El juez revisaba los papeles en el estrado. El jurado murmuraba, tanto como los asistentes al juicio. Los familiares de las víctimas, la prensa, los detectives involucrados, etc. El lugar era un pequeño caos de voces que juzgaban en murmullos. Sin embargo, todo quedó en silencio cuando el acusado atravesó la puerta. Todos los ojos se dirigieron a ese hombre que parecía empequeñecido.
JongDae caminaba despacio, escoltado por dos guardias fuertemente armados. Sus tobillos y muñecas llevaban pesadas cadenas. Sus ojos estaban clavados en el piso, completamente ajenos al mundo a su alrededor.
Sentado frente al juez, escuchó, uno a uno, los testimonios de todo aquel que fue llamado al estrado. Escuchó los comentarios del fiscal y de su propio abogado, quien se inclinaba para hablarle al oído de vez en cuando. Aunque asentía, JongDae no parecía encontrar el sentido a todas las palabras que revoloteaban a su alrededor. Cuando expusieron las pruebas sobre una gran pizarra, para que todos pudieran verlas, los ojos de JongDae se deslizaron sobre las imágenes por un momento. Su corazón se encogió un poco más. En una pizarra de plástico, se encontraba contenido el pequeño caos que MinSeok había creado. Fotografías de restos en descomposición, de la casa donde se habían llevado a cabo aquellas aberraciones; fibras, huellas dactilares, los rostros de las víctimas. Entre ellas, una pequeña fotografía de MinSeok llamó su atención, como un rey elegido por Dios, resaltaba entre los rostros desconocidos de los muertos. Una lágrima traidora salió del ojo derecho de JongDae. Un suspiro que dolió como una puñalada. Un sollozo que se quedó atorado en su garganta reseca. El acusado bajó la mirada.
—Kim JongDae, ¿cómo se declara? —el juez miró al acusado a través de sus viejos anteojos.
Después de que la fiscalía había expuesto el caso y de que el nuevo abogado de JongDae había tratado de defenderlo, sin demasiado entusiasmo, el juez estaba listo para escuchar el acusado. Después, el jurado tendría una hora para deliberar. Aunque, quizá, tanto tiempo no sería necesario.
—Culpable... —respondió con un hilo de voz.
—¿Puede repetir lo que dijo? —exigió el juez.
—¡Soy culpable! —esta vez, la voz de JongDae resonó en todo el lugar, mientras las lágrimas comenzaba a rodar impacientemente por sus mejillas.
+++
Todos se pusieron de pie cuando el juez entró a la sala. El hombre acomodó su toga antes de sentarse. Uno de los miembros del jurado se acercó para darle un sobre sellado. El juez lo abrió con cuidado y lo leyó en silencio. Por un momento, miró al acusado con pesar, quizá sintió una punzada de lástima en su corazón.
—Debido a la gravedad de sus crímenes, no puedo ser indulgente —comenzó el juez—. Sus exámenes psicológicos han sido favorables, es usted un hombre sano. Lo cual me lleva a pensar que su corazón está lleno de maldad. Señor Kim, la crueldad de sus acciones no tiene precedentes. Usted representa una amenaza para la sociedad. Señores del jurado, ¿cuál es su veredicto?
El representante del jurado se puso de pie.
—Culpable, su señoría.
—Tomando en cuenta las pruebas irrefutables y la decisión del jurado, declaro al acusado Kim JongDae, culpable de asesinato en primer grado en agravio de...
Mientras el juez recitaba el nombre de las víctimas, los familiares gritaban emocionados. JongDae permaneció con los ojos perdidos en el suelo. Sentía que no estaba realmente ahí, que no estaba dentro de su propio cuerpo.
Cadena perpetua.
Cadena perpetua.
Cadena perpetua.
Mientras los guardias arrastraban a JongDae fuera de la sala, una lluvia de insultos cayó sobre él. Por un momento, pudo escuchar la voz de SooYun gritándole sin parar, como si su fantasma se hubiera unido a los improperios.
¡Maldito asesino! ¡Te pudrirás en la cárcel! ¡Eres el demonio! ¡Asqueroso remedo de ser humano! ¡Eres una basura!
Parecía que todos tenían un insulto bailando en la punta de la lengua. Todos, excepto el detective Park, quien había presenciado el juicio sin emitir sonido alguno. En el fondo, seguía convencido de que todo aquello era un error. Sin embargo, ya no había nada que él pudiera hacer. El acusado había sido juzgado, había recibido su pena, y el caso se había cerrado. Con los ojos cargados de pesar, el detective Park se despidió en silencio de su sospechoso, le deseó salud y fortaleza.
+++
JongDae se encogió sobre su cama, bajo las mantas.
Sería trasladado a su nueva celda al día siguiente. Se preguntaba, cuánto tiempo más podría seguir respirando. No quería, no quería respirar más.
Envuelto en aquellos oscuros pensamientos, comenzó a quedarse dormido. Era más la necesidad de su cerebro por apagarse, que el cansancio que cargaba en sus huesos.
Esa noche soñó con MinSeok. Quizá, era una señal de que no todo dentro de él estaba muerto. En el sueño, MinSeok le sonreía, tomaba su mano mientras sus ojos de avellana destellaban con algo parecido a la alegría.
¿Por qué me dejaste?
No te dejé. Estoy aquí, contigo.
No te vayas.
Siempre estaré aquí.
Al día siguiente, los guardias lo despertaron con un golpe en la reja de su celda. Había llegado la hora de irse.
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El jardín de almas
Mystery / Thriller¿Por qué hacía lo que hacía?... No lo sé. Simplemente, encontraba placer en hacerlo. El poder me intoxicaba. Yo era Dios y ellos me pertenecían. Yo era su creador y su destructor. ...