Capitulo 23

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Siendo ahora una princesa, había ciertos lujos que no podía mi debía de darme por mí bien, entre ellos, el dar a notar que no amo a mi esposo, tenía que hacer que la gente creyera que amaba a mi esposo, poner de mi parte, llegamos al castillo, donde sería la celebración por nuestro matrimonio, el carruaje se detuvo con los blancos corceles relinchando, abrieron la puerta, Alexander bajo primero nuevamente con su sonrisa galante, me extendió la mano, me force a sonreír y tome su mano que me ayudaba a bajar, tomados del brazo, saludando con la mano libre y sonriendo entramos al castillo, hasta ese momento no había visto a mis hermanas, que estaban vestidas con vestidos muy parecidos al mío, pero más infantiles, les daban ese encantador toque de niñas buenas, llevaban los cabellos sueltos con una corona de flores blancas encima, al verme se acercaron corriendo, hicieron una reverencia, misma que mi esposo respondió  con una sonrisa, las niñas rieron por lo bajo, Alexander  puso su mano sobre la mano que tenía sobre su brazo -Madeimoselles, las dejaré con mi amada esposa para que puedan hablar y regresaré por ella- dijo dulcemente mientras me soltaba y se alejaba a saludar a los demás invitados, las mesas con blancos manteles y vajillas del mismo color estaban dispuestas en todo el jardín con la mesa de los novios al centro, en unas mesas más sencillas atrás de la nuestra estaban muchos regalos, que aumentaban más y más con cada criado que se acercaba a estas, -¡Madeleine luces bellísima!- dijo Gisele abrazándome,  acaricie su mejilla -Seguro que ser una princesa será como en las historias que nos leias antes de dormir- añadió Edna, sonreí tristemente, no debía quitarle la ilusión del matrimonio, si no sería dificil para ella casarse -Ahora eres una princesa y tus hijos serán preciosos y gobernaran Francia después que el príncipe Alexander y tu- concluyó Diane, -Gracias a las tres, y si, espero que todo sea como lo dicen- respondí, -El príncipe parece un esposo perfecto- dijo Edna soñadora -¿Por que esperas que sea así Madeleine? ¿Acaso el príncipe no es tan bueno como pensamos?- interrumpió Gisele, me agache e hice señas a las niñas para que se acercarán, -Sucede que en realidad las cosas no son como se nos dicen, son diferentes- digo suavemente, acto seguido me levanto limpiando mi vestido, mis hermanas me observan interrogantes, no puedo decir más, Alexander llega por mí,  nos despedimos de las niñas y caminamos por el jardín hasta nuestro lugar -Muy bien Madeleine, lo estás haciendo excelente- dice Alexander tras sentarnos en la mesa y esperar que los invitados tomen sus lugares, una vez todos estuvieron sentados, siguió el brindis, comer y dar las palabras de agradecimiento, todo continuo de manera tranquila, sin más interrupciones, recibimos a bardos con canciones, regalos, buenos deseos, muchas cosas, hasta la hora del baile, baile con mi esposo dentro del papel de esposa perfecta que me correspondía, y así cada vez más gente bailaba a nuestro alrededor, algunos más borrachos que otros, el aroma a vino tinto flotaba en el aire, la noche había caído sobre nosotros como un suave velo negro, los criados prendían las antorchas para mantener la iluminación, mientras bailaba con Alexander buscaba con la mirada a Jules o a Lucas, mismo al que no había visto en todo el día, tras una larga busqueda los encontré en una de las partes más alejadas de la gente conversando, alcance a ver qué Jules tenía la maleta consigo -Madeleine ¿A quien buscas?- exigió Alexander, lo ví a los ojos -A tu madre, no la he visto- respondí, no tuvo tiempo de responderme porque precisamente la reina venía a nosotros, me tocó el hombro -Madeleine hija mía ¿Me permitirias bailar con mi hijo?- solté a Alexander, hice reverencia a la reina -Por supuesto majestad- la reina asintió.y comenzó a bailar con su hijo, el momento de huir había llegado, me escabulli entre la gente que bailaba con las manos agarrando la falda del vestido, una vez salí del área dónde se bailaba corrí hasta donde estaba mi hermano y Jules, Lucas me vió primero, con la mirada doliente de una madre que se aleja de su hija, -Madeleine, vamos- dijo al tiempo que caminaba a la parte trasera del castillo, por la puerta de los establos estaba Emma, con un vestido en los brazos -Entra y cámbiate, nosotros haremos guardia- dijo Lucas, tome de la mano a Emma y entramos cerrando la puerta tras nosotras, rápidamente Emma desabrochó el vestido, cola y velo, me los quite y me puse el vestido que me tendía, era muy sencillo, beige, con el escudo de mi familia bordado en el pecho, del mandil que llevaba puesto saco un par de zapatos más sencillos que los míos, mismos que cambie, el hermoso vestido estaba ahora en el piso, los ojos de Emma estaban llorosos, le un fuerte abrazo, salimos del establo, Lucas empezó a caminar para la salida de los criados, -A fuera hay una carroza de transporte de víveres, dentro vienen provisiones suficientes para 2 semanas, Madeleine intenta no hablar, par cruzar los lugares y salir de aquí, deja que Jules se encargue, ya sabe como, no muy lejos hay un burdel donde podrán pasar la noche, Jules ya sabe de como llegar, de negociar será conveniente que lo manejes tu- llegamos a las puertas , mismas que nos abrió, Jules salió y dió media vuelta, viéndome expectante, abrace fuertemente a mi hermano, recargando la cabeza en su hombro, el igual me abrazo fuerte, me beso la frente y me alejo de el con una sonrisa triste -Corre, te esperan, no te preocupes por las niñas ni por tus criadas, yo me encargo- le sonreí igual, Jules me extendió la mano, misma que tome, corrimos a la carroza, me ayudó a subir a ella, el subió y se sentó a mi izquierda, arreo a los caballos y nos alejamos, esto no era nada cómodo, el asiento era duro y de madera, no había ninguno de los lujos a los que estaba acostumbrada, pero con tal de ser feliz, no hay problema, lo soportaré, me fijé en que Jules portaba ropas de criado como yo, conducía rápido a los caballos, teníamos que salir de ahí cuanto antes, luego de una media hora de dar vueltas y vueltas por todo París, llegamos a una zona donde las risas tel aroma a alcohol abundaban, así como los hombres borrachos con mujeres abrazadas a ellos, habíamos llegado a la zona donde estaban los burdeles, bajo la velocidad de la carroza, y se encaminó a unos de los burdeles, era grande con un cartel de madera que rezaba "El oso de Chardin" Jules me ayudó a bajar -Espera aquí en lo que dejó la carroza- se metió a donde las provisiones y saco una capa, para ser exactos mi capa, aquella que usaba en casa, con la rosa bordada y de color vino, pesada y abrigada, me la extendió, la tomé y me la puse, Jules me sonrió y fue a estacionar el carro, me puse la gorra y me quedé esperando bajo la noche.

No me voy a casar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora