Capítulo 34: Te encontré.

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William:

Intentar estacionar el auto en plena ciudad y a esta hora era una locura, pero debía hacerlo, no me quedaba otra y no iba a pagar por un garage.

Encontré un pequeño lugar alejado del parque, pero en menos de lo que pensé, llegué a él.

El clima era espléndido, ninguna nube amenazaba con arruinarlo y el parque, como si nadie supiera que es viernes por la tarde, no estaba tan plagado de personas como de costumbre.

Caminé solo por barios minutos hasta que llegué a la mesa y a la banca en donde aquella vez nos sentamos a comer esas tartas de manzana. Para mi sorpresa, el bolso y las cosas de June que hoy mismo le ayudé a levantar del suelo se encontraban en el asiento de color verde. Sonreí asintiendo a la vez, estaba en lo cierto, ella está aquí.

Miré a mis alrededores y no pude encontrarla. Tomé su bolso con el mío y caminé hacia unos árboles que estaban plantados demasiado cerca los unos de los otros. Seguí caminando sólo porque una corazonada me indicaba que podría estar cerca. Escuché ramas crujir como si estuvieran a mi lado, paré inmediatamente y sentí el sonido otra vez. Miré hacia atrás y me concentré en un arbusto enorme, alguien estaba detrás de él, pero no se había percatado de mi presencia.

A pasos medidos y lo menos ruidosos posibles, me acerqué al arbusto que en realidad era bastante grande como para ser uno y me di cuenta que al lado de éste habían otros creando un un círculo en el medio. En ese medio, estaba June con sus auriculares en sus orejas y bailando como me había enseñado en mi casa. Se movía tan delicadamente que un leve mareo por perder el conteo de cuantas veces giró, hace que tenga que apartar la vista.

Se detuvo haciendo un gesto con las manos y cuando abrió los ojos se encontró con los míos que estaban al otro lado del arbusto.

Se quedó callada estudiándome, y no tardé mucho en imitarla.

Se quitó los auriculares y los guardó en su bolsillo.

Cuando las miradas cesaron, pasé por un agujero que había entre las enormes plantas ganando con ello un millón de ramitas adheridas a mi cuerpo.

Ella comandó a reír.

No era de un tamaño tan pequeño, era seguro que no iba a caber muy bien.

-¿Qué haces aquí? -me preguntó un poco más seria.

-Lo mismo te pregunto.

-Pues yo lo hice primero.

-Touché. -contesté dejando las mochilas en el suelo -Estaba buscándote.

-¿Y cómo me encontraste tan fácilmente? Nadie sabía mi ubicación.

-Fue pura intuición. -reí intencionalmente ante su expresión -Y por si lo estás pensando...No, no tengo un rastreador en tu teléfono.

-¿Y para qué me buscabas? -preguntó.

-Tenía algo importante qué decirte. Pero necesito salir de estos arbustos, me incomoda el no tener espacio por tanto tiempo.

Hizo caso a mi estúpida petición y salimos por el agujero hacia el banco y la mesa verde.

Al llegar allí, me sente al frente de ella y comencé nuevamente sin saber muy bien cómo empezar.

-Esta mañana escuché una conversación que tuviste con Victoria, sé lo de tus padres, sé que jamás dormiste con ese chico, nunca me mentiste.

-¿Ahora lo sabes? ¿Después de haber escuchado una conversación con mi mejor amiga? ¿Por qué no confías en mí? -preguntó molesta.

No le digas a mamá [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora