va a ser poderosa.

Y yo pensé, sí, el amor que hay entre los papás de Brunito, es muy poderoso, y nunca se va a acabar. 

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