Capítulo 54

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Me tomó algunos segundos entender lo que Sophie Rosie estaba diciéndome

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Me tomó algunos segundos entender lo que Sophie Rosie estaba diciéndome.

¿Ryley? ¿Quién diablos era Ryley?

A mi lado, Dylan se movió un poco, desperezándose y volviendo del mundo de Morfeo, bostezó y me miró con confusión, evidentemente mi rostro tenía una expresión perdida, totalmente desubicada de lo que pasaba, mi mirada viajó de sus ojos hacia los de Sophie.

—No me estás entendiendo —dije en voz baja, casi pidiéndole que no insistiera más—. Y creo que fui clara diciendo que no quiero ver a nadie.

Mi hermana soltó un suspiro largo, tomó un par de mechones de su cabello y los peinó con sus dedos, se sentó en la cama, acariciando a Nova, Dylan encogió sus piernas y se mantuvo en silencio. Yo, por el contrario, sentí como mis manos temblaban, mi corazón latía rápidamente y los vellos de mi nuca se erizaron, como si algo dentro de mí supiera quién era Ryley y qué hacía aquí.

—Sé que justo ahora estás teniendo un mal momento —empezó ella—. Pero creo que sería bueno para ti escuchar lo que esa chica tiene que decirte.

Junto a mí, Dy se removió, incómodo.

—Sophie, si ella no quiere ver a nadie sería mejor dejarlo ahí —intervino él, con voz ronca—. No la presiones.

Agradecí el apoyo de mi mejor amigo, le di una media sonrisa y me dirigí hacia Sophie:

—Además, no sé quién es ella. —admití.

Ella se levantó de la cama, molesta por no haber conseguido hacerme cambiar de opinión, caminó hacia la puerta de mi habitación y, antes de salir, intentó convencerme una vez más.

—Si quieres averiguarlo, te estará esperando abajo. —dijo, para luego abandonar la habitación.

La recamara se sumió en un silencio tenso, para nada agradable, mi mente, de un momento a otro, se convirtió en un huracán de interrogantes. Sophie conocía a esa chica, sabía lo que me iba a decir y quería que yo la escuchara.

Sólo pude pensar en un motivo para que esa desconocida quisiera hablar conmigo.

Tragué saliva, viendo hacia donde se dirigían mis pensamientos.

—Nicole, sabes que no lo tienes que hacer si no quieres —susurró Dylan, tomándome por los hombros con suavidad—. No estás sola, yo me encargaré de que nunca lo estés.

Escucharlo decir esas palabras me reconfortaba de una manera que jamás podría explicar, me gustaba tenerlo cerca y que me cuidara. Asentí, quitándome la manta de encima, estaba en pantaloneta con una sudadera gigante que le pertenecía a Dylan y que jamás se la pensaba devolver, en mis pies había un par de calcetas de color rosa. Mi pelo estaba recogido en un rodete que ya había dejado de serlo.

Miré el mural de mi habitación, me acerqué a él y, tomando el borrador de piza en mi mano derecha, eliminé todo rastro de letras o dibujos que podría encontrarse allí. Mis ojos quedaron estancados en el mensaje que Oliver había dejado para mí.

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora