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Halle Berry fue la primera mujer que me imaginé como a la madre de Zac (Lindsay).

JASON.

—Argh... ¡Dios! —me quejo.

Me giro y cojo el móvil para quitar el maldito sonido de la puta alarma.

Me pongo mirando al techo y un brazo por mis ojos tapándome las vistas. Suspiro. Toca ir a la universidad. Vaya mierda.

Emito un bostezo.

Huelo a chica y recuerdo perfectamente que ayer no traje a nadie a mi casa porque mi madre no me deja entre semana y porque fui yo quien fue por la noche a casa de una chica. Pero ese olor es lavanda asi que es...

Miro enseguida hacia mi derecha y me encuentro a Beca durmiendo hacia mi lado.

Suspiro de nuevo.

Joder. Me muerdo los labios. Ayer le quise decir que la quería. Pero antes de pronunciar una solo palabra o el monosílabo te los huevos se me suben a la garganta y me cago.

Se lo tengo que decir, y antes de que se vaya. Puede que le haga cambiar de opinión para que no se marche, ¿no?Tal vez ella siente lo mismo, tengo esperanza, quiero creerme eso porque si no me aferro al optimismo... Vaya mierda, ni esperanza ni tonterías, me voy a ilusionar como un gilipollas enamorado. 

Le pregunté si los amigos se querían y me dijo que sí. Entonces, ¿ella me quiere? Pero entonces quiso decir me quiere como amigo.

Esto es el infierno.

La miro.

Miles de cosas pasan por mi cabeza: pervertidas, bonitas o cursis y tristes.

Acerco mi mano a su frente y le toco un pequeño mechón de pelo con mi dorso de la mano. Es tan preciosa, tan delicada y buena.

También recuerdo que quisieron abusar de ella. Llegó en sujetador. Hijo de puta que le ha visto las tetas. Joder nada más que pensar que sólo las he visto yo desnudas... Estuvo con Scott, gilipollas, su ex, el del coche. Otro hijo de puta. Voy a ir a Seattle y lo voy a meter una piña que se va a quedar ciego.

Sus movimientos hacen despertarme de mis pensamientos.

Me coje la mano. Por la muñeca suavemente.

Abre sus ojos.

—Buenos días. —le digo.

Cierra los ojos con una sonrisa y no puedo evitar hacer lo mismo. Se muerde el labio.

—Hola... —dice tímida. Su voz suena un poco ronca al igual que la mía, recién despertados.

—¿Cómo estás? De esto.

Acerco mi mano que tocaba su pelo a su cintura.

—No me duele.

Se remueve y se sienta. Se destapa de la sábana y se sube un poco mi camiseta. Tiene un cardenal.

—Te voy a poner la crema.

La cojo de la mesita de noche y me giro para untársela.

—Túmbate. —le digo.

Pongo un poco en mi dedo y suelta un jadeo al estar fría. Empiezo a darle masajes en círculos.

—¡Ay! Un poco más suave.

Hago una mueca disculpándome.

—¿Cómo has dormido? —le cuestiono al terminar.

—Tu cama es muy cómoda, oye. —dice divertida como respuesta. Se muerde de nuevo el labio.

No me impide/ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora