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REBECA. 

—¡Oh! ¿Y esto?

¿Qué rayos habrá encontrado que a lo mejor ni yo sé que lo tenía? 

Aporreé la puerta y sin darme cuenta, Jason la abrió pero no me caí. Me empujaron. Bueno no, me empujó.

Jason me cogió de las muñecas y me tiró a su pecho, quedando las mías en éste, mi cabeza debajo de su barbilla y las manos suyas cerca de mi culo. Me di cuenta que estaba apoyado en el lavabo. Subí mi mirada. Empecé a ponerme nerviosa por la posición, la cercanía y porque él haya sido el que ha hecho que estemos así. Podía notar el bombeo de mi corazón en mis oídos. Y también el bulto de su entrepierna. Me costaba pensar, la mente se me nublaba.

Estábamos tan sumamente cerca.

Miraba mis ojos celestes y yo los suyos verdes, pero en un momento de locura y de irracionalidad, mis ojos se desviaron a sus labios entreabiertos y deseables. Noté los míos hambrientos de los suyos y mi garganta vacía, seca. Con dificultad tragué saliva y cerré mis ojos y antes de abrirlos, la boca de Jason cubría la mía.

Hizo que mi cabeza se fuera hacia atrás de lo fuerte que se pegó a mi. Tenía ansias y sentí su lengua ya dentro de mi boca encontrándose con la mía. Rodeé su cuello con mis manos y él mi cintura. Anduvo hasta yo llegar a apoyarme en la pared del baño. Solté un jadeo por lo bien que me sentía y Jason me siguió. Mis dedos se escondieron en su pelo, sentía mi pecho subir y bajar a una velocidad poco normal. La lengua de Jason hacia que me sintiera tan caliente, tan viva.

Sus manos fueron subiendo por mis cuerpo hasta llegar a mi cuello y lo masajeó. Me despegué para poder respirar y enseguida escuché un gruñido por su parte antes de poder llegar a unir nuestros labios (de nuevo) necesitados de los otros, el timbre de mi casa hizo que salieramos de nuestra burbuja y llegar al cruel mundo real.

Todavía pegada a Jason y aguantada por él, lo miré. Sus ojos estaban casi negros.

—Voy a abrir. —fue como un "te aviso que voy a abrir por si quieres cogerme y besarme de nuevo y hundirme en tus besos y hacer caso omiso a la puerta". Jason fue soltándome haciendo que mi ropa se subiera y parte de mi delgada barriga se viera.

Enseguida me la coloqué. Miré a Jason y miraba hacia mi izquierda donde estaba la amplia ducha para minusvalídos que tenía un pequeño asiento y estaba cerrada por una mampara de cristal.

Salí de baño.

Al abrir la puerta quise que la tierra me tragara. ¿No le había dicho a Zac que hoy no viniera?

—Zac. —frunció el ceño. —¿Qué pasa? —pregunté desorbitada.

—Tienes... —se señaló sus labios e hizo un círculo transparente en ellos. —...rojos y... casi reventados.

Estúpido Jason y...

—Ya me has dado la respuesta. —dijo Zac interrumpiéndome y mirando hacia detrás mía. Empecé a hiperventilar. —Jason, qué sorpresa tan grata.

Miré a Jason y miraba a su amigo relamiándose los labios. Los labios que estaban rojitos.

—¿Vienes a limpiar la casa? —dijo en tono burlón.

—Sí. —ahora Zac me miraba a mi. Tragué saliva.

—Zac, se me olvidó decirte que hoy iría a mirar las tiendas ortopédicas para comprarme una muleta nueva... —dije arrepintiéndome.

—Ya veo, una excusa barata para irte con Jason.

—¡¿Qué?! ¡No, Zac!

Rodó los ojos.

No me impide/ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora