XIX

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KyungSoo movía la cuchara dentro de su taza de café, en contra de las manecillas del reloj. Por un momento, se distrajo viendo el pequeño remolino que se formaba en el líquido caliente. ChanYeol tenía los ojos bien abiertos, hasta parecían un poco escalofriantes, pues había estado sin parpadear por casi un minuto entero. Sus grandes orbes estaban fijos en el barman, quien se encontraba sentado frente a ellos en aquella vieja cafetería de Busán. El hombre tenía una combinación de miedo y sorpresa pintada en su rostro. El café frente a él se enfriaba poco a poco, pues había sido incapaz de tocarlo desde que la mesera lo puso allí.

El detective Park y su subordinado, lo habían encontrado por casualidad en el supermercado, mientras recorría el pasillo de vinos y licores. No es que lo hubieran estado vigilando mientras se ocultaba en la casa de sus tíos, y lo hubieran seguido, aprovechando la oportunidad cuando salía solo, para interceptarlo en un lugar público, donde no pudiera resistirse a su sorpresiva y amable invitación a un interrogatorio rápido.

—Estoy esperando... —dijo ChanYeol, intentando sonar amenazador, pero su mirada intensa, lo hacía parecer risible.

—Ya les dije que no sé nada —contestó, con un hilo de voz.

—¡Mientes! —el detective Park golpeó la mesa con la palma de su mano.

Los poco comensales presentes, se sobresaltaron un poco ante la acción. KyungSoo se limitó a sonreír mientras se acercaba la taza de café a los labios.

—Por favor... señor policía... déjeme en paz —el hombre suplicó, removiéndose en su silla.

—Escucha, amigo. Si no hablas de una vez, más chicos van a morir. Estás encubriendo a un asesino en serie. Podemos meterte a la cárcel por eso —ChanYeol respiró profundo, tratando de calmar sus nervios.

—¡No! Por favor... yo no quiero ir a la cárcel —el barman unió sus manos para suplicar.

—Habla entonces, amigo. Si no supieras nada, no habrías salido huyendo de Seúl... Escucha, nosotros podemos protegerte... —el detective Park fue interrumpido por la risita burlona de KyungSoo, quien comenzó a toser, pretendiendo que se ahogaba—. Como decía... nosotros podemos protegerte. No tienes que regresar a Seúl si no quieres, prometo que permanecerás en el anonimato, si me das alguna pista.

El barman miró a ChanYeol, luego miro a KyungSoo, quien le regaló una sonrisa un poco macabra. El pobre hombre sudaba a mares y jugaba con sus propios dedos nerviosamente.

—Está bien... Pero, no es mucho lo que sé. Ya les di un retrato hablado del hombre que habló con el chino esa noche. El único detalle que puedo recordar, es un gafete que sobresalía de su chamarra. Estoy seguro de que el hombre es un empleado del LOTTE Mart.

El detective Park miró a KyungSoo con una sonrisa orgullosa. Como si haber logrado que el hombre hablara, le mereciera una medalla de oro. KyungSoo siguió tomando café.

—Si es todo lo que sabes, ¿por qué saliste huyendo de Seúl? —inquirió el subordinado, manteniendo esa calma casi abrumadora.

El barman se rascó la nuca.

—El hombre volvió la noche siguiente. Se sentó en la barra y me miró fijamente hasta que me acerqué a saludarlo. Lo reconocí, así que fue amistoso. Pero... —el hombre hizo una mueca de angustia antes de continuar con su relato—. Su mirada... Él me hizo sentir tanto miedo... Sólo me dijo: No sé de qué hablas, yo nunca he estado aquí antes, ¿comprendes?... Y yo... yo sólo asentí. Esa noche, le pedí a uno de mis compañeros que me acompañara a casa. Nunca había estado tan asustado de otro ser humano... toda la energía que emanaba de ese hombre... Argh!

El barman se volvió a remover en su silla, pero esta vez, era por el escalofrío que recorrió todo su cuerpo. ChanYeol miró a su subordinado, cuyo rostro reflejaba ahora un poco de preocupación.

—Continúa —pidió KyungSoo.

—Pues... después de unos días, comencé a olvidarme del asunto, hasta que ustedes llegaron para interrogarme. La verdad, no pensaba ayudarlos mucho, pero mi conciencia... —el hombre se golpeó suavemente la cabeza con el puño—. Por eso huí. Yo, no pude dejar de pensar en ese hombre.

—Escucha, este es mi número —ChanYeol sacó una tarjeta de su billetera, y la deslizó sobre la mesa hacía el hombre—. Puedes llamarme cuando sea, ¿de acuerdo? Quédate en Busán e intenta mantenerte tranquilo. Vendremos a buscarte si surge algo. Y, por favor, no intentes huir de nuevo.

El barman asintió. No sabía que ChanYeol había pedido que un elemento del departamento de policía local, se dedicara a vigilarlo hasta nuevo aviso.

—En cuanto lleguemos, solicita una orden para revisar las listas de empleados de todos los LOTTE Mart de Seúl —el detective Park le dio aquella orden a su subordinado, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

KyungSoo Asintió, imitando las acciones de su superior. Pronto, salieron de Busán, decididos a encontrar al asesino.


+++


JongDae no pudo gritar. El terror lo golpeó en el pecho como un tren. Sus ojos, abiertos como dos lunas llenas, encontraron la realidad de una pesadilla oculta en ese sótano. Sobre una mesa de madera, había una infinidad de cuchillos y pequeñas cierras organizados por tamaño. La mesa de metal que descansaba en el centro, estaba cubierta con un plástico lleno de sangre y diminutos trozos de carne. El hedor era insoportable, y el muchacho tuvo que cubrirse la boca y la nariz con la mano. En un rincón, iluminado con una sola bombilla, estaban acomodadas tres cajas de madera. Dentro de ellas, JongDae pudo distinguir una mezcla de tierra, desechos orgánicos, como cáscaras y restos de frutas, y partes de un cuerpo humano.

JongDae profirió un grito al fin. Sintió que toda la energía abandonaba su cuerpo, sus piernas temblaron cuando quiso correr, haciéndolo tropezar al píe de la escalera. El aire abandonó sus pulmones, su cerebro fue incapaz de procesar todo aquello.

Sin embargo, JongDae no salió huyendo por la puerta en cuando pudo salir del sótano. Algo dentro de él, lo obligó a regresar al jardín. La belleza de las flores y los frondosos arbustos, hizo un contraste chocante con el horror que habitaba en el sótano. JongDae se acercó a las plantas de fresa, y pudo ver que la tierra de donde salían, estaba alimentada por aquel fertilizante. El olor era igual, y el muchacho tuvo que cubrirse la nariz otra vez. No pudo soportar las náuseas. Comprendió que las dulces frutas que había consumido, eran producto de aquella atrocidad.

JongDae vomitó junto a las fresas. Sus ojos llenos de lágrimas y el sabor amargo en su boca, lo obligaron a volver a la casa. Se tambaleó por los pasillos, abrazándose a sí mismo, incapaz de comprender del todo lo que estaba sucediendo. Unos momentos antes, había sentido la felicidad más embriagante. Ahora, todo su mundo caía a pedazos a su alrededor.

El muchacho salió de la casa como pudo. Su piel comenzó a escocer, como si las caricias que MinSeok le había regalado aquella mañana, lo quemaran poco a poco. Extendió la mano para detener un taxi que pasaba y se fue a casa. 

El jardín de almas  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora