CAPÍTULO 29: "Una familia"

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Narra Thiago:

Finalmente, el colectivo llegó a la Residencia para madres solteras. Me bajé en la parada, pues ya había pagado y entré en el edificio. En el patio había dos madres de unos 20 años jugando con sus bebés. En este lugar, me sentía un poco fuera de lugar, porque todas eran mujeres. Pero debía de convencer a Mar para que volviera al Hogar, y con ella que volviera nuestro hijo Brunito.

Me paré en la recepción, y esperé a que otra madre, joven también, con su hijo de pocos meses, pidiera un papel para escribir una carta a su familia. Después, me atendieron a mí:

— Buenos días, ¿qué desea?

— Busco a la señorita Esperanza.

— Soy yo — dijo la otros mujer que había en la recepción —. ¿Qué quiere señorito? — me preguntó levantándose. Era una monja, la cuál parecía estar de bastante mal humor.

— Busco a la mamá de mi hijo...

— No todas las madres solteras de Buenos Aires vienen acá a que las den cobijo y alimento a ella y a su retoño.

— La cosa es que ella no está soltera — le aclaré —. Estamos de novios desde un mes antes de que supiéramos que estaba embarazada. Lo que pasa que esta mañana me desperté y ya no estaba en casa. Ella esta en la Fundación de mi papá. Allí tiene de todo, pero es que no entiendo porque se ha ido, tengo que convencerla de que vuelva conmigo...

— Los primeros días son esenciales para la adaptación de la mamá. Me temo que... — comencé a decir. Pero la interrumpí.

— Déjeme verla, por favor — le suplique —. Hago lo que sea, pero déjeme ver a mi novia y a mi bebé...

La monja suspiró, como siempre, en tono malhumorado y me respondió:

— ¿Cómo se llama?

— Thiago Bedoya Agüero...

— Usted no, digo la madre. ¿Cómo se llama la madre?

— Marianella.

— ¡Ah! La chica que llegó esta mañana. Dejó bien claro que no quería visitas, y que no sabía quién era el papá del nene.

— No sabe lo que dice, déjeme verla por favor — le volví a suplicar.

— ¡Sí la mamá dice que no, es qué no! ¡Debemos respetar lo que ordena la madre!

— Yo ordeno ver a mi pequeño aunque sea — pegué un golpe en la mesa fuerte.

— ¿Quiere que llame a la policía? Ni siquiera sabes seguro si sos el papá de la criatura, por no decir, que no se sabe si Marianella huyo de esa Fundación por tus malos tratos.

— ¡En mi vida la he hecho nada malo a Mar! — grité desesperado.

— Esperanza, con el si quiero hablar — dijo una voz femenina atrás mío. Al darme la vuelta, la vi allí, con la mano en la panza. No podía resistir las lágrimas, no me podía creer que Mar me hubiera mentido.

-...-

Narra Mar:

— Por favor — repetí.

— Vaya con ella a la sala de visitas — le ordenó la hermana Esperanza a Thiago —. Y no la haga daño, porque llamo directamente a la policía.

— ¡Nunca la hice nada viej...!

Le tapé la boca a Thiago antes de que le obligaran a marcharse de la residencia. Pero el rápidamente sacó mi mano de su boca:

— ¿A qué esperabas para decírmelo?

— Tengo que explicarte muchas cosas...

— ¿Qué cosas? ¿Quién es el padre de Bruno? ¡Dale, decime! — me gritó histérico.

— ¡Primero cálmate!

— ¡No me calmo nada Mar! ¡He dado la vida por vos y por Bruno! ¡Estoy dejando el colegio de lado! ¡Le robo a mí papá plata para que no le falte de nada! ¡Pago doctor, ecografías, medicinas para que el bebé no salga deforme porque tuviste anemia el primer trimestre del embarazo! ¿Qué más querés que haga Mar? ¡Soy bueno pero no tonto! Me sacas a mi supuesto hijo de la noche a la mañana — Thiago se tapó la cara y comenzó a llorar. No sabía ni que hacer ni como reaccionar.

— Me marché por vergüenza... Bruno es tu hijo, te lo juro por mi vida.

— No jures tanto, ya ni siquiera te creo Mar...

— Me marché porque Bruno se va avergonzar de mí, ni siquiera sé leer... — bajé la cabeza, roja y con vergüenza.

— ¿Qué? — preguntó Thiago sorprendido —. Pará, ¿por qué no me lo dijiste antes?

— Me daba vergüenza... — susurré.

Thiago me abrazó contra su pecho, con cuidado por la panza.

— Nunca me avergonzaría de eso, y Bruno menos. Debe estar orgulloso de que su mamá con 15 años quiera responsabilizarse de él, y no haya abortado, o quiera darlo en adopción, o abandonarlo en la calle como hicieron con ella... Pero no te podés marchar por esa estupidez, le escuchaste al médico, al ser joven debés tener un embarazo tranquilo, debés tomar las vitaminas, para que no pierdas a nuestro hijo, para que él no salga enfermo. No es un simple resfriado lo que tenés Mar, tenés una vida formándose adentro tuyo, que debe alimentarse bien para poder crecer. Te podés enfermar de preeclampsia si vas de un lado al otro sin pensar lo que pasa, y si el bebé no tiene vitaminas para crecer puede nacer con espina bífida, y esos nenes tienen un tiempo corto de vida. Debes pensar en él Mar, ¿me entendés? Por eso te llevo tanto al médico, por eso compro todas las medicinas que te manda el ginecólogo.

— Perdón — dije simplemente, a punto de echarme a llorar al igual que Thiago.

— Yo quiero que mi hijo salga sano, y que su mamá esté sana también, quiero formar una familia, los tres juntos. Por siempre los tres juntos Mar.

— Te amo... — le dije acercándose a su boca. él me dio un beso corto y tierno:

— Yo también te amo... pero tenés que cuidarte, debés dejarme que les cuide a los dos.

— ¿Vamos a volver a casa?

— Obviamente. ¿Te dejará la vieja amargada?

— Por supuesto. Sube a mi cuarto mientras voy yo a hablar con ella, es el 53, ¿si?

Thiago subió a por mis cosas y yo fui a hablar con la hermana Esperanza para avisar que me iba. Ella también se puso feliz al saber que él papá quería hacerse cargo, que siempre había querido hacerse cargo, y formar una familia. Los tres juntos.

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