III

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Era el primer día en su nuevo trabajo, y JongDae no podía estar más feliz. Había llegado quince minutos antes, pero el señor Han ya lo esperaba con su uniforme. Mientras se cambiaba, JongDae sonreía como idiota, parecía que la vida pintaba bien al fin. Su situación nunca había sido del todo buena, pero había empeorado el último año, cuando cometió el peor error de su vida. Después de pasar tres años trabajando sin parar en una cafetería, había ahorrado lo suficiente para ir a la universidad. Su sueño era convertirse en escritor. Desde pequeño, su imaginación burbujeaba con historias sin contar. Era un ávido lector y un soñador imparable.

Sin embargo, poco sabía que su espíritu libre terminaría destrozado en el suelo, gracias a una noche turbia, de la cual recordaba poco. Sus amigos organizaron una fiesta para celebrar que había recibido su carta de ingreso a la universidad. Entre los invitados, se encontraba SooYun, la chica que siempre le había demostrado un cariño fiel y sincero. Intoxicado por el alcohol y los sueños de un futuro brillante, JongDae terminó acostándose con ella. A pesar de no sentirse atraído, terminó rindiéndose a sus caricias y besos. Pero, al contrario de lo que podría pensarse, esta historia mundana no se convierte en una maravillosa experiencia amorosa. Un par de semanas después de aquello, SooYun masacró sus sueños con la noticia de que estaba embarazada. JongDae renunció a todo para hacerse responsable, pues su amable corazón no le permitiría vivir con la culpa de haber abandonado a su primogénito, para satisfacer sus deseos egoístas.

Después de aquello, algo murió dentro de JongDae. La chispa que iluminaba su interior, se apagó con cada pelea, con cada cuenta sin pagar, con cada hecho mundano que inundaba su vida. SooYun se había convertido en una chica amargada durante los últimos meses del embarazo. El muchacho quería creer que sólo se debía a los malestares comunes de su condición, pero cada día se volvía más insoportable. Tenía celos hasta del mosquito que lo picaba, quería saber dónde estaba a cada segundo del día. Le exigía dinero para ella y para el bebé que estaba por nacer, y su empleo en la cafetería ya no le daba lo suficiente. Cada noche, al llegar a casa, JongDae suspiraba pesadamente antes de introducir la llave en la cerradura. Sabía que lo primero que vería, sería a SooYun tirada en el sillón, con la gran barriga sirviéndole como mesa para las botanas poco saludables que solía consumir, mientras miraba dramas en la televisión. ¿Por qué no eres como esos chicos?, preguntaba fastidiada cuando JongDae se sentaba en el sillón junto a ella. Son tan guapos y ricos. Siempre tratan bien a la mujer que aman. No sé por qué me metí con un perdedor como tú. El muchacho sólo suspiraba pesadamente otra vez, y se iba a la habitación, donde intentaba olvidarse de su miserable existencia leyendo los pocos libros que le quedaban. Había vendido la mayor parte de su colección, para pagar las cuentas médicas de su ahora esposa.

Cuando SooYun entró al octavo mes de embarazo, JongDae decidió recuperar un poco de su orgullo, y renunció a su empleo en la cafetería. Por extraño que parezca, su esposa no lo molestó demasiado, de hecho, pasó una semana marcando posibles empleos para él, en los anuncios del periódico. JongDae consiguió una entrevista para un puesto en el LOTTE Mart por su cuenta, gracias a que un amigo le dio la información. Cuando el gerente le ofreció aquel periodo de prueba, se prometió a sí mismo que daría lo mejor para conseguir el puesto.

Su primer día iba viento en popa. El señor Han era un hombre muy paciente y simpático, le recordó un poco a su padre, quien había muerto unos años atrás. JongDae aprendía rápido. Al final de su turno, ya había entendido el manejo de la bodega, casi en su totalidad.

Dos semanas pasaron rápidamente. El humor amargo de SooYun se había endulzado un poco, aunque no lo suficiente. Por lo menos, ya no insultaba a su esposo con cada oportunidad. Aunque el muchacho sabía que todo era por el dinero. Había conseguido el puesto, tras quince días de presentarse con impecable puntualidad, para realizar sus labores con la mayor eficiencia posible.

El último día de su periodo de prueba, MinSeok lo llamó a su oficina. Extendió un folder azul marino frente a él, y sonrió.

—Este es su contrato, señor Kim. Estoy muy complacido con su desempeño —fue la primera vez que JongDae se percató de lo hermosa que aquella sonrisa era.

El día de la entrevista, estaba demasiado nervioso como para notar algo más que la energía autoritaria de su empleador.

El gerente tomó la pluma plateada que sobresalía elegantemente del bolsillo de su camisa blanca, y se la ofreció al muchacho. JongDae firmó un contrato por seis meses, con un sueldo cinco veces mayor a la miseria que ganaba en la cafetería. Quizá, no era una diferencia significativa para la mayoría de la gente, pero para él, era un cambio de vida total.

—Perfecto. Bienvenido a la familia LOTTE Mart —dijo MinSeok, después de analizar rápidamente la hoja firmada. Todavía sonriendo, extendió la mano para que JongDae la estrechara, sellando así su destino.

De lunes a domingo, JongDae se presentaba a trabajar con la mejor actitud. Incluso había intentado renunciar a su día libre, todo con tal de pasar el menor tiempo posible en casa con SooYun. Obviamente, la chica de recursos humanos se había reído de él, entregándole su horario formal, siendo el domingo el único día en blanco.

Un lunes al medio día, el muchacho se arrastró hasta la cafetería para tomar su almuerzo. El día anterior había sido un infierno en su casa. SooYun inició una pelea porque, estúpidamente, había dejado la tapa del retrete levantada. Era, quizá, la primera vez que lucía realmente decaído. Sólo un mes más, se repetía mentalmente, sólo un mes más y conocerás a tu precioso hijo. Todo cambiará cuando él llegue.

—¿Todo bien? —MinSeok había salido de la nada, haciendo que JongDae se sobresaltara sobre la silla de plástico que ocupaba.

Como era un lindo día soleado, había decidido comer en una de las mesas que se encontraban perfectamente alineadas en la entrada de la cafetería del LOTTE Mart. MinSeok se sentó frente a él, acomodando sobre la mesa los alimentos que había traído en la bandeja de plástico. En un perfecto orden, la comida, algo sosa, parecía más apetitosa.

—¿Cómo se ha sentido en su nuevo puesto, señor Kim? Espero que esté cómodo —MinSeok hablaba sin mirar al muchacho. Se concentraba en dividir los componentes de su ensalada en tres grupos: leguminosas, brotes y hojas.

—Todo está muy bien, señor. Me he sentido muy cómodo. Espero que mi desempeño siga siendo de su agrado —JongDae había dejado de comer su hamburguesa. Estaba hipnotizado por las acciones del mayor, además de sentirse extremadamente nervioso en su presencia. Era la primera vez que se sentaba junto él, de hecho, era la primera vez que lo veía en la cafetería.

—Bien. Es que, lo noté algo decaído en la mañana. No quiero enterarme de que tiene problemas en el trabajo tan pronto —MinSeok colocó el tenedor sobre la servilleta, a un lado de su plato, y clavó su mirada fría en el rostro de su empleado.

El corazón de JongDae dio un vuelco en su pecho. Aquellos ojos oscuros le provocaron un escalofrío. Desde el fondo de sus pensamientos, una pregunta se abrió paso: ¿Lo había estado observando?


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