Capítulo 61

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Por favor, si pueden, escuchen la canción mientras leen *-* 

Luego de ver, desde la lejanía, como el entrenador Dave le rompía los tímpanos a Oliver por haber desaparecido minutos antes del partido

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Luego de ver, desde la lejanía, como el entrenador Dave le rompía los tímpanos a Oliver por haber desaparecido minutos antes del partido. El chico no pareció muy intimidado por el hombre alto y musculoso frente a él. De hecho, en ese momento, fui consciente que Oliver White era el único del equipo que podía sostenerle la mirada sin chistar.

Sonreí para mis adentros.

El campo estaba dividido en dos colores: azul y rojo.

El equipo visitante tenía en su uniforme la cabeza estampada de un oso pardo, gruñendo ferozmente. Ellos, incluso, fingían gruñir también. Se venían graciosos haciéndolo, claro, con la expectativa de verse rudos y fracasando en el intento.

Su actitud era diferente a la de Los Halcones, saludaron a los jugadores de nuestro equipo muy amistosamente, pero sin olvidar el por qué estaban aquí.

Ellos deseaban llevarse el triunfo, enfrentándose Los Tiburones de Lincoln School.

Los Osos del Sur de California entraron a la cancha, seguidos por los muchachos de uniforme azul.

Matteo, como capitán, dio un giro sobre sí, enviándole saludos a todos, sonriendo en grande y a su lado estaba Caleb, lo noté algo tenso, por lo que fruncí el ceño y busqué a Emma, volteando mi rostro.

—¿Qué le sucede? —pregunté, cerca de su oído—. No lo veía tan nervioso en un partido desde hace mucho tiempo.

Mi mejor amiga también se mostraba preocupada.

—Si hubieras venido a los partidos anteriores entenderías —se quejó, relamiéndose los labios—. Los reclutadores de las universidades están aquí para ver el encuentro y el rendimiento de los chicos —explicó, señalando las bancas donde los suplentes se sentaban. Allí se encontraban tres hombres que hablaban animosamente con el entrenador—. La respuesta a sus solicitudes depende del partido de hoy. Tienen que lucirse. —agregó, entre emocionada y angustiada.

Entendí al instante la importancia del partido de hoy y porque, tanto Dylan como el mismo rubio, habían insistido para que viniera a verlos jugar. Me sentí terriblemente mal de no haberlos apoyado antes, ignorándolos siempre que me hablaban sobre el tema, pero no era tarde para remediarlo, no era tarde para darles ánimos.

Con ese pensamiento en mi mente, me puse de pie, aplaudiendo y vociferando:

—¡Nadaremos, nadaremos! ¡En el mar, el mar, el mar! ¡¿Qué hay qué hacer?! ¡Nadar, nadar!

Emma se rio, siguiéndome con mucho más entusiasmo.

—¡Tiburoncin! ¡Uh, ha, ha! —exclamó, atrayendo la atención de bastantes estudiantes que nos miraron burlonamente—. ¡Tiburoncin! ¡Uh, ha, ha!

Conseguimos que algunos de los presentes continuaran con el canto, no nos detuvimos hasta lograr que la mirada de los jugadores cayera en nosotras.

Caleb fue el primero en escucharnos y en sonreír, vi que se relajaba un poco.

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora