El barman estaba nervioso. ChanYeol lo sabía por la manera en la que se mordía el labio inferior. Con cada pregunta, su ansiedad parecía aumentar. Quizá, ocultaba algo.
—Usted está aquí cada noche. ¿Está seguro de que no recuerda el rostro de este hombre? —el detective Park le mostró las capturas de pantalla que había sacado del video de seguridad, en donde aparecía el extraño hombre con gorra negra.
El barman movió la cabeza negativamente, aunque sus ojos no se despegaban de la imagen.
—Comprenda que cualquier detalle que pueda recordar, no será bastante útil —KyungSoo habló con un tono más calmado.
El hombre suspiró y miró al detective Park, después a su subordinado.
—Viene mucha gente aquí...
—Claro, hombre, es comprensible que se pasen por alto algunas cosas, o que se olviden detalles —ChanYeol palmeó su hombro, era una de sus tontas técnicas subliminales que ayudaban a que los testigos cooperaran más.
—Bueno... yo... —el barman se rascó la nunca y miró a los dos hombres una vez más. Después de suspirar, comenzó a hablar—. El tipo era muy amable. Recuerdo sus ojos porque eran grandes. Parecía muy educado, como esos que leen mucho. Lo escuché cuando hablaba con dos chicos, pero perdió el interés. Esa es la impresión que me dio. Lo he visto dos veces aquí en el bar. La última vez, traía puesto un gafete. Aunque, lo guardó apresuradamente, no pude ver nada más.
No era mucho, pero era suficiente. El detective Park le mostró su mejor sonrisa al testigo y volvió a palmear su hombro.
—Excelente. Usted se ha convertido en el héroe de la nación —exageró el hombre más alto, todavía mostrando su hermosa sonrisa— Me pregunto si sería capaz de cooperar con nuestro dibujante para que haga un retrato hablado.
El corazón del barman latió con fuerza otra vez. Temía por su seguridad, quizá aquel hombre era peligroso.
—Su identidad quedará en el anonimato —dijo KyungSoo, adivinando lo que el hombre pensaba—. No debe preocuparse por alguna represalia. A partir de hoy, habrá elementos encubiertos en el bar. Así que estará seguro.
El testigo accedió a cooperar con el dibujante. Después de estrechar su mano, el detective Park y su subordinado, abandonaron el lugar.
—Cuando tengamos ese retrato hablado, tendrás que trabajar en una misión muy peligrosa, KyungSoo —anunció ChanYeol, cuando estuvieron dentro del Honda. Miró al más bajo con seriedad, lo cual lo hizo estremecerse en su asiento.
—¿De- de qué se trata, jefe?
—Te lo explicaré luego... ¡Y no me digas jefe!
La elegante invitación indicaba la fecha y hora exacta de la fiesta. JongDae sonreía embelesado mientras la miraba. No podía negar que se sentía emocionado. Se imaginaba un gran salón lleno de gente bien vestida. Hermosas señoritas luciendo sus mejores y más destellantes prendas. Los caballeros, seguramente, irían engalanados con caros trajes. Eso le provocó una pequeña punzada en el estómago, porque él no tenía uno de esos. JongDae no tenía mucha ropa de dónde escoger, así que su emoción se desvaneció poco a poco cuando abrió el pequeño clóset donde guardaba todas sus prendas. Camisas viejas, pantalones desgastados. Por un momento, se sintió como Cenicienta, sólo que esta vez no habría un hada madrina que lo ayudara.
Su imaginación se convirtió en su peor enemiga, cuando pensó en su jefe. Su corazón comenzó a latir con rapidez, al visualizarlo con un esmoquin entallado, que hiciera lucir aquel cuerpo bien formado. Su cabello peinado hacia atrás, resaltando los agradables rasgos de su rostro. Sus labios pequeños, pero carnosos, y esos ojos grandes con forma de avellana que siempre parecían decir cosas que las palabras no podían. JongDae se sintió diminuto. Pensó en tomar algo de lo que había ganado hasta ahora, para comprar un traje. Pero, al recordar a su hijo no nacido, y todo lo que necesitaría cuando llegar a este mundo, desechó la idea.
Con resignación, tomó la camisa y el pantalón más decentes que encontró. Limpió sus zapatos, tomó un baño, se arregló el cabello, y por último, se miró al espejo. No estaba del todo complacido con su aspecto, pero no había mucho más que pudiera hacer.
—Es extraño que no te permitan llevar a tu esposa. Seguramente estás avergonzado de mí, luzco horrible con esta panza —SooYun lo miraba desde el sillón. Su rostro, siempre malhumorado, ahora parecía incendiarse con odio.
—Ya te dije que sólo los empleados podemos asistir —respondió JongDae, suspirando pesadamente, mientras tomaba las llaves.
—¡Más te vale que no mientas! ¡Sabré si me estás engañando con alguna puta!
—Nos vemos más tarde.
JongDae salió de la pequeña casa sin mirar a la mujer. Quería huir antes de que comenzara a soltar su veneno.
En el autobús, comenzó a cuestionarse si sería buena idea asistir. Se miraba el pantalón negro una y otra vez. La tela desgastada lo hacía sentirse sucio, a pesar de que acababa de tomar un baño. Se preguntó por qué se había llenado de inseguridad de pronto. Nunca le había importado demasiado su estilo, no era una persona superficial. Para él, lo más importante era conocer el mundo y el universo en el que flotaba, a través de los libros. El autobús se detuvo en la parada donde se encontraba el salón, por un segundo, no supo qué hacer. La imagen de su jefe se coló en su mente de nuevo, y comprendió que él era la razón de su miseria. No quería sentirse menos frente a él, no quería verse mal o desprolijo. Al contrario, quería estar a la altura de aquel hombre, quería resaltar, que lo notara, que se sintiera atraído hacia él. Aquella revelación hizo que un escalofrío recorriera su piel y que su corazón comenzara a saltar dentro de su pecho otra vez. En un impulso, se bajó del autobús.
Como lo esperaba, el salón era grande y elegante. Las tenues luces doradas creaban un ambiente casi acogedor. Había un cuarteto de cuerdas tocando alguna pieza de Vivaldi. No había mucha gente, y no pudo reconocer a la mayoría. El encargado de la lista de invitados lo miró con desdén por un momento, pero él se apresuró a mostrarle el pase que su jefe le había dado. Con un suspiro de resignación, el hombre calvo y bajito lo dejó entrar.
JongDae se sintió aún más pequeño entre aquella gente que lo observaba con desprecio. Juzgándolo por las prendas humildes que vestían su cuerpo. Una camisa azul y un pantalón desgastado, no eran la mejor opción para ese evento. El joven empleado decidió que lo mejor era retirarse, no valía la pena quedarse en aquel lugar, donde su dignidad se veía comprometida. Dio media vuelta para dirigirse a la puerta, el corazón se le hizo un nudo, y sabía que su rostro estaba enrojecido por la vergüenza.
—Buenas noches, señor Kim.
Ahí estaba. Kim MinSeok frente a él. Ni su fantasía más detallada podía compararse con lo que sus ojos veían. El hombre vestía un traje azul marino. Los pantalones de tela fina se pegaban a sus muslos como una segunda piel. El cuello de la camisa blanca estaba adornado por una delgada corbata de seda, azul también. El saco se amoldaba perfectamente a sus torneados brazos. Su cabello, peinado hacia atrás, hacía que su mandíbula luciera más definida. No había adjetivos para describir su sonrisa perfecta, coqueta y magnífica. JongDae se quedó observando aquellos ojos profundos, mientras sus pensamientos se volvían pecaminosos.
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Nota: Por fin actualizo! Me disculpo por la tardanza. Intentaré actualizar más seguido a partir de ahora. Agradezco a todos los que han agregado este fic a su lista de lecturas. Es un honor. Hay más fics en puerta, espero que pueda hacerlo mejor. Para el próximo capítulo se viene lo bueno!! :P Gracias por su paciencia.
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El jardín de almas
Mystery / Thriller¿Por qué hacía lo que hacía?... No lo sé. Simplemente, encontraba placer en hacerlo. El poder me intoxicaba. Yo era Dios y ellos me pertenecían. Yo era su creador y su destructor. ...