CAPÍTULO 36: "Iguales"

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Narra Thiago:

Desde hace dos semanas estábamos viviendo en el gym de Terremoto. La verdad, es que era bastante cómodo y no teníamos que darle nada a cambio por estar ahí.

Gracias a él estábamos comiendo bien, y Mar estaba acudiendo a todas las revisiones ginecológicas pertinentes y obligatorias. Como debía de ser.

La relación entre Mar y Terremoto era bastante buena, por suerte, mejoraba cada día. Tenían mucho en común. Podían hablar de boxeo, durante las horas del descanso, como 2 o 3 horas seguidas. Terremoto la prometía cada día enseñarla a boxear cuando naciera nuestro hijo.

También nos enteramos durante esos días, de los líos amorosos de Terremoto. En toda su vida había tenido 3 novias: Belén Ramírez, su primer amor de la infancia; Lola Fernández, su amor de la adolescencia; y Sandra Rinaldi, una chica de la que se enamoró cuando tenía 25 años, pero por culpa de la familia de ella tuvieron que separarse. Aún así, por muchos años que pasaran, Terremoto nos confesó que seguía muy enamorado de aquella chica.

Un día, Mar y yo decidimos, que por todo lo que estaba haciendo por nosotros, podríamos hacerle el
favor de reencontrarse con Sandra. Busqué por la computadora del gym a las Sandras Rinaldi de Buenos Aires nacidas alrededor de 40 años atrás.

Encontramos solo a dos mujeres, a las que no dudé en llamarlas por teléfono para que me dieran información de sus "antepasados amorosos" o de si directamente conocían a Mauro Tallerico (que era el verdadero nombre de Terremoto).

Con la primera no funcionó. Así que, probé a llamar a la segunda.

— ¿Si? — preguntó la mujer desde el otro lado del teléfono.

— ¿Sandra Rinaldi?

— Emm, ese era mi viejo nombre. Ahora me llamo Julia.

— Ah, bueno — dije —. Lo siento. ¿La molesto ahora mismo?

— No, ¿qué desea?

— ¿Usted conoce a Terremoto Aguirre? ¿El boxeador?

Al otro lado del teléfono tuvo silencio.

— Sí — se escuchó al fin —. Mi bebé — a la mujer se la quebró la voz — mi bebé perdido, era hijo suyo.

Me quedé muy sorprendido, Terremoto tenía un hijo. Un hijo con la persona que aún amaba.

— Nació el 31 de marzo de 1992, un nene hermoso... pero murió al poco de nacer.

— Oh, lo siento — en ese momento, me di cuenta que el cumpleaños de Mar era ese mismo día. Claro, que ella no era un niño.

— No le dije nada, no me dejaron decirle nada a Mauro. ¿Qué sos de él? ¿Por qué me llamas?

— Soy un amigo de él, Terremoto sigue enamorado de usted, y creo que le gustaría mucho verla.

— No. Mi vida de antes ya ha pasado.

— ¿Pero te seguía acordando de él?

— No te importa señorito — me dijo algo maleducada.

— Bueno, si desea algo con él, venga al gimnasio de la calle Quete, número 8.

— Perfecto, chau — y cortó la llamada.

-...-

Narra Mar:

1 mes viviendo en el gimnasio de Terremoto. Un hermoso embarazo de 8 meses. Una panza redondita como una sandía y perfecta. Peso perfecto y análisis perfectos según mi nuevo ginecólogo. Las vitaminas habían hecho efecto. Y lo más importante era que mi pequeñín estaba perfectamente ahí dentro.

Muchas veces me imaginaba cómo tendría que estar Bruno adentro mío, ¿tendría espacio suficiente? ¿Se podría mover con libertad? ¿Estaría calentito? ¿Bien alimentado?

Cada vez podía hacer menos cosas. Y aquella mañana de noviembre, Terremoto y Thi se habían ido a comprar un par de cosas para el gimnasio. Yo mientras me había quedado sola, recostada en una pared sentada en una colchoneta. Cuando de repente, alguien tocó en la puerta.

Me levanté y un poco lenta fui a abrir:

— Hola — me dijo una mujer de unos 40 años, de cara amistosa y muy linda —. ¿Mauro Tallerico?

— Salió a hacer unas compras, pero volverá enseguida, pase — dije apartándome.

Ella pasó, y mirándome la panza, sonrió:

— ¿Cuántos meses te quedan?

— 3 semanas, salgo de cuentas el 23 de diciembre.

— ¿Es un nene verdad?

Asentí con la cabeza.

— Se te nota en la pancita, la tienes como en forma de pico. Suele ser así, yo la tuve por ejemplo muy redonda pero luego fue una nene también.

— ¿Cuántos años tiene su hijo?

— Tendría 15 de no haberse muerto. El pobrecito murió nada más nacer... — ella tragó saliva.

En ese momento me di cuenta de que era Sandra. Thiago me había contado esa misma historia hacía un par de semanas. A Terremoto le daría mucho gusto volver a verla.

— Lo siento — dije.

— No es nada pequeña. ¿Saben tus papás lo del nene?

Negué con la cabeza.

— Mis papás me abandonaron nada más nacer.

— Ay mi amor, lo siento mucho. No quise ofenderte. ¿Cómo fue que abandonaron a una nena tan linda?

— No sé, me dejaron en la puerta del orfanato y no me dieron ninguna explicación más.

— ¿No te gustaría encontrarlos?

— Sino me quisieron de beba ahora mucho menos que ya tengo una carga familiar.

— No digas eso mi amor — Julia-Sandra me abrazó —. Sos hermosa, tus papás nunca te rechazarían porque tuvieras a tu cargo un bebito. ¿Sabes quién es el papá no?

— Sí, obviamente. Mi novio, Thiago — aclaré —, cuando nos echaron de su casa por segunda vez, Terremoto nos acogió acá a los dos.

Julia sonrió:

— Tu pequeño tiene mucha mucha suerte, es muy afortunado de tener unos papás tan generosos que están dando la vida por él.

De repente, Terremoto y Thiago entraron por la puerta del gym con un montón de bolsas. Al vernos, a los dos se les cayeron las bolsas:

— ¡Sandra! — gritó Terremoto.

— Mi amor son iguales, sencillamente iguales — comentó Thiago.

¿Iguales?

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