Oliver White había sido un niño amigable, muy carismático y demasiado listo para su edad.
Pero eso no era lo que había llamado mi atención cuando lo vi por primera vez.
Lo que realmente me había interesado de Oliver era su capacidad de no ver lo que él podía hacer en mi vida, en la vida de todo aquel que lo conocía.
Oliver era muy pequeño para darse cuenta en aquel tiempo, al igual que yo, mi pequeña mente infantil creía que él era de otro mundo, un extraterrestre que había sido enviado a mi vida para hacerme ver que no todo era malo.
Sin embargo, Oliver no era un ser de otro mundo, él era de este planeta, sentía como yo sentía, soñaba como yo soñaba, se equivocaba como yo me equivocaba.
A su corta edad él era mi superhéroe, el niño que me había protegido siempre, que me había hecho sentir valiosa.
A mí corta edad me hice dependiente de él, de sus buenos tratos, de su cariño, de sus palabras, de su amistad.
Y luego me sentí completamente destruida, totalmente vacía, cuando él se fue de aquí, de mi vida.
Entonces, ¿Qué estaba pasando ahora? ¿Qué era lo que yo sentía en ese momento?
Volví a sentirlo como cuando éramos niños, lo volví a sentir muy dentro de mí, sentía aquel lazo invisible que siempre nos había mantenido unidos aun sin vernos, sin tocarnos.
Me volví a sentir completa.
Sí, esa era la mejor forma de describir lo que sentía en aquel momento.
Había imaginado tantos escenarios hipotéticos —porque jamás, en el universo, creí que esto podría pasar— para esta situación, había imaginado el sabor de sus labios por tanto tiempo que ahora, al sentirlo así; tan real e inigualable, se sentía como volar tan alto que, con tus manos, podrías tocar la infinidad del cielo y no era una exageración pues así se debía sentir un beso, mágico e irreal.
Debía sentirse con alma, con el corazón, acariciándolo, adorándolo.
Debía sentirse como si fuera de otro planeta.
Y era exactamente cómo lo sentía.
Ambos habíamos viajado muy lejos de la realidad cuando sus labios comenzaron a moverse con extrema lentitud, cómo si al hacer presión sobre mi boca fuera a romperme, sus delicados movimientos hacían que poco a poco perdiera la razón y los latidos de mi corazón se aceleraran, peligrando con salirse de mi pecho y correr junto al suyo. Mis piernas se debilitaron y estaba segura que si mis manos no se sujetaban fuerza alrededor de su cuello, me caería, me desplomaría entre sus manos.
Porque, en realidad, estaba pasando.
Porque Oliver me estaba besando y de la mejor manera que alguien lo podría hacer o experimentar. Sus manos subieron a mi rostro tomando mis mejillas con ternura, formando círculos con sus pulgares. Sin embargo, la suavidad de sus labios sobre los míos no tenía comparación con sus delicadas caricias. Estaba por desmayarme y Oliver lo sabía.
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Pequeña promesa © [#1]
Teen Fiction❝Mi corazón es tuyo, rómpelo, destrúyelo, no importa, porque seguirá siendo tuyo. ❞ TERMINADA. Primer libro de la saga Pequeños amores.