VIII

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Después del drama del que fue protagonista, era el turno de JongDae de invitar a almorzar a su jefe. La vergüenza no lo había dejado dormir en paz, así que preparó un almuerzo con lo poco que tenía en casa. Esa mañana, se levantó muy temprano, para que SooYun no lo molestara mientras cocinaba un par de huevos con arroz. Antes de salir de la casa, tomó un pequeño sobre que su esposa guardaba celosamente en uno de los cajones del armario. Era algo preciado que deseaba mostrarle a su jefe.

JongDae envió un mensaje de texto al mismo número que MinSeok utilizó para contactarlo la noche del incidente. De la manera más formal, invitó a su jefe a su mesa acostumbrada afuera de la cafetería. El día prometía un clima agradable, hasta ese momento. JongDae había llegado primero, luego de acomodar la comida sobre la mesa, imitando lo que su jefe había hecho la vez anterior, se quedó sentado observando el cielo, que comenzaba a llenarse de nubes. Movía la pierna nerviosamente debajo de la mesa y miraba a su alrededor. MinSeok lo sorprendió al poner una mano sobre su hombro.

—Estaba enviando unos documentos. Lamento la demora —el mayor se sentó frente a JongDae. Sus ojos se perdieron por un momento en el humilde almuerzo que su empleado había dispuesto en la mesa. Una sonrisa discreta se dibujó en su rostro, después sus ojos se dirigieron al más joven.

JongDae se estremeció al sentir la mano de su jefe, pero aquella sonrisa y aquella mirada, provocaban reacciones en su cuerpo que lo desconcertaban aún más. El empleado se levantó y ofreció una reverencia. Aunque había practicado en su cabeza lo que iba a decir, por un momento se quedó en blanco. MinSeok frunció el ceño, no estaba muy seguro de qué decir, así que esperó hasta que el otro emitiera sonido.

—Yo... Yo... siento mucho lo que ocurrió la otra noche. Lo hice pasar un mal momento. Me avergüenzo de mi comportamiento. Prometo que nunca volverá a pasar. Por favor, acepte mis disculpas.

Después de hablar, JongDae se sentó de nuevo. MinSeok lo analizaba con una expresión seria en su rostro.

—No te preocupes —sonrió al fin.

MinSeok no quiso ahondar más en el tema. No quiso admitir que sentía curiosidad, no quiso saber más sobre la vida privada de JongDae. Porque el muchacho era su presa, no su amigo. Aunque en el fondo sabía que toda aquella fantasía que había construido con su instinto asesino, había comenzado a agrietarse después del quiebre emocional de JongDae.

—Yo... quizá se pregunte por qué me puse así —el muchacho seguía sonando nervioso, a pesar de que su jefe actuaba como si todo estuviera olvidado—. Me gustaría mostrarle algo.

MinSeok, quien estaba a punto de tomar los palillos para comenzar a consumir su parte del almuerzo, se quedó en silencio, observando cómo su empleado sacaba algo de su chaqueta. La expresión en el rostro del más joven cambió de inmediato. Parecía feliz, mientras extendía el brazo para entregarle un pequeño sobre amarillo.

—Puede abrirlo —dijo con una sonrisa brillante.

Una briza fría sopló sobre ellos, y MinSeok se estremeció. Las nubes en el cielo comenzaron a agruparse, para formar una gran masa gris. La lluvia era inminente. El mayor abrió el sobre sin decir más. Sacó tres imágenes que mostraban un ultrasonido.

—Es mi hijo —declaró JongDae orgulloso.

Los ojos de MinSeok se dirigieron al muchacho, después a las imágenes frene a él.

—No- no lo sabía. Felicidades —declaró el jefe. No sabía qué sentir en ese momento. Nunca había pensado en la vida de sus víctimas, o en lo que ocurría en ella, mejor dicho—. Tú... no mencionaste que estabas casado en tu solicitud.

El jardín de almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora