Capítulo 29

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Aquel día soñé que aún estaba viviendo con el príncipe, aunque esta vez no existía Jules, no había alguien más en mi corazón aparte del príncipe, era una princesa que cumplía con todos los requisitos, esposa y madre ejemplar, por que debo relatar que además en mi sueño, ya tenía dos hijos, el mayor que sería quien heredaría la corona, se llamaba Jules, si, ese era su nombre y era un pequeño de 5 años, con los ojos del príncipe y mi cabello, un niño realmente apuesto y con una sonrisa tan cautivadora como la de su padre, la niña, una pequeña contraria a su hermano, que era cargada por una sirvienta, parecía tener un año de edad, el poco cabello que se asomaba por su gorrito, era de un rubio como el de mi esposo pero con mis rizos, un pequeño rizo dorado con reflejos caoba, no diré su nombre debido al hecho de que no lo se, no llevaba una vida mala, pero algo dentro de mi, en mi alma, me decía a gritos que ese no era el lugar indicado para mi, que esa no era la posición que debía tener, aunque desconocía el motivo, desperté más tarde por los toques en la puerta de madera, era Alessandra que venía por mi para ir a cenar, con mis manos frote un poco mi cara, luego con mis dedos intente peinar un poco mi cabello, me levante y alise el cobertor de cama que estaba completamente arrugado, no podía tender la cama tan bien como mis criadas, pero podía esforzarme y hacer un buen trabajo -Un segundo por favor, ya salgo Alessandra- dije con la voz aún adormilada, metí la mano bajo la cama y saque el polvoroso bolso que Lorriane me había dado, la sacudí un poco y la abrí, de su interior saque aquel enorme libro encuadernado en suave piel, el regalo más valioso que me había hecho el príncipe Alexander, pase la mano por la tapa, sintiendo las letras grabadas bajo mi mano, este libro, estaba más que segura, me ayudaría mucho, nuevamente Alessandra toco la puerta, esta vez con un poco más de insistencia, me apresure a guardar el libro en el bolso de nuevo y a su ves este bajo la cama, pase las manos por la tela de algodón rosa de mis faldas antes de abrir la puerta para ir con Alessandra.

***

Llevamos este estilo de vida durante dos años, durante los cuales Jules y yo ahorrábamos todo el dinero que podíamos y con el cual logramos compramos una pequeña casa, bastante modesta, pero ya era nuestra casa, y estaba muy contenta por este logro, nuestra casa era de un piso, con dos habitaciones, teníamos una cama enorme, tan grande como la que tenían mis padres en casa, y como cada vez Jules salía más, solía tenerla para mí sola, recuerdo muy bien que esa cama la compro por mi, por qué estaba seguro de que me gustaría, incluso, había mandado hacer unos cobertores de telas finas, para que me sintiera más en casa, a pesar de que yo no había pedido nada, y esto me hacía muy feliz, admito que esa cama era de mis pertenencias favoritas, me encantaba sentarme a leer (Por qué Jules seguido me traía libros nuevos de sus viajes) una vez que terminaba todas las labores domésticas, no hacía mucha comida, solo para mí, que durante los primeros meses era realmente mala en comparación de la de Alessandra, con el tiempo fue mejorando y por lo general yo me comía casi todo, aunque esté ritmo de vida me duró poco, un año aproximadamente, ya que con el paso del tiempo, el trabajo como mercader de Jules fue mejorando, cada vez sabía más y más, seguido cambiabamos de casa, siendo más grandes, hasta que tuvimos que mudarnos a Milán, cuando esto sucedió, ya teníamos 20 años, teníamos 5 años viviendo en Italia, durante todo este tiempo continuaba con mi trabajo como tarotista, por lo que yo también tenía dinero y ayudaba a Jules con los gastos de la casa, el no me prohibia trabajar, no ser una mujer libre, está era una de las razones por las cuales lo amaba tanto, no era un hombre como los demás, jamás me fue infiel, nunca desconfíe de el, yo sabía que nunca me engañaría con otra mujer, así que no sufría por ideas como esas, solo tenía ojos para mí y yo para el; cuando nos mudamos, nos despedimos de Alessandra y su familia, con quiénes nos visitabamos muy seguido, pero la vida nos había obligado a alejarnos, tuvimos que rentar varias carrozas que nos ayudarán a llevar las cosas, era un camino largo y pesado, sobre todo transportar el colchón, en ese momento estaba tomada del brazo de mi señor esposo, como se le conocía allá en Italia -Oh Jules, no te preocupes por la cama, podemos venderla y comprar otra en Milán, en verdad no pasa nada- mire preocupada como los 5 hombres que subían las cosas discutían como subir el colchón a la carroza, Jules río suavemente, levanto mi barbilla con su mano libre y me beso con suavidad -Madi, se lo mucho que te gusta ese colchón, no podría quirartelo, y sé que ninguno será igual que este, no te preocupes, ellos podrán subirlo, pueden subir rollos enormes de telas, también pueden con un simple colchón- tan solo continue viendo con preocupación a los trabajadores, pero confiaba en Jules, no discutiría sobre esto. Nuestra casa en Milán era de dos pisos, grande, espaciosa, con hermosas plantas y un jardín grande, luego supe que estás casas eran las que poseían los burgueses de Italia, en este barrio todas las casas eran como la nuestra, y también teníamos criados, esto fue una gran sorpresa para mi, por supuesto que no eran tantos como cuando vivía en Francia, pero nuevamente tenía criados, otra de las sorpresas que Jules me dió, fue que ya no saldría de viaje tan seguido, me contó que ya tenía trabajadores que eran de su total confianza, ahora ellos se encargaban de ir y venir por las telas, además de distribuirlas a las diferentes sastrerías, venderlas en los mercados, ir con la gente de la nobleza y burguesía para venderlas y tomar los pedidos, realmente en 5 años Jules había logrado mucho, gracias a su esfuerzo y a aquel señor que lo había adoptado prácticamente, yo lo conocí, en ocasiones íbamos a comer a su casa, era un hombre casado y sin hijos, de alma bondadosa y pura, es un tanto malagradecido que no pueda recordar su nombre, pero con el paso de los años, he ido olvidando cosas, por eso es que comence a escribir mi vida, para así no olvidar todo, o al menos, tener algo con lo que poder recordar toda mi vida...

Los años pasaron sin más, llevándose consigo mi juventud y la de Jules, nosotros nunca nos casamos, toda la vida estuvimos juntos y por esta razón, todos lo conocían como mi esposo, así también aumento en gran medida la popularidad de las telas de mi esposo, con el tiempo comenzamos a asistir a fiestas con la alta sociedad, recuerdo aún nuestra primera fiesta juntos, ya estando en la misma clase social, esa tarde Jules estaba realmente nervioso, vestido con las ropas típicas de aquel tiempo, usadas en las grandes fiestas, Jules tiraba constantemente de los olanes de sus mangas y de la orilla de su saco, igualmente su expresión era una de total terror, la cual provocó que riera, por mi parte usaba un vestido de color verde oliva, con la pechera, y orillas en manos y falda de un amarillo crema bastante claro, este vestido lo había mandado hacer con nuestro sastre de confianza, el traje de mi esposo era del mismo color, pero con unas tonalidades más oscuras, los zapatos de tacón que usaba eran cubiertos por las largas y amplias faldas, pero hacian que estuviera a la altura de mi esposo, me acerque a él con una sonrisa para acomodar el cuello y puños de su camisa, después coloque mis manos en su pecho y el a su ves las suyas en mi cintura - Madi, estoy seguro de que voy a liarla en grande, no creo estar seguro de poder hacer esto bien, es la primera fiesta a la que asisto sin Moussier ...- me miraba aterrado, con la comprensión típica de cualquier esposa que ama a su hombre, lo calme - Verás como todo saldrá bien, asistiras conmigo, además de que ya tienes experiencia, yo te ayudaré con cualquier cosa, no pasará nada malo- no se cómo fue mi mirada en aquel momento, pero basto para que se tranquilizara, la fiesta estuvo bastante bien, Jules se encontró con varios mercaderes como el, que al igual llevaban cosas de Italia a otras partes del mundo, me presento a todos sus socios y sus respectivas esposas, aunque menuda sorpresa me lleve cuando volví a ver a Lorraine, como yo, llevaba un vestido de fiesta, el suyo de color rosa oscuro, que resaltaba bastante sus ojos azules y su cabello negro, y al igual que yo, se había quitado todos los aretes de los oídos, solo dejando uno en la parte inferior de cada lóbulo, tomo años que esos pequeños orificios cerrarán, pero eso es otra historia, al ver a Lorraine, no pude ocultar mi sorpresa, rompiendo con todas las reglas de etiqueta que se me habían enseñado y que me habían ayudado a obtener una excelente reputación entre todas las mujeres, cuando nos reconocimos mutuamente, nos abrazamos soltando a nuestros maridos, llore en su hombro, estaba muy contenta de ver a alguien conocido de nuevo, me encantaría decir que su esposo era mi hermano, pero no era así, jamás tuve información de mi familia desde que salí de Francia, o al menos hasta ese momento; desde aquel día Lorraine y yo nos hicimos muy buenas amigas, solíamos frecuentamos muy seguido, me contó en una tarde que fue a mi casa a comer que poco después de nuestra partida a Italia, los guardias reales llegaron a inspeccionar el burdel, no encontraron nada, y por fortuna todo había salido bien para ella, pero no tanto para un hombre que estuvo el día que llegamos, y que todos los días estaba ahí, el juro por Dios y por los reyes que yo había estado ahí, pero que parecía una vulgar ramera de la mano de un hombre que no era el príncipe, a aquel hombre lo golpearon por insultarme de ese modo y se lo llevaron, jamás se supo de el de nuevo, nunca regreso al burdel, después de unos meses Lorriane decidió regresar con su familia, cerró el burdel y partió, al llegar a Italia, en pocos meses su madre, Alessandra, le dijo que ya estaba prometida, con un mercader de especias muy importante, el cual se había fijado en Lorriane y a pesar de no ser de noble cuna, había caído hechizado por su belleza, en un momento le molesto, pero después, agradeció a su madre el haberla casado con ese hombre que siempre la veía trabajando en el mercado y que ella jamás había notado, Lorriane estaba agradecida con Dios y con su madre por su marido, pero más aún por habernos reencontrado, fue una de las mejores cosas que me ocurrieron, nuestra amistad fue larga, mucho, creo que en ningún momento nos dejamos de hablar, con los años, Lorriane y su esposo tuvieron hijos, Jules y yo asistíamos a los bautizos y fiestas de los pequeños, además, fuimos los padrinos de sus 3 hijos, dos varones y una pequeña, cuando esto ocurrió ya teníamos 7 años en Italia, teníamos 22 años y ningún hijo, en la fiesta de bautizo de su hija menor, mientras hacíamos el brindis, Jules me pidió eso que considere una de las cosas más importantes que hice, darle a u nuestro primer hijo y heredero.

No me voy a casar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora