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La hermosísima de Ally en multimedia ❤.

REBECA.

—¿Rebeca estás bien?

—Sí. —mentí. Lu voz de mi amigo David sonaba preocupante y la mía aterrada.

—No te creerás que ha pasado... Leo me ha hablado y no sólo él, también Jason. —me explica con tono de sorpresa e ilusionado.

—¿Qué? —cuestiono pasmada y totalmente perdida.

—Me explicaron lo de la foto, Rebeca. Luego Jason se fue a su casa y Leo me contó que quiere que les ayude a averiguar quién ha hecho eso. Es increíble que me hayan hablado, te lo juro, Rebeca. Pero no te llamo por eso...

—Me han enviado otro mensaje. —le interrumpo.

—¿Q-qué te dicen? Vamos para allá.

—¿Quiénes?

—Leo y yo.

Enseguida me cortó.

—No es el mismo número y tampoco lo tengo. ¿Cómo mierda vamos a averiguarlo? —preguntó agobiado David.

—Estoy estudiando psicología no para ser el detective Sherlock Holmes.

—Sigues siendo un cabeza hueca, Leo. —le dijo David. El insultado rodó los ojos.

—Mira, Rebeca, no es por defender a mi amigo Jason pero él no diría una cosa así. Y menos para hacerte daño.

—¿Tan bien lo conoces, Leo? —cuestionó con ironía David.

—Sí. —alargó la vocal.

—Trae el móvil. —David le quitó el teléfono de las manos del chico con rizos rubios.

Empezó a teclear en su móvil.

—Yo digo que es Lauren. Lo presiento. Ella fue quien me dejó encerrada y me partió la muleta y más cosas y aunque la persona que me manda mensajes parece un hombre puede ser tranquilamente una chica pasándose por un tío.

—Sí, puede, Rebeca. —concordó David.

Estábamos en mi sofá. David en el medio, yo a su izquierda y Leo a su derecha dándole la espalda al ventanal del salón que da a la terracita.

—Lo tengo. —dijo David.

—¿El qué? —elevé la voz sin controlarla.

—Tengo el número. —sonrió arrogante.

—¿Y quién carajos es? —preguntó Leo.

—Es... no lo conoces.

—¡Vete a la mierda, David! ¡Ve a chupársela a tu novio!

Abrí como sapos mis ojos.

David se abalanzó sobre Leo y lo cogió del cuello.

—No te conviene despreciarme así. —dijo amenazante.

—No te estoy despreciando pero tiene fuerza el mari... Aaaaaaaa. —le apretó más el cuello.

—Chicos...

El cuello de Leo se estaba poniendo muy rojo.

—David, suéltalo. ¡David!

Me puse de pie chocando mi mano con la mesa haciendo un ruido atronador. Lo soltó.

—Que se guarde las palabras.

Leo dobló el cuello, se puso bien su melena y asesinó a David con la mirada pero éste no lo vio ya que miraba a la tele enfrente suya.

No me impide/ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora