—Entonces... —dudó él, luego de escuchar todo nuestro relato—. ¿No irán a la fiesta? —preguntó Dylan finalmente.
Su frente se arrugó al tiempo que sus brazos se cruzaron en su pecho.
—Yo sí, Nicky no. —respondió con un alto nivel frustración Emma.
No entendía por qué Emma estaba molesta, al principio ella no quería ir a la dichosa fiesta que era siempre una de las más esperadas cada año por los estudiantes del Lincoln.
Sin embargo, aunque ella no lo dijera, yo lo sabía, la razón para que ella estuviera tan interesada de ir tenía nombre, apellido, ojos un tanto azules, cabello castaño claro y una sonrisa tímida.
Sophie no había conseguido que mis padres nos dejaran ir a la fiesta, aunque eso no iba a impedir que ella fuera y no era que yo quisiera ir, pero tampoco me apetecía estar en la dichosa cena con personas que no conocía o recordaba.
¿Fiesta con ebrios o cena con desconocidos?
Había llegado a la conclusión —después de intentar sacarles información a mi madre y a mi padre sobre los amigos con los cuales cenaríamos— de que no debía conocer o recordar a aquellas personas si ellos no me decían nada sobre los anfitriones.
Mi hermana tampoco sabía —o eso era lo que ella decía— para luego sonreír como el gato de Alicia, ya no estaba molesta, pero aun así seguía intentando convencerlos.
Sabía que ella lograría lo que quería, nunca se había dado por vencida y no lo haría justo ahora. Conocía a Sophie Rosie como la palma de mi mano.
—Aun no estés tan segura de ello —cerré mi casillero y abracé mi libro de economía contra el pecho—. Sophie es muy persuasiva con lo que quiere y cuando se lo propone también puede ser un auténtico grano en el trasero.
Emma me miró orgullosa al escucharme decir trasero en vez de algo inadecuado.
—Eso es verdad. —concordó Dylan.
Oh, mi pequeño —que no lo era— Dylan.
Dylan era nuestro amigo idiota, es decir, era aquel amigo con el que te reías por todo y por nada a la vez, estaba en el equipo de futbol con Matt y, aunque él no lo reconociera, también estaba enamorado de Loyce ¿Quién rayos se enamoraría de ella? Bueno sí, debía admitir que era linda, su cabello castaño —el cual era natural— le daba hasta los hombros contrastando con su piel blanca y el color verde, casi azul, de sus ojos.
Una completa Barbie, pero con cabello castaño.
Y un tanto ruda.
«Muy ruda. »
Sin decir que cada vez que veía a Dylan soltaba un quejido y balbuceaba:
—Piérdete, ya te he dicho que no eres mi tipo.
ESTÁS LEYENDO
Pequeña promesa © [#1]
Roman pour Adolescents❝Mi corazón es tuyo, rómpelo, destrúyelo, no importa, porque seguirá siendo tuyo. ❞ TERMINADA. Primer libro de la saga Pequeños amores.