XXIII

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El detective Park había visto a muchos hombres rotos a lo largo de su carrera. Pero, el muchacho que estaba sentado en la cama del hospital, estaba destrozado.

ChanYeol no era una persona particularmente religiosa. Sin embargo, podía jurar que su sospechoso carecía de alma. Era un hombre abandonado por todos los dioses que reinaban en el universo.

KyungSoo puso varias fotos sobre la pequeña mesa de metal donde estaba servido el miserable desayuno del enfermo.

—¿Reconoce a alguno de ellos? —preguntó ecuánime. El subordinado no parecía afectado por el estado del sospechoso.

—Están muertos —replicó JongDae. Su voz carecía de color. Sus ojos repasaron brevemente los rostros de las fotografías, para luego perderse de nuevo en algún punto del infinito que se extendía en la paren de la habitación.

ChanYeol se pasó una mano por el cabello y suspiró.

—No tenemos nada confirmado. Están desaparecidos —explicó KyungSoo.

—Están muertos. Yo los maté —JongDae miró al detective Park por un minuto.

Un escalofrío recorrió su espalda.

—¿Acaso está confesando un crimen?

—Yo los maté. Los descuarticé y utilicé sus restos como abono para mi jardín.

Podía sonar risible. Pero el aura tenebrosa del sospechoso, obligó a los policías a mirarse entre sí con desconcierto.

—Lo que está diciendo es muy grave, señor Kim. Está confesando varios crímenes —aclaró KyungSoo, mientras retiraba las fotografías de la mesa.

Una risa suave abandonó los labios resecos de JongDae. Si antes tenía dudas, ahora ChanYeol estaba casi convencido de que aquel hombre roto, era un psicópata.

—Denme un papel y un lápiz —ordenó el sospechoso.

KyungSoo sacó una pequeña libreta y una pluma del bolsillo de su chaqueta, y se las entregó a JongDae. Siempre llevaba aquellas herramientas consigo cuando había un interrogatorio.

El muchacho escribió una dirección. Su letra era algo torcida, pero legible.

—Ahí encontrarán los restos. Es mi casa.

Los policías se miraron con desconcierto otra vez.

—Pensamos que vivía con su esposa en ese pequeño departamento...

—Tenía otro lugar —aclaró JongDae. Sus ojos, carentes de luz, se volvieron más oscuros—. Me encontraba ahí con mi amante.

—Por el momento, está usted bajo arresto. Todo lo que diga, podrá usarse en su contra. Tiene derecho a recibir la ayuda de un abogado del Estado, en caso de que así lo solicite...

Mientras KyungSoo le recitaba sus derechos, JongDae miraba a ChanYeol. El detective podía jurar que había un destello de luz en aquellos ojos muertos. Era algo cercano a la determinación, algo firme y pesado, como una decisión tomada con el corazón. Era increíble, un hombre carente de alma, cuyo corazón seguía palpitando incesantemente dentro de su pecho.


+++


—KyungSoo, solicita que le practiquen al sospechoso todos los exámenes físicos y psicológicos pertinentes. Es urgente —ordenó el detective Park, mientras caminaba junto a su subordinado por los fríos pasillos del hospital.

—Dos agentes permanecerán en la habitación del sospechoso, hasta que lo den de alta. Creo que será necesario usar el polígrafo, jefe —replicó KyungSoo, tomando notas en su pequeña libreta.

—Bien pensado, KyungSoo. Ahora tenemos que ir a la dirección que nos proporcionó. Será mejor que llamemos a los forenses por si acaso.... ¿Crees que ese tal Kim MinSeok sea el amante del sospechoso?

—Definitivamente. El señor Byun mencionó algo sobre su amistad, ¿no es así?

—Esto es un enredo, KyungSoo. Pero, por alguna razón, no puedo creer que Kim JongDae sea el asesino.

—Bueno, jefe, yo no confiaría mucho en sus corazonadas... No quiero sonar irrespetuoso, pero hasta ahora, nunca nos han llevado a un buen resultado.

ChanYeol se detuvo y miró a su subordinado casi con desprecio. KyungSoo le ofreció una sonrisa tensa y falsa.

—¿Estás diciendo que soy un mal detective?

—No... ¡No! Sólo digo que, quizá deberíamos concentrarnos en los hechos esta vez, jefe.

—¡Cállate! ¡Aish! ¡Llama a los forenses!


+++


El detective Park se recargó sobre el marco de la puerta, con los brazos cruzados y los ojos llenos de la belleza del jardín. Nunca había visto flores tan hermosas. Y los frutos que colgaban rebosantes de frescura, lucían realmente apetitosos. Sin embargo, aquel escenario tan sublime, se vio ultrajado por una decena de forenses ataviados con herméticos trajes blancos, revisando cada centímetro de tierra, en busca de restos humanos.

—Es una lástima... —musitó el detective.

KyungSoo se paró a su lado para ver la misma escena. Había pasado la última media hora dando instrucciones al resto del equipo.

—Encontramos algunas extremidades en el sótano. Al parecer, el señor Kim disfrutaba haciendo su propio abono para el jardín —informó el subordinado.

—Ordena análisis de ADN para todo lo que encuentren. Debemos identificar a las víctimas cuanto antes... Algo no me cuadra.

—Jefe, todo parece encajar con la declaración del sospechoso. ¿Qué más quiere?

ChanYeol desvió su mirada de las coloridas flores, a los grandes ojos de su subordinado.

—Eres mi compañero, KyungSoo. Francamente, tu falta de fe en mi persona, me resulta decepcionante.

—Solo soy realista. Tenemos oro puro aquí. Por primera vez en nuestra carrera, seremos capaces de cerrar un caso. No debemos echarlo a perder. No cuando el detective Oh está rondándonos en busca de errores.

ChanYeol suspiró y regresó su mirada al jardín. 

El jardín de almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora